viernes, 17 de abril de 2020

Rolan los vientos



Hoy roló el viento. Ya ganamos una UCI al COVID19...



Rolan los vientos en medio de un temporal
orzando tu vida sobre su origen sin miedo ni mal;
mantienes el rumbo y demora en el sentimiento,
siguiendo entero gracias al mismo viento
que hasta allí te llevó sin siquiera saberlo.

Resistiendo, combatiendo...viviendo;
aguantando golpes impíos de un dios pagano;
aferrando tu fe al timón de la propia vida,
siempre sujeta al pálpito sereno de tu corazón.

Mientras, el vendaval de nacido desconocido
trata necio de desarbolar tu ánimo magullado
con imaginarias manos sádicas e impías,
tornando el ánimo forzado de enhiesto a vencido.

Convencido mantienes el  gobierno 
tu nave va, serena encapillando olas 
a duras penas por los imbornales vomitadas.

Rolan los vientos, descansa al fin la nave.
Viento a un largo, sonrisa en la dotación.
Vuelves con pudor tu mirada a popa,
escuchando el rasgar de la estela.
Nada se ve tras su efímero trazo inmortal.


En la memoria el recuerdo, tu piel y las heridas.
Vuelves avante, a tu gente, al compromiso y la acción
solo sabes lo que tienes.. tu gente y el corazón.
Por hacer, por crecer, por robar al destino sus ansias,
ganando el bien de todos con el esfuerzo y la dedicación.


Para todos los que están en 1ª linea y los que les damos soporte





miércoles, 11 de diciembre de 2019

Horizonte en la Bocana (3)



La quilla del Liberto con una escora de 90 grados frente al maretón dudaba qué hacer, quedar quilla al sol o volver a pelear hasta varar.  Mientras, fueron saltando al mar desde popa de forma secuencial los que quedaban, los últimos eran Manuel y Hernán.


Manuel comenzó a bajar, miraron ambos al océano desde donde llegaba la furia desbocada; mientras, esperaba el Viejo a que le diera espacio el Jefe en la escala y abandonar. Antes de aferrar la escala por parte del Viejo un estruendo metálico como un desgarro de muerte los paralizó un segundo, se miraron, se lo dijeron todo en esa mirada.  El Liberto había partido mientras comenzaba a ascender la quilla del todo al cielo encapotado. Manuel se soltó de la escala y se tiró al mar. Don Hernán no fue lo ágil que debiera o simplemente ese desgarro lo paralizó como si fuera el mismo quien lo hubiera sufrido…

Pasaron casi tres horas hasta que el Liberto ya cadáver varase yermo sobre la playa de Somo. En ese tiempo se fueron agrupando los tripulantes a resguardo de las olas en la playa. Las gentes de Somo les dieron mantas, ropas mientras encendieron hogueras. Había que decir que los equipos de salvamento estaban allí con la asistencia, pero nadie quería moverse de allí hasta no ver a su buque descansando ya, hasta no reencontrasen a todos. Nadie estaba herido, quizá alguna contusión, magulladuras sin importancia que mañana dolerían de verdad, hoy no era tiempo de sentirlo. Todo el mundo ya estaba allí, salvo don Hernán que en el último golpe duro de la ola de gracia que acabó con el Liberto desapareció entre espuma, furia y hierro.

Con un sonido leve el Liberto se posó en la arena. Ya varado se movía levemente a cada enorme golpe de ola que lo pintaba de blanco durante unos instantes frente a los focos de los equipos de salvamento. Nadie se movía, faltaba el Viejo. Era de noche, solo los focos y las linternas trataban de taladran la oscuridad sobre las olas, la espuma, su blanca negrura. 

- ¡Allí, parece algo a flote!

Juanón lo vio y saltó por encima de los operarios de salvamento y policía. Con la linterna y sin sentir el frio se metió en el agua, detrás de él Manuel, el Jefe, y varios más.  Era él. Su cuerpo inerme y casi varado como su barco descansaba cerca de él.
En silencio lo sacaron del agua, con mimo y respeto lo tumbaron sobre la arena alejado del agua. Los servicios quisieron taparlo, pero Juanón no lo permitió mientras miró al Jefe de Máquinas. Manuel Bergaretxe sabía lo que le pedía el viejo timonel. 
Todos alrededor entendieron los gestos. Manuel aspiró del aire de la noche, húmeda y tenebrosa y se decidió

- Estamos jodidos, nuestro barco ya solo es un trozo de acero y madera sin mas futuro que la chatarra que no sabe de historias vividas, de tragos duros, de buenos momentos. Pero eso no es nada. Nuestro capitán, el mismo de siempre, el que nos mantuvo a bordo a base de ánimo, motivos para seguir entre golpes de espalda y quizá algún exabrupto propio de quien manda se ha ido con él. Aquí lo tenemos, ahora descansa como su barco, como nuestro barco. A él como al Liberto el tiempo lo descompondrá, pero para nosotros no hay todavía Neptuno o Poseidón que se lo pueda llevar, aunque lo desee por no tener con qué saciar su impotencia.  La vida continua compañeros y continuará en nuestro recuerdo con él y con esta bocana donde lo perdimos como capitán, pero lo tendremos siempre en su ejemplo como líder, como padre de tantos hijos que hemos sido con necesidades en su comprensión, como compañero de decisiones unas de acierto y otras de error. Que su recuerdo nos una a partir de mañana con el sol que siempre vuelve y nos devuelva la razón de seguir por los que están, los que algo nos dieron y por nuestro capitán que todo nos lo dio. 

