jueves, 7 de enero de 2010

No habrá montaña mas alta... (49)


…Eran cuatro fragatas todas de distinto porte las que se aparecieron a sotavento de la flota como fruta en dulce inesperada, la encalmada las había dejado mas cerca de Tierra Firme de lo esperado y en aquél momento doblaban con más miedo que precaución los bajíos que precedían a las Islas de San Bernardo. No eran naves con el porte suficiente para atacar una ciudad como Cartagena, por lo que estaba claro que sus intenciones eran menos violentas y de naturaleza más cercana a la pura crematística.


- Don Carlos, a la vista se confirma que son naves de contrabando, van muy cargadas para ser parte de alguna flota que pretenda atacar.


- Tenéis razón, Don Miguel, que las portas de sus cañones casi embarcan agua y con tal rumbo de seguro que buscan en la orilla oeste de la isla de Barú a sus contactos con quien hacer sus malditos negocios. No son rivales tales fragatas por muchos cañones que presenten que sin maniobra acertada la victoria estará de nuestro lado. ¡Orden de combate! ¡Que la capitana entre por el oeste cerrándoles la huida mientras nuestra fragata las hostiga y nosotros les cortamos la proa!

- ¡A la orden! ¡Don Carlos viran en redondo!

- ¡Con más razón, pues!¡A ellos sin tregua!

Las cuatro fragatas aún no habían izado su pabellón aunque no quedaba duda que sus intenciones eran la de escapar pues entre sus cuadernas era más mercadería que pólvora lo que portaban  con lo que la pérdida era mayor que la posible ganacia entablando combate. El negocio del contrabando había sido una constante durante la última mitad del pasado siglo, pero tras la guerra de sucesión se vió incrementado por la debilidad de España frente a Holanda e Inglaterra. Poco a poco el poderío naval se fue incrementando y el contrabando sin lograr su total exterminio fue reducido de forma progresiva con el esfuerzo y el tesón de las autoridades que no de los comerciantes a los que el monopolio de las flotas impuesto desde la misma España ahogaba en sus legítimas aspiraciones de progreso.

- ¡Al fin, capitán! ¡Son del holandés las cuatro!

Sabedoras de su imposibilidad de desembarazo ante aquella tenaza era el orgullo lo que no habrían de perder, por lo que el vencer o morir es en la mar una cuestión de honra el hacerlo en pie y sin negar su origen. La batalla  así comenzó cuando nuestra fragata de renombre “Pingüe Volante” y de matrícula en la Real Armada “San José” plantó su mayor andar ante las pesadas homónimas una andanada sobre las cuatro de sus 18 cañones de babor mientras estas sin encogimiento alguno largaron desde sus más de cincuenta cañones entre todas sucesivas andanadas que poco daño causaron por la buena maniobra además de veloz respuesta. Durante dos horas el combate se fue dando a partes iguales en el desacierto, pues el “Catalán” que estaba más cerca de ellas no entraba a matar al temer encallar sobre alguno de los bajíos que amenazaban, mientras las cuatro fragatas aprovechaban sus calados menores para mantener las distancias sobre la capitana. Sólo la fragata española lograba hacer algún impacto, mas al instante del fogonazo debía escapar pues sus 18 cañones de cada costado eran poco para los más de cincuenta que presentaba entre todas como antes relaté. Tras esas dos horas en tales escarceos donde poco pudo hacer el “Estrella del Mar” mas que cobrar cables de distancia en su aproximación al fin doblaron las islas de San Bernardo con la inmensa bahía que presidía la villa de Santiago de Tolú  abierta  y luminosa sobre sus arenas en calma. La furia en Don Carlos bramó como la de uno de sus cañones de la 1ª batería.

- ¡Malditos sean esos herejes que la mar se los lleve! ¡De orden a la capitana de su caza!

Mientras las fragatas se adentraban sobre la bahía el “Catalán” negó su entrada por temor a varar virando hacia el otro extremo de la bahía para cerrar el paso.

- ¡Capitán! La capitana teme varar y considera mejor bloquear el paso de la fragatas más hacia el sur. ¡¿Mantenemos la persecución nosotros?!

Una mirada de furia atravesó al teniente Grifol

- ¡Quien se para a pensar está perdido! ¡Nada son y tras la islas el calado es fiable al ciento! ¡¡¡ Rumbo oeste suroeste y sin tregua hasta que Dios lo permita!!!

Con el viento a un largo el navío daba más velocidad que las fragatas, mientras  éstas se preocupaban de sortear las andanadas del “Pingüe Volante”. Así los cañones de caza, a proa del “Estrella” al fin dieron con la popa de la fragata mas rezagada. Un grito de júbilo corrió por el combés al que el eco en las dos baterías siguió como el trueno al rayo en la tormenta. Mientras el “Catalán” trataba de bloquear el paso, desde el “Estrella” se dio orden de caza a esta fragata tocada con lo que la nuestra encaró ya claro el rumbo sobre ella. Mientras, a bordo del “Estrella” se dio orden de aprestar el abordaje en el que Daniel no había parado en sus labores como paje de pólvora; fue en ese momento en el que con un gesto en su mirada y un chuzo de abordaje en su mano derecha pidió permiso para ser parte del trozo de abordaje. El teniente Grifol sin más que rebatir ante el gesto  de indudable convicción no tuvo más remedio que darle venia en un ligero tono condescendiente y rimbombante  con el que le espetó tal responso.

- Mucho deseáis recorrer en una sola travesía y tal cosa solo acabara llevando a vuestro ánimo a la indigestión, más os concedo el privilegio de abordar la fragata. Antes bien no olvidéis que vuestra vida es no sólo de valía para vos, sino para vuestra madre y nuestro rey quien espera de vos un buen oficial de su Armada. Tened cuidado y ante el arrojo valorad antes vuestras posibilidades de triunfo. ¡Suerte y que Santiago os guarde!

Se podía observar el nombre ya de la fragata en su balconada de popa. Desde las vergas del Estrella los infantes de marina que apuntaban esperaban a la orden de Don Miguel para abrir fuego sobre la que se hacía  llamar "Adriana Catalina". Y esta orden llegó.

- ¡¡¡Fuegooo!!!

A su orden los mosquetes en su repiqueteo se vieron ahogados por los pedreros en su sordo cañoneo con grafios de abordaje como andanada. Los frascos incendiarios no se lanzaron por desear recuperar la nave que se veía ya como nueva presa.

- ¡Adelante, caballeros! ¡¡¡Santiago y cierra, España!!!




Con un grito que a cualquiera que se viera en tal terrible posición paralizaría sus miembros, más de trescientos hombres se plantaron sin otro presente que los chuzos de letal punta o de las bocas mordiendo los cortos sables de abordaje que así permitieran percibir al enemigo el aliento mortal de quien su vida pretende cobrarse. Media victoria significaba el garfio anclado en la contraria nave si era el pabellón del Rey Católico el que orgulloso flameaba en la popa, que famosos y temibles fuimos siempre cuando la brega se plantaba a “tocapenoles” y así provocamos que britanos acabaran por buscar en la artillería su ventaja. No era este el caso que el combate estaba claro y la victoria parecía en las manos…

1 comentario:

Anónimo dijo...

'Chuzo' y 'tocapenoles', mi tarea para hoy, que desconozco el significado. Grande, maestro.