miércoles, 22 de abril de 2009

Un Cuento para San Jorge, una rosa para Vos

Es esta una historia en la que otros personajes otros eran los partícipes desde centurias rebasadas cruelmente por el dios Cronos. Quizá la música que siempre me ayuda interponiendo su neblina invisible entre lo que pugna por ser real y lo que en verdad se merece convertir en digna realidad haya ayudado a cambiar el espacio y el tiempo junto a los personajes, no lo sabré nunca. No me entretengo y comienzo este pequeño cuento relato.

No puedo aún definir el momento en que tales hechos acontecieron, pero si relatar que grandes males para el sueño y la razón ocurrieron en semejantes fechas. Extraños vericuetos de la fortuna trajeron así al mismo tiempo el mal a la tierra que pisamos aunque fuera por el poco tiempo que dura el velatorio, pues los sueños entre su disertos conformados por la tinta dieron alas a sus respectivas inmortalidades.

En esta historia, que los sueños permitieron a este mortal ver desde un enorme estrado de madrea y metal apoyado sobre las nubes que se mantenía sobre el lugar, ocurrieron las cosas tal y como pretendo repetir. Otro sentido será el que vuestras mercedes den a lo que lean que no seré yo quien les obligue a tener fe en su significado si a mi mismo tantas veces me acaba por faltar.

La nube me llevaba unas veces sobre un lago de medianas medidas, pues si salvásemos la zona pantanosa repleta de juncos y vegetación más propia del trópico que del desierto circundante, el agua libre no formaría un cuadrado algo amorfo de dos por tres kilómetros, otras veces era capaz de acercarme a una colina donde se apelotonaban las casas como en una loca carrera por alcanzar un enorme castillo de orgullosas torres que lo conformaban en un hexágono alrededor de la imponente torre del homenaje, precioso trabajo de arquitectura cerrada en su parte más elevada por una cúpula dorada sobre la que las gotas de agua robadas a las nubes enviaban destellos al confín del condado que suponía era señor quien en tal castillo morase.




Con un poder que nadie me había mostrado, pero que brotaba de alguna parte me vi trasportado al salón del trono del aquél conde. Un hombre en actitud sollozante intentaba mantener su dignidad al parecer perdida. Con mis nuevos poderes acerqué mis oídos a la conversación que parecía mantener tal compungido conde con el otro personaje más bien salido de las crónicas del mismo rey Arturo y su mago Merlín.
- Excelencia, no turbéis mas vuestro ánimo. Comprendo que habéis de ser ejemplar como cabeza de vuestro condado que sois, mas el pueblo sabrá comprender vuestro sufrimiento y salvará a vuestra hija.

El conde lo miró con incredulidad
- Vos que habéis sido elevado a tal rango por Realidad, ministra que dirige mi gobierno, decís tal cosa sin encogeros la conciencia. Soy su señor, debo dar muestra de tal cosa o o perderé su confianza.
- Perdón Excelencia, a veces olvido quien es mi mentora. Es la admiración por vos lo que me hace perder la verdadera razón de mi cargo.
- No importa. Ahora llamad a mi hija
El consejero del conde se acercó al camarlengo que se encontraba en una prudente distancia de aquellos dos hombres y de forma suave pero determinante le ordenó ir en busca de Imaginación, la hija única e insustituible del Conde.

Pocos minutos después, un brillo a duras penas constreñido entre el encorsetado vestido de Imaginación deslumbró a todos los que esperaban en la gran estancia central del castillo, la chimenea parecía dejar de crepitar y reducirse a pequeñas brasas sobre las que se escondían las llamas por no atreverse a competir contra semejante fuerza de luz vital.
- Imaginación, luz de mi alma, espíritu liberto que hasta hoy has sido el flujo de mi sangre, el ritmo claro en los pálpitos de este corazón que de jovial pasará a anciano por los designios y el trato al que me vi obligado cientos de años atrás con el fiero dragón del lago. Ha llegado la hora de entregaros a su poder de interminable apetito. Bien sabía que esto podría pasar cuando acepté el trato con el viejo dragón de infecto nombre, más nunca pude asimilar que llegaría el momento de entregarte a ti, Imaginación, hija de mis deseos a la maldita Rutina, dragón de aviesos deseos y letales efectos.
- Padre, no seáis vos como los que nunca vieron la verdad de la felicidad. Cumpliré los designios de Realidad que esto predijo sin nadie escuchar; mientras esto sucede utilizad lo que habéis aprendido de mi y un reflejo de mi logrará abatiros de vuestra pérdida. Imaginad un salvador, un brazo que cercene esa cabeza y todo volverá como se fue. Padre…

Imaginación abrazó al conde y en pocos minutos después de la despedida la comitiva se alejó a través del desértico paisaje que separaba la colina de la laguna donde Rutina esperaba con la calma de quien se sabe vencedor. Mientras, el conde tratando de sobreponerse intentó seguir el consejo de su ya perdida hija cuando una voz de trazos robustos a la vez que femeninos le interrumpió