Quedaron en silencio mientras cada uno rezaba lo que sabía algo conformados por confirmar que la vida siempre sigue. Que el compendio de tantos dolores a veces seguidos, a veces en pequeñas mareas, solo envuelven el regalo de la sabiduría. Solo son pruebas para alcanzar el bien en cada paso que significa la felicidad, pues siempre hay algo bueno esperando tras la esquina de un mal cuando lo enfrentas o lo sabes esquivar,  pero nunca ocultar.

Poco después de aquellos instantes de oración se abrió el corro sobre el Viejo y dejaron a los servicios de rescate, jueces y policías que se llevaran a quien ya no estaba allí. Derrotados por la batalla perdida ante el mismo enemigo de siempre, tantas veces dador de libertad en su inmensidad, tantas otras agresivo y destructor sin piedad por quienes antes mimaba, fueron aceptando la ayuda de los servicios sanitarios, comida caliente, ropas secas y en pequeños grupos fueron hacia el hospital. Manuel Bergaretxe no pudo dejar de mirar hacia el Liberto en su varada final mientras el Land Rover de salvamento lo llevaba a Valdecilla. Su casi hermano, como el buque habían dejado ya de existir. La mar como la vida, la vida como ese océano repleto de posibilidades, abierto a mil rumbos a cada golpe de timón, cada uno con destinos diferentes; esa mar vital que en sus temporales no enseña a veces con dolor nuestra capacidad de seguir adelante siempre con el permiso de ella, hasta ese momento en que su decisión de finalizar es firme y ya nada de lo que era es, todo deja de ser importante…

Poco a poco Manuel comenzó a sonreír vagamente, su hermano seguía allí, la vida en su forma personal continuaba y por ello todo lo importante para el se mantenía. Descansaría, recuperaría ese ánimo que le permitía conservar su brega por alcanzar la línea de horizonte sabedor que esa línea y su recalada es la que ya logró Hernán, su hermano y viejo capitán del Liberto. 


La Fresneda, 1 de diciembre de 2019

martes, 3 de diciembre de 2019

Horizonte en la bocana (2)


...Una hora después, eterna como un siglo, el Liberto al fin se encontraba al través entre Mouro y Santa Marina. El milagro se podía convertir en realidad.

- ¡¡¡En cuanto dejemos el faro por la aleta de estribor todo avante hasta empotrarnos en Puerto Chico!!! ¡¡¡Virando una cuarta a estribor Juanón!!!

La tensión aquí era máxima. Durante un espacio mínimo pero interminable iba a presentar el Liberto su costado de estribor a la mar; vieja dama que podía sentir la posibilidad de perder su presa, de zafarse de ese maretón sin mesura y la piedad en esos momentos no era la cualidad de ella ofuscada entre vientos sin freno.



Don Hernán llevó el telégrafo de máquinas a su posición máxima, “Toda”. El tintineo arriba no significaba nada. Era muy importante recibir la respuesta desde el corazón del Liberto. Pocos segundos después la respuesta esperada llegó.  Eso no iba a suponer mucho más en velocidad, pero sí que abajo supieran que ya enfilaban la bocana y la vida podía de nuevo empezar a sonreír. Pero lo que no tiene remedio no puede enmendarse por deseo y el silencio acudió a confirmar la sentencia.

- ¡Capitán! Estamos sin máquina.
- ¡Ya lo veo, cojones!

El silencio que supone a bordo la máquina parada vomitó su realidad como un disparo a bocajarro en la sien. El vacío de la indefensión sobre la realidad agresiva que era esa mar vestida de muerte derrumbó ánimos, destruyo esperanzas y el único sentimiento era el del escalofrío ante una noche desnudo en el Ártico. Don Hernán llamó a la Sala de Máquinas. No tardó alguien en responder. Era su compañero de mar, su hermano de agua y sal, Manuel Bergaretxe, Jefe de Máquinas hecho en los moldes de la vieja escuela.

- Hernán. No hay máquina. El eje está bloqueado, la chumacera se ha gripado. He tenido que parar el motor principal o el daño sería mayor. Está entrando agua, pero no es peligroso. Supongo que el peligro esta fuera. Aquí no hay nada que hacer.

La calma de su sentencia demostraba la seguridad de que todo están perdido allí abajo, solo quedaba mantener los auxiliares para dar tensión y abandonar el barco a la orden del viejo. El longevo motor lo había dado todo, nadie se preocupó de él salvo sus servidores que a su lado y con él permanecían.
Había que maniobrar y jugarse lo que quedaba a la carta de la varada. Somo estaba con su playa enfrente. Con el maretón del NNW podría alcanzar a meter al Liberto su proa sobre ella. Pero la maniobra iniciada a enfilar la bocana había puesto el flanco de