Abrazos en el reencuentro de dos amigos que se sentían hermanos de mar. Aquél 1 de junio el círculo de nuevo volvió a cerrar sus trazos anudando los destinos de esos dos hombres sobre la madera silenciosa, pulida testigo de combates, encuentros y muertes entre derrotas y victorias de sus humanos servidores. No tuvieron más que la noche y el siguiente día para celebrar y compartir sus historias vividas desde su separación meses atrás. Segisfredo fue sincero en sus sentimientos relatándole su estado y el de su amada Mª Jesús a la que sentía como ya perdida en la villa y corte sin que el destino tuviera a bien brindarle la chanza de encontrarse con su piel de nuevo tan cerca como para permitirse el lujo verdadero de seguir a su corazón abandonando la razón como motor de su destino.
Daniel le devolvió a la realidad de su destino a bordo, donde todo estaba supeditado y dirigido a la partida para combatir al turco enmascarado de pirata argelino.
- Mi querido teniente, estamos a una orden de partida por parte de nuestro teniente general Don Francisco de Cornejo y su segundo en el “Santiago”, Don Blas de Lezo. Llevamos una formidable escuadra con una dotación que no podrá rechazar el moro si es que se atreve. Te necesito para poner orden a bordo, no puedo ni debo descabalgar de su puesto a mi segundo a bordo, Don José Cienfuegos y por eso quiero que te hagas con la artillería y todo lo que signifique pura guerra a boca de cañón y si se tercia un buen combate a toca penoles serás tú mi aguerrido quien lleve la voz cantante, que tengo a un encopetado teniente de fragata, futuro duque de no sé qué orilla de rio, al que he acogotado con que deberá hacer lo que no sabría hacer ni con la mitad de la guardia real sobre el enemigo. Hazte con semejante grande de España y me lo cuentas después.
- Vaya como me lo pones. Aunque creo que saldremos bien de esta con semejante liebre de los mares. Salvo por el padre de Mª Jesús que me proporcionó todo lo necesario para hacer del “Santa Rosa” el bergantín mas lustroso de toda la Real Armada, creo que tienes a la “Minerva” para recibir a su majestad católica en plena coronación.
- Cosas del duque este que buenos caudales e influencias tiene y con un poco de miedo desde este que te habla hace que fluyan cabos, pintura, velamen y hasta pan de oro para las balaustradas y barandales. Pero bueno dejemos al futuro duque y preparemos el trabajo que quiero una dotación propia de plantar cara al inglés sin más temor que el de morir antes de clavar andanada a lumbre de agua y no poder ver como se hunde su gallardete britano frente a nuestra amura de babor o estribor…
La conversación fluyo por infinitos derroteros de mar, amor y guerra con la libertad y la confianza que dos verdaderos amigos pueden llegar a portar como contrapeso y benigno lastre que hace de sus naves buenos artificios en el arte de la navegación sobre el océano vital.
Maniobras, duros entrenamientos hicieron de la Minerva un buen referente de aquella escuadra que se aprestaba a zarpar en pocos días hacia el sur del Mediterráneo. Como así tenía que ser, el 12 de junio
de 1732 desde el navío del teniente general Don Francisco Cornejo se llamó a consejo a los comandantes de navíos, fragatas y galeras al navío “Santiago”, pues Don Francisco era en verdad el jefe de la escuadra, mas era consciente que la figura de su segundo en la escuadra, Don Blas de Lezo, era quien en verdad llevaba el liderazgo de aquella empresa en lo tocante a tema naval.
La cámara del comandante del navío “Santiago” era amplia aunque en aquellos instantes no cabía un alfiler, se encontraban reunidos los comandantes de las galeras, bombardas, galeotas, los doce navíos y por supuesto los de las fragatas, donde orgulloso aunque comedido se mantenía algo retrasado nuestro Daniel. El consejo de comandantes fue como se esperaba un perfecto decálogo de responsabilidades a cada uno de los capitanes en sus diferentes navíos según sus portes y sus capacidades. Llego el turno a Daniel y como bien sabía por mandar lo más parecido a la mar pura vestida sobre madera con forma de nave su misión sería la de largar velas y volar sobre las rastreras a la búsqueda de enemigo o de aviso de combate, pura confusión con la mar mientras la tensión de sus bocas de fuego mantenían en porte seguro y orgulloso ante cualquiera que pretendiera detenerla. El sueño verdadero de marino con deseo real de serlo. Don Francisco Cornejo como deseando remarcar quien era el jefe de escuadra tras las órdenes navales dadas por Don Blas de Lezo largó el discurso propio de militar antes de un combate que aún podría demorar lo que los vientos y los dioses de la mar decidieran interponer. Palabras que acabaron tal que así:
- …caballeros, nuestro segundo jefe de escuadra les ha dejado claro sus respectivos cometidos, a estos soy yo como su supremo comandante el que les dice que ha llegado el momento de demostrar nuestro valor como miembros de la Real Armada. Confío en que todos los que aquí estamos combatiremos con honor frente a semejantes bastardos hijos del turco amamantados por el oro robado a nuestros compatriotas en la mar y en nuestra propia tierra. Por todo eso, por nuestro Rey y bajo su bandera aniquilaremos ese nido y los ganaremos para nuestro reino. Luchad con orgullo y honor a proa siempre de vuestros hombres sin siquiera mostrar las arrugas del miedo que detengan a quienes por jefes os consideran. ¡Viva el rey!
Con el viva a la Real Armada todo el mundo retornó a su navío quedando alistados y a la espera de la señal de partida desde la nave almirante.
Al fin tras la señal de partida con la pleamar del siguiente día 15de junio de 1732 la escuadra, enorme y orgullosa levó anclas con destino a Orán y su castillo de Mazalquivir donde plantar el valor y la pólvora del rey en las mismas perneras del bey argelino. Con algunas horas de adelanto y cumpliendo las órdenes dadas en el consejo la “Minerva” zarpó para patrullar el cuadrante sur sureste varias leguas avante de la escuadra en busca de espía o enemigo que pretendiera dar aviso o cortar el paso con insolencia suicida a semejante muestra de poderío naval y militar. Un viento contrario del sur suroeste parecía combatir contra la escuadra, no pudiendo con la “Minerva”, que aproada al sur sureste, con su través plantado a este viento daba los casi siete nudos pintando una estela propia de estrella fugaz con la felicidad dibujada en la sonrisa de infante de su comandante. La batalla aún estaba por arribar…
1 comentario:
¡Regresaste!
¡Qué bueno!
A completar tu próximo libro.
Tu próximo sueño.
Tu próximo puerto.
Un abrazo, Josu.
Alicia
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