Regresamos, desde hace varias horas ya se avistan las costas de la Ciudad Vieja de la Rutina, por lejana temporalmente, casi añorada aunque sea por un instante, aunque nunca llegará al segundo. Los vientos parece remolones a empujar y engolfar las velas de este navío que por una vez y sin que sirva de precedente desea recalar entre los muelles y el contradique de semejante puerto, pues desde la soledad de la libertad sin más rumbo que los deseos, algún mensaje cifrado recibido y decodificado después con una máquina ya descatalogada, parecía hacerle temer que acontecían situaciones extrañas y de calado profundo.
Aun a vista de pájaro de los muelles, diques y faros que delimitan su entrada todo parece normal, casi diría que hasta las grúas no parecen cargar o descargar mercancía alguna. Largaremos el ferro en la zona de fondeo como ya comenté tras el contradique y esperaremos a que desde el puerto nos marquen órdenes o al menos nos indiquen destinos, que como escuché a un viejo capitán cuando su buque permanecía inmóvil más de una semana sobre las aceitosas aguas de cualquier puerto decía con voz agria: “tales lugares no son buena cosa… ¡Se pudren los barcos y lo hombres se van al diablo!”.
Parece esta derrota un fin de ciclo en tantos aspectos como puntas dibuja la rosa de los vientos. Quizá sea la rutina como ungüento mágico, hermanastro de aquel viejo Bálsamo de Fierabrás, la que nos permita dar ese salto desde ese puerto a los rumbos y destinos que tanto soñamos los que en pocas horas en él recalaremos. Nuevas vidas cargadas de sentido por los sentimientos avistados a lo lejos entre nubes de realidad, nuevos retos por los que, como tales, transportar a donde se precie la magistral y el flete de quien manda, nuevas cuadernas que ya se atisban como realidades al tacto de la yema de estos dedos desengañados entre deseos aun no encontrados.
¡Atención, Máquinas! ¡Media! ¡Preparados para la maniobra! Mil veces ese mando se habrá dado y mil veces se habrá obedecido con el deseo en la mente escrito de la arribada desde la mar del libre deseo para amarrar el buque en la rada del orden por la razón del hombre como excusa. Donde la vida aferrada al cable seguro del artificio humano nos dará refugio, calor y alimento ocultando con esa neblina falsa la verdadera esencia del alma de agua y sal sobre una cubierta de metal o madera que, con el dios Sol y sus reyes del Este y del Oeste soplando cada uno en su latitud, nos permitan sentir que la vida es ir y venir sin otra razón que la de sentir sin límites mientras lloras o ríes a pleno pulmón, solo a con quien desee lo mismo sin otra explicación.
¡Fondo Ferro! ¡Maquinas Atrás! El metálico golpeteo de cada eslabón y su contrete sobre el escoben como una boca vomitando argumentos por la que abandonar mares y cielos. Un grillete, dos grilletes, para qué mas, con semejante ferro sobre el limo negro de la rada no habrá viento liberador que rompa tal cadena. ¿O sí? Desde este buque aún nada sabemos, quizá mañana pie en tierra descubramos lo que encierra esta ciudad tantas veces visitada, que siempre en su primer golpe aparece con sorprendente aspecto, pero que acaba por hacer honor a su nombre, dándonos el deseo del embarque y la partida “A órdenes” para después poder enfilar el destino más lejano posible y así continuar en la navegación del sentir mientras la vida en forma de tiempo trascurre sin miedo ni intención de detenerse por nadie.
Regresamos para recalar y cumplir con lo que sea oportuno. Solo queda saber cuál será la carga a transportar y su destino que nos encomienden desde el puerto…
1 comentario:
Feliz regreso.
Se te extrañaba.
Alicua
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