- Sabías que esto sucedería, nada se puede mantener si no se pelea por ello.
- ¡Déjame, Realidad! ¡Qué sabes tú de lo que significaba Imaginación para mi vida!
- Imaginación era la sal de tu vida y sería la de cualquiera que deseara escapar de esta montaña rodeada de desiertos que significa tu vida. Imaginación es lo que debes salvar y ella te dio la clave, solo has de seguir sus pasos.
Con la dignidad que su cargo le otorgaba Realidad abandonó el salón principal para subir a su atalaya como tantas veces, desde donde poder comprobar la equivalencia de lo que pensaba con lo que veía. El conde apoyado en el pétreo marco de la ventana ojival que daba en la dirección del lago comenzó a esforzarse por imaginar, tal y como le dijo su hija…
De pronto una polvareda avisaba de uno o varios jinetes al galope que se aproximaban al castillo. Poco tiempo después era un jinete que sin detenerse acabó por presentarse ante el conde en el patio de armas.

- ¿Quién sois vos y a que debemos vuestra llegada?
- Excelencia, permitidme que no os diga mi nombre de momento. Se que habéis entregado a vuestra hija al terrible dragón que os amenaza desde largo tiempo en el lago. Por esto me comprometo a devolveros a vuestra hija, matar al dragón y deciros después mi nombre.
- ¿No pedís nada a cambio?
- Si, la mano de vuestra hija.

El silencio no fue de larga andadura, pues el conde sabía que aquella era su opción.
- Tenéis mi palabra y mi bendición. Vuestra será la mano de mi hija si sana y salva la traéis a mi lado, aunque tras los esponsales os quedaréis para siempre en mis tierras.
- Así será, excelencia. Y como no hay otra manera de alcanzar tal dicha me despido de vos y vuestro pueblo hasta mi vuelta con vuestra hija.
Sin más aquel extraño caballero a lomos de un corcel tan blanco como la nieve partió dejando polvo de arena y deseos de éxito. No era mucha la distancia con el lago, quizá dos leguas, por lo que poco antes de percibir el olor a aguas estancadas de aquél lago al que ningún río alimentaba se encontró con la comitiva que acababa de dejar a la hija del Conde. Sin parase ante ellos apretó las espuelas y entre relinchos y polvo dejó boquiabiertos a éstos.

Rutina esperaba mirando y disfrutando del brillo inagotable que Imaginación desbordaba a pesar de su estado. No había para Rutina triunfo mayor que devorar a Imaginación, había esperado mucho tiempo devorando doncellas del viejo condado sabiendo que al final acabaría por devorar a la hija del Conde; devorar a Imaginación y con ella el castillo y las almas que en él habitaran caería al fin bajo su control.
Pero no todo iba a ser tan sencillo. El caballero, espada en alto, aprovechando el reflejo de la luz que Imaginación no podía evitar irradiar deslumbró a Rutina que nada de esto esperaba, con un salto que cualquier caballo no lograría ni en los sueños del propio Cid Campeador logró clavar la espada en el cuello del dragón, que desbocado por la herida mortal inesperada caía inerme sin poder bufar por la sangre que inundaba su garganta.
Sin un segundo de descanso, ya en tierra con decisión aupó a Imaginación en la grupa del caballo para salir al galope hacia el castillo. El triunfo había sido total, la libertad como viento del desierto entraba a raudales desde las dunas que circundaban aquél escenario. Faltaba cerrar el círculo con el Conde.

A las mismas puertas del castillo el Conde esperaba con ansia colegial la llegada del caballero con su hija. Entre vítores y aplausos la mínima comitiva cubierta del polvo arenoso descabalgó. Imaginación abrazo a su padre que aún no daba crédito a lo que sus ojos percibían.
- Excelencia, como prometí os traigo a vuestra hija y el dragón ya no amenazará más pero aún queda daros mi nombre y el de mi corcel.
- Antes de que lo hagáis mi bendición tenéis y concedida la mano de mi hija si esta tiene a bien amaros.
- Excelencia, os agradezco vuestra palabra. Mi nombre es Amor, el de mi corcel Amistad…
- Lo veis, padre, os lo dije, tan sólo teníais que esforzaros con lo aprendido de mí. Así lo hicisteis y no hubo rutina que sobreviviera a tal determinación.



Imaginación en sus mil formas venció a Rutina, como San Jorge lo hizo con el dragón.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias!!!! Me llevo el cuento.La rosa no, que no me molan mucho las flores muertas.........

lola dijo...

Imaginación, rutina, realidad, amor y amistad, son grandes personajes de una historia que me parece muy original.

Saludos.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Pasé a echar un ratito de lectura. Pasa un buen fin de semana.
Saludos!

Armida Leticia dijo...

Imaginación, Realidad, Rutina, Amor, Amistad, todos tienen su valor...

Saludos desde México.

Silvia_D dijo...

Genial tu manera de relatar la historia, escritor _:)

Has creado un clima mágico :)

Besos, niño