miércoles, 17 de febrero de 2016

25 de Agosto de 1948. ¿Pudo haber sido así?




Rayaba la meridiana  sobre la marea en la que balanceaba  sus cuadernas el balandro de nombre “Saltillo”. Amadrinaba entre  el maderamen ya más de 16 años  con guerra civil incluida y casi pérdida en ese derroche de odio y destrucción. Orgulloso algunos atrás en la Britania imperial entre  balandros de porte homenajeando a sus reyes britanos antes de su casi destrucción, o navegando a la capa en los primeros destellos oscuros de la dictadura del  superviviente golpista  a sus hermanos de casta de  crimen y religión.
El verano comenzaba a agonizar en el norte de esa España oscura y casi impenetrable a letras y culturas que no fueran la del fiero Dios, los brazos en alto y el silencio a la discrepancia. La última demora del timonel sobre la carta lo posicionaba frente a las costas de San Sebastián. Cinco millas  al través del Monte Higueldo a vista clara. Aquel balance venía dado por una mar tendida de poco más de metro y medio. Se llevaba bien gracias a que entre cada vaivén y cabeceo, un trago de  vino desde la bota compartida hacia de sedante ante la cada vez más tensa espera.

-      -   ¡Patrón, barco a dos cuartas a babor!



Todos  a bordo lo esperaban. Una chimenea oculta tras el penacho de humo negro daba aviso de que el “Hernán Cortés” se  aproximaba de forma rauda  a dejar morir su arrancada a dos millas del balandro. Dos millas  a popa, el “Azor”, viejo yate  de origen alemán que poco le quedaría de lustros de orgullosos porte por ser sustituido por el nuevo “Azor” a punto de botarse en el Ferrol un año después, aproximaba sus amuras al “Saltillo”. Después, de “Azor” pasaría a ser conocido como “Azorin”, que todo pierde su galanura frente a las comparaciones ante la nueva savia, sea de hierro o piel, cuando esta se desea ver.

-         - Ya lo tenemos aquí, Ignacio. Ice la señal de bienvenida.

La respuesta pronto se cuadró  junto al gallardete de  almirante que portaba el yate. Los preparativos ya estaba alistados y la tripulación de Don Juan presta cada uno a su cometido quedo la espera. Media hora después en una lancha galana,  el  rey sin corona enfundado en elegante traje subió a bordo del “Azor”. Don Juan y Don Jaime, rey sin corona y su hermano fueron recibidos por quien mandaba con puño de hierro y   fuerza de plomo una España encerrada. 



Trato cortés y educado al ciento, mar suave mientras el cañonero “Hernán Cortes” mantenía la escolta en atenta vigilancia. El futuro de nuestra sociedad se iba a enhebrar sobre aquella cubierta, un futuro que podemos decir ahora como presente real. Dos personajes que se necesitaban, uno para atesorar su continuidad y la de su macabro proyecto, el del otro el de su dinastía, denostada desde el comienzo del siglo XIX;  vieja familia soberana en sus propios vicios y menor sangre.

Se trataba de salvar el rancio abolengo aportando un posible futuro abierto a la modernidad que en cada golpe de luz que trataba de atisbar entre nubes negras de mitras, caciquismo y atraso secular, era apagada como si de frágil candela ante  vuelco de balde de agua pantanosa, pero igual de efectiva en su  acción sofocante.

 Tras la comida, abundante y deliciosa la conversación trascendente daba su comienzo letal.

-         - Excelencia, entiendo sus intenciones para dotar a nuestra patria de una sucesión coherente con sus pretensiones, pero considero que es mi derecho legítimo el trono de España. No puedo aceptar entregarle a mi hijo para su formación en sus reglas.

-          - Don Juan, no se ande con detalles que no son al caso. Tanto usted como su hijo garantizan la línea de la familia real legítima que deben regir los destinos de nuestra patria. Mas vuestra alteza, si me lo permite, no cuadra con los destinos de la Nueva España que tratamos de llevar a su fin. No admitiré nunca a quien habla de  bastardos sentidos basados una democracia caduca que solo ha traído bajo sus antepasados regios la más absoluta de las desgracias. Qué decir de su anglofilia, país en clara decadencia.

