Ecuación del tiempo, lugar donde se observa lo que llega, lo que se va, lo que nos deja, lo que creemos que vendrá. Tiempo aparente, tiempo verdadero. Mirada del sol en el cuerpo trazador de su sombra; definidor del momento que visto te dirá si aún tienes tiempo aunque te mostrará el indefinible futuro escrito invisible de tus manos, que cuando ese tiempo aparente case con el real de tu vida por fin te ofrecerá la oportunidad de la partida, donde sabrás siempre el instante en que lo harás porque ya está hecho, nunca antes.
Esa razón que rige tu ecuación será la explicación por la que no llevar a zozobra tu corazón frente a las olas dibujadas e imaginadas en tu pensamiento por el miedo, el amor, la responsabilidad. Rige en la ecuación una diferencia entre el tiempo real y el aparente en el que viven el Sol y la Tierra como amantes y la Luna y las estrellas como escuchantes. Esa diferencia es la que define el dolor gratuito que aumentara siempre en su misma proporción.
No es posible adelantar ni alcanzar los tiempos reales imaginando su posición, se ha de alcanzarlos con la misma paciencia que su paso te demuestra. Tal deseo imposible en su ansia por alcanzarlo acaba por crear el imaginario mundo que torturando oculta el verdadero tiempo, que no es otro que el instante por el que se ha de vivir sin demora para estar preparado ante los infinitos instantes que van sucediéndose y de tal avance acabes alcanzando el antes temido por imaginado y que solo en su real momento será posible saber cómo actuar.
El puente de "El Holandés" aún fondeado. |
No dejemos que, además, maneje nuestro soberano imperio de cada instante.
Julio de 2011,
Golfo de Vizcaya,
A bordo de “El Holandés”
2 comentarios:
Grises Nubes ocultan el infinito azul del cielo un día más.
Oscuros cúmulos y estratocúmulos que no me dejan más que buscar entre sus entrañas el fin de algo, el porque de su nacimiento, como y cuando por fin dejaran caer sus frías gotas de agua sobre mi ya cansado rostro.
Cuando liberar el dolor de lo ya conocido, desde donde saltar a un vacío que me haga apreciar por fin la vida regalada, o tal vez simplemente prestada por capricho Divino y decidir, por fin, si deseo abrir o no ese paracaídas, si deseo cerrar los ojos muy muy fuerte, gritar, llorar como un niño durante esos últimos segundos y dejar que todo, por fin, termine
-metáfora-.
Hacia que mares navegar que me ayuden de nuevo a ser capaz de percibir su aroma, ese aroma que deseo llegue hasta muy dentro de mí, a sentir de nuevo la sal que impregne cada milímetro de mi piel, su sabor en mi boca, sentir que mi estómago se encoge de nuevo, no necesitar comer ni beber para vivir, sólo desear.. sentir.
Tal vez ya no existan esos mares, tal vez simplemente el agua bajo la quilla de mi barco discurre porque sí, porque ha sido construído para ello, porque está hecho para navegar sin más, porque el líquido elemento, más tarde o más temprano acabará colándose, muy poco a poco por cualquier pequeña grieta de las tantas y tantas ya creadas en él por preciosas y perfectas olas, por tantos y tantos golpes de mar a lo largo de miles de millas navegadas, lo envolverá por fin, abrazándolo suavemente, poco a poco, en silencio, como una madre lo hace con su hijo recién nacido, como dos amantes locamente enamorados después de hacer el amor durante toda una noche.
Sea como sea, hoy, un día más, otro día gris, de nuevo esas nubes que hacía un tiempo se habían casi desvanecido, vuelven a resurgir salidas de ninguna parte; infinitos peligros acechan a cada amura, inquietantes sensaciones que hacen que la navegación, no sea, una vez más, serena.
Personajes salidos de abismos desconocidos me impiden dejar que el espejo de popa, preciosa imagen de mi Santa Olaya, se aleje por fin de tanto dolor, como hacer ver, como hacer entender... el dolor causado, querer estar lejos de todo y de todos para, tal vez así, evitar más dolor gratuito, dolor no compartido ni por nadie comprendido.
Tal vez sólo mi mar me merece, tal vez sólo ella me hace estar vivo, tal vez sólo su perfume, sus caricias cuando las gotas de agua salidas de su infinito cuerpo me salpican, el miedo cuando se enfada y ese clamor de sus olas contra los acantilados, sus susurros mientras juega con la brisa, tal vez sólo ella... me ofrezca todo a cambio de nada.
Desde muy lejos, 13 Julio 2011
fdo.
S. Cefontes
Tiempo real... tiempo aparente... Difícil la posibilidad de que lleguen a casar algún día, a no ser en un instante de los que son capaces de parar el tiempo.
Alguna mirada, algún beso, alguna noticia, algún verso.
Un rayo de sol, un soplo de viento, una deseo cumplido, un inolvidable momento.
Es tan breve el instante que ni el tiempo real ni el aparente podrán gobernar esa nave.
Vivamos los breves instantes como si fueran horas. Alimentemos con ellos nuestro reloj interno. Ellos multiplicarán nuestro tiempo...ni aparente ni real, sólo nuestro...
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