viernes, 22 de junio de 2012

Luna Llena





Luna, gata  soberana, viejo brillo cargado de infinitas vidas vividas nos has dejado esta noche. Hace ya  muchos meses que  nos separamos por razones que no son de tu ser ni de tu sentir.  Aun recuerdo cómo llegaste a mi vida, pequeña, asustadiza frente al espejo, guerrera cuando  tú misma te enfrentabas a ti al surgir de este sin explicación. Mimosa por encontrarte sobre mi regazo, rugiendo tu ronroneo en cuanto te hacías con él para despedirte con un suave maullido antes de cerrar tus ojos.

¿Te acuerdas cuando nos fuimos de viaje desde Gijón a Barcelona? 1.000 km tu y yo en el que no pasaron más de dos horas y ya te acurrucaste entre mis piernas mientras conducía  con el miedo a que la poli me pusiera una multa. ¿Y la operadora del peaje de Zaragoza? Te sonrió con la sorpresa al cobrarme mientras le maullaste  algo como si quisieras decirle somos pareja, ¡y qué!.

Los partidos de futbol en el pasillo del piso en el que vivimos en Esparraguera. Tu expectante a un lado y yo lanzándote piedritas pequeñas que al final parabas casi todas. Y qué decir de tus paradas propias de Iker Casillas con las pelotas de papel que te lanzaba.  Lo hemos pasado bien tu y yo, aunque a veces no fue tanto como cuando nos embarcamos en avión de Barcelona a Asturias y tuviste una diarrea instantánea que no supe cómo conseguir que la gente no confundiera el olor en medio del avión con alguna fuga de mal tono de mi mismo.

Algo que nunca olvidare fueron cosas como cuando Hernán con tres días llegó a casa y con suavidad te acerqué a él y le olisqueaste la nariz  con una mirada indefinible de incomprensión, o cuando ya mas mayor te fue a coger y con un susto por mi parte le diste unos cuantos manotazos; parecía que lo ibas a dejar destrozado y solo le pegaste con tus manitas. O cuando cada noche te subías a la cuna de Diego y dormías acurrucada junto a sus pies tan pequeños como los tuyos.

Nos encantaba estar juntos, tu subida sobre mis brazos y  yo sintiendo el palpito de tu pequeño corazón.

Has sido alguien sentido y que he sentido cerca en los quince años que viví contigo. Has vivido feliz y plena como un gato es capaz de vivir y ahora en cada plenilunio te recordaré con ese estar sin más, sin buscar nada más que una manta de lana a la que sacarle las bolas al calor familiar.

Blanca como ella, radiante como ella, solo sé que has sido algo muy especial en esta vida tan ajetreada que nos toco vivir entre viajes y niños.


Luna, sigues ahí, seguirás ahí, con nosotros para siempre.


Gijón,22 de junio de 2012

1 comentario:

Alicia Abatilli dijo...

Hermosa Luna, sigue con ustedes, les heredó el misterio y su belleza.
Un abrazo.