martes, 7 de diciembre de 2010

Por ahora no dan mas...



Mundos, varios; océanos, bastantes; vientos, los de la rosa; amaneceres son miles los que hay por delante y los que hubo por detrás. Miles de empeños por bregar con la convicción por bandera de que lo correcto es lo que debe imperar. Corazones olvidados en disfraces de asentimiento por lo bueno alcanzado, hasta que poco a poco la penumbra va tornando el brillo inicial en grises sin tonalidad.

Nave que mantiene sus máquinas a régimen, consumo responsable, estimada la llegada a cada punto en fecha correcta. Pasos, etapas logradas con éxito acompañado por cicatrices que sin cura ni explicación tan solo lograban cerrarse si el embate de las olas no las alcanzaba con su agua repleta de sal para dejarlas abiertas a puro dolor.

Abandono de la nave, cubiertas sin revista, cabos los mínimos en estado de prueba ante fieros los vientos que como siempre no los esperas como tales rugientes y desafiantes. Mientras el mundo continúa en su cansino girar sin saber, sin querer conocer lo que es para uno la verdadera cuestión. Y la ola, el mar sin pasión pero con la fuerza arrastrada desde los lejanos temporales barre sin alterarse la cubierta ya de por si barrida por el terrible sin sentir continuado por años navegados.

Rendido, arrias tu pabellón, tela rasgada que representaba tu decisión por la que batir el cobre contra las naves que la vida osara enviar contra lo que considerabas sentido y razón. Andanadas de odio, de malos sentimientos, de deseo cargado con el daño gratuito que más tarde se esfumará por no ser real. Rayos en la tempestad que deslumbran y al mismo tiempo iluminan regalándote la lucidez mientras te ofrecen la oportunidad de coger el nuevo timón de tu misma nave a la que solo moverá el viento que cargue valentía, riesgo y los mismos sueños que nunca dejaron su lugar en el profundo y pequeño hueco de tu corazón.

Agarrado a sus cabillas sin protección, sin más que tu viejo corazón viras sin dudar amurándote a barlovento para navegar contra el viento de la pausada razón y ganar así el verdadero barlovento, que no es otro que el de tu propio corazón con el que darte a ti mismo espacio frente al acantilado del silencio como perdición.


Viejo barco que sueñas con gobernar, hasta muy poco con su ferro al fondo de la rada de la resignación, ya vira su ferro, ya vuelve a navegar, sin nada nuevo, con sus mismos sueños, con su misma ilusión; recién pintada la sonrisa en su roda, brillante su nombre a cada lado tras los escobenes como imaginarios ojos que ansían ver más y mejor, mientras sin matrícula a popa dejas la estela burbujeante sin saber qué te encontrarás a cada vuelta de hélice vital, pero seguro de no encontrar más medida que la de ser tu mismo sobre la rueda del viejo timón oculto hasta entonces tras cenizas de realidad.

Quedan aún pasos que dar hasta que la rada quede tras la estela de tu nave. Difíciles pasos donde la derrota ha de ser hecha a verdadero pulmón, sin dobleces y esperando cualquier golpe de cañón al que responder sin más que seguir avante, pues es avante donde la paz de la tempestad limpia con sus mares golpeando, rozará heridas y cicatrices devorando sus gangrenas para devolver una piel nueva sobre un gastado cuerpo.

No dan más, eso es lo que por radio desde la vieja emisora del Destino me han comunicado y todos sabemos que no está permitido el desperdicio de semejante singladura, una y personal, en gratuitos sacrificios que solo llevarán al desastre y el verdadero dolor en un viaje al mismo lugar pues todos van con el mismo destino final.

No hay mas, no dan más, es lo que hay. Es el timón de tu vida al que aferrar tus manos sin dudar y virar donde tu corazón te dicte, donde tu instinto perciba qué será bueno para la nave que porta tu vida; la razón déjala que sea quien mantenga todo con vida y energía, no tiene mas objeto, pues solo serás pleno si dejas libre al corazón mientras mantienes a raya a la razón como simple soporte vital que permita ver si todo valió la pena en verdad.










1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya, Goñi supremo en esta canción. Y usted, capitán, soberbio en sus letras, para variar.

Orgullosa de atisbar una esquirla de sus escritos.