sábado, 8 de agosto de 2009

"Tu rey es tu rey"

“…Y era allí, en el patio de los Reales Alcázares de Sevilla. Donde yo empezaba a penetrar la enjundia de aquel singular dogma que no supe entender en su momento: la lealtad que el capitán Alatriste profesaba, no al joven rubio que ahora estaba ante él, ni a su majestad católica, ni a la verdadera religión, ni a la idea que uno y otros representaban sobre la tierra; sino a la simple norma personal, libremente elegida a falta de otra mejor, resto del naufragio de ideas más generales y entusiastas, desvanecidas con la inocencia y la juventud. La regla que, fuera cual fuese, cierta o errada, lógica o no, justa o injusta, con razón o sin ella, los hombres como Diego Alatriste necesitaron siempre para ordenar- y soportar- el aparente caos de la vida. Y de ese modo , paradójicamente, mi amo se descubría con escrupuloso respeto ante su rey, no por resignación, ni por disciplina, sino por desesperanza. A fin de cuentas, a falta de viejos dioses en que confiar, y de grandes palabras que vocear durante el combate, siempre era bueno para la honra de cada cual, o al menos mejor que nada, tener a mano un rey por el que luchar y ante el que descubrirse, incluso aunque no se creyera en él…”



“El oro del rey” (Serie del Capitán Alatriste, Arturo Pérez Reverte)



¿Tu rey, cuál es?


Diego Alatriste en su desesperanza por que este mundo comenzase el verdadero tornaviaje hacía su origen primigenio, de manera pragmática, fría, cruel y si cabe sin temor, llevó el mundo a la suma de posibles e imposibles dejando para los cuartos ocultos del alma las amistades, obligaciones y verdaderas Lealtades por quienes son su razón.

Mil veces chocamos nosotros con semejantes en cuerpo mortal que rebuscan entre la miseria los dolores ajenos para servirse de ellos. Mil veces recuperamos el resuello ante la última traición apenas trazada en lo más superficial de la piel de uno de forma casi imperceptible. Mil veces traicionamos nosotros mismos de manera insignificante e indolora incluso para el mismo traicionado y seguimos adelante junto a él mismo en el caminar de su misma vida. Sabemos que lo que queda por delante es una repetición de golpes y abrazos tan virtuales como los que se esconden entre los leves reflejos de las pupilas de quien te observa. Planteas tus ánimos en orden frente a lo que crees como caos sin saber a ciencia cierta si tú eres ese mismo caos como desorden propio de la vida convulsa que provoca la humana contradicción.


Ves enfrente la lealtad que deseas hasta que esta se parece desmoronar por algún mal viento que golpeó tu propio aparejo y velamen, dándote una visión distinta de su rumbo y perfil sobre la mar de la Vida por la que navegáis “en conserva”. Al fin decides, en gran medida por factores casi siempre no percibidos por el ánimo que te mueve, romper los cabos de remolque, de arrastre, o de manera inversa largar otra maroma que te una y mantenga así los diferentes destinos de cada razón que perviven en común tránsito.

Lealtades que como al Capitán te dan orden y razón ante el caos del viaje salino por el viejo mar vital. Lealtades que por la Odisea que mil recaladas provoquen bajo la quilla de la nave de tu vida, mantenga el brazo firme de tu alma como piloto a bordo de esta. Orden que dirija la espada contra el dolor y claven la daga para siempre en el puro motivo de tu Gracia uniéndote a ella hasta el fin que paciente espera sin estridencias por tu tardanza.


Mientras, el caos acecha sabedor de que en su energía infinita reside la clave de su victoria, pues el orden y la razón sobre tu vida solo es una constante lucha sin fin para no caer entre las mesnadas del caos en perfecto cuadro de ataque y defensa, con las picas al en ángulo y los arcabuces humeando mechas prestos a la ofensiva final. Sabe también tu pequeña fuerza que su espíritu y convencimiento ante el enemigo perpetuo es la clave para resistir aunque nunca vencer.

Quizá sea así como se sentía el Capitán, quizá ser leal a tu rey, el que sea de tal nombre por ti de carne o idea, solo sea por desesperanza, por ser bueno como una bandera en forma de argumento, de motivo, de motor para continuar. Quizá la Lealtad sea el arma para sobrevivir como ser humano, quizá sea la medicina para curar el infame sentimiento del temor por la pura sensación de soledad cuando el caos te invade y te ves envuelto en el torbellino de las mil y una sensaciones sin control alguno por tu razón.


Quién no daría medio brazo por perderse entre las brumas de otro destino diferente del que puede vislumbrar algunas veces, esas cuando la resaca en plena bajamar del ánimo le muestra a uno los escollos en los que más tarde o más temprano descansarán las cuadernas con las que hizo el camino. Pero, como Diego Alatriste, en estos tiempos en los que toca bandear sin más conocimiento que los del viejo capitán por muy avanzados tengamos la técnica, dejaremos que el orden y la razón sean nuestros maestros aunque sin dejar nunca cerrado el paso al sueño vivo, al sueño consciente que permita sentir que tras la bruma de mil destinos recorridos no hay sino lo que deseas mientras lo vives despierto entre letras, cuentos, relatos y algún que otro golpe de mar real a bordo de algún pequeño cascarón que sin saberlo te permita rozar ese cielo de otra forma inalcanzable.





Por eso ruego mi lealtad se mantenga conmigo tan leal yo a ella como ella a mí…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Oiváaaaaaaaaa, Vigo!!!!!!!!!!! ( perdón,soy humana, ajjajajajaja)

Anónimo dijo...

Hola que tal mi nombres es Steffy, y veo que su blog
es original con mucho contenido realmente interesante.

Le cuento que tengo un directorio llamado "Mundo Inicio" me gustaría saber si usted
está interesado en formar parte de el, a cambio le pediría si podría enlazar uno
de mis 2 blogs que tengo, una es de "apuestas deportivas" y la otra habla sobre la
"ruleta y casinos en general". Porfa si estas interesado o quieres saber más al respecto no
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Un fuerte abrazo. Saludos
Atte: Steffy

Armida Leticia dijo...

Paso a dejar un saludo desde México.