Don Juan no podía escuchar tales agravios, pero era la única vía que ya era conocedor como salida a su aislamiento. 

-          - Excelencia,  no entiendo la cesión en la educación de mi hijo  bajo su protección mas que el camino a la repetición de lo que preconiza como males de la patria. Corrupción de nuestras más altas magistraturas, orden para dar continuidad en la arbitrariedad de los poderes ya repartidos. ¿Volver a los principios de la restauración que mis antepasados aceptaron tras la 1ª República? Donde la invulnerabilidad de las castas destruyo nuestra monarquía y el país por entero. Hemos de aprovechar vuestra situación para abrir el país. Permítame educar a mi hijo en España, con vuestra ayuda y mi peso en la Europa que se alza sobre las ruinas de la guerra podremos ganar otro país.

Una sonrisa entreabierta bajo ese bigote al gusto de la época mostraba a las claras la negativa al logro de aquella  casi súplica ante el todopoderoso general.

-         - Querido Don Juan. Hemos de ser cautos y en verdad más visionarios. Este país no hemos de sacarlo del temor cristiano y  llevarlo a otro temor  basado en  el mensaje falso o verdadero, me importa poco, del caos de la ingobernabilidad al que nos llevó  un régimen  para el que no podemos estar y nunca habremos de estar preparados. La libertad es para otros países, eduquemos a su hijo en alguien afable, capaz de conceder derechos, que los confundan con la libertad y con ello hagamos desparecer esta. La Nación lo agradecerá, le aseguro que los partidos derrotados que ahora quieren asomar su cabeza en el lejano Méjico, o en la Francia vecina se avendrán como ya están avenidos los legales. Dejémosles un periodo de lucha baldía y cuando todo sea claro con su hijo podamos continuar de forma moderna con la vieja forma de ser de nuestro ser, recios y violentos ante los símbolos y de flojera ante la vida diaria. Para que la paz y el control de la sociedad siempre quede en donde nunca debía de haber salido.

 

No había hecho falta tal reunión, si cabe humillante.  Era consciente Don Juan que si su hijo no lo entregara, en aquellos momentos habría otro Borbón que lo fuera por él. Sus aspiraciones a un reinado donde el presidencialismo y la libertad de corte europeo no tenían cabida. La conversación aún se mantuvo más de una hora a popa del azor, el golpista iba a cobrase la presa más importante, que no era nadie más que quien le  sucediera formado por derecho de sucesión marcado por su ideario.

Con las lágrimas retenidas y la sonrisa afianzada en su rictus abandonó el yate para recogerse en el balandro, en otro tiempo bendecido por don Niceto Alcalá Zamora para recorrer los mares del globo. La partida ya estaba ganada de antemano aunque debiera combatirla por honor. 30 años más llevaría y hasta hoy 40 más sin otro que la situación en su esencia cambiara en sus derechos, pero no en sus libertades políticas y sociales más de los que se podría permitir sin cercenarlos en caso de riesgo.



A bordo del “Saltillo”, con la derrota marcada en las manos aferradas sobre la timonera, Don Juan dio orden de izar el velamen y en menos tiempo del que se dieron las señales de despedida desde el “Azor”, el balandro orgulloso ya afeitaba las olas con rumbo oeste  dejando al yate del golpista y su escolta embebido en su propio triunfo sobre la mar tendida.

Acababa de  ingresar en la escuela de náutica de Bilbao ese octubre del 84. Por la tarde nos llevaron al “Saltillo” para practicar sin salir, pues se encontraba en mal estado el balandro debido a un abandono que ya es historia por fortuna. No podía imaginar que en aquél  balandro a punto de restaurarse pudo haber comenzado el estado de las cosas hoy día.

 Aunque quizá nada fue así.


El saltillo en Gijón  actualmente

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