Un segundo en el que dar una bordada sin temor al golpe de vela que lleve por el viento de babor a estribor la botavara. Un segundo en el que la estela se dibuja como el arco burbujeante por el que el sentido se torna de sur a norte, de este a oeste, en silencio sin demora, en ese segundo que es el tiempo infinito de la decisión clara, sencilla con la que puedes destruir lo que parecía tan firme. Como la estacha del velero firme al pantalán hasta que la gaza de forma simple en un segundo se libera de su cornamusa dando el deseo al barco por su propio ser sin filásticas, ni almas firmes de cabos engañosos que con un motivo por hilo lo mantiene entre aguas mansas.
Un segundo en el que arranca tu alma sobre montañas de aspecto recio pero ya de túneles horadadas por el mismo espíritu de superación que hacen lo difícil ya sencillo. Pisar el acelerador o dar el giro sobre sus propias ruedas, solo un segundo en el que las razones se agolpan en cuadrillas en delincuentes armados de filos cortantes dispuestos a matarse por ganar su reino en la mente de quien se afana por saber lo que se ha de hacer. Mafias en forma de argumentos crecidas por sentimientos, o por viejos recuerdos, quizá por ambiciones desmedidas o por el deseo de recuperar lo que nunca se tuvo. Todo en un segundo que se hace eterno cada vez que se plantee en el camino de la decisión huir del mismo cruce o cruzarse de nuevo por la misma etapa que siempre rompe entre desgarros da igual los ojos si las intenciones son las mismas.
Rebelión en ese segundo en el que victorioso acabas por fenecer para caer en el siguiente, en el que la luz de alguna estrella, sin tu saber a pesar de sentirlo, aliada con la cuadrilla de razones derrotada en el segundo anterior vuelve a resurgir atormentándote sin perdón ni piedad. Tratas de golpear tu cabeza, el lugar donde habita el pensamiento que no se detiene porque tú no lo detienes. Deseas saberte cuerdo y por serlo te sientes mal, maldices lo que deseas por saber que el siguiente segundo será cuando tengas claro el error que ya vislumbras, dejando aún así que tu deseo te lleve a donde tus ojos ya te avisan del peligro; y el segundo sin fin te acaba por derrotar mientras tus neumáticos dan ese giro empujados por los casi 200 caballos bramando en forma de V alegres por tener a donde ir sin rival que pueda enseñar su trasera mientras la estrella sobre su morro apunta firme hacia el sur.
Un segundo, un minuto, un año que en su pasar convierte lo increíble en imaginable hasta llegar a ser real como explosión retardada de lo deseado o temido. Pero, qué puede uno hacer con lo que seguramente nunca pudo haber pensado. Nada, simplemente capear o disfrutar de semejante temporal, resistir sus golpes duros, volar al máximo en las millas corridas al grito de la satisfacción hasta la siguiente ola que en su ascenso frene tus ánimos, para volverlos a dar velocidad de nuevo como el viejo vaivén de la relación entre quien se quiere sin saber por qué ni cómo.
Un segundo y el cielo es el suelo, húmedo y verde si la lluvia de la felicidad pretende regarlo con su bendición, frío, duro y helado si el desdén de la tristeza impuesta hace que la melancolía se transforme directamente en bilis sobre la piel solitaria ávida por recuerdos o nuevas situaciones que nunca podrán regresar. Pero entonces, ¿cuál de los dos cielos durará más? ¿El cielo que en el suelo es cielo o el cielo hecho infierno en el suelo? Nunca lo sabrás, parecerá que es el infierno el que más dura, todos lo piensan, pero ese segundo de tiempo será siempre tuyo y su eternidad será mayor cuanto más cerca de tu cielo se encuentre pues nunca lo podrás olvidar.
El segundo que llegará tras el que ya pasó no se siquiera donde me encontrará, pero si hay algo meridianamente claro es que lo hará, llegará y solo deseo que me pille vivo, sobre la mar, en la carretera o con quien lo quiera compartir sin más, sin estridencias, sin esperanzas, sin elementos que lo desvirtúen convirtiendo en uno mas de un andamio junto a otros hermanos como él del tiempo, hipotecados en alguna locura sin futuro que no es otra cosa que buscar el fin sin disfrutar de los medios.
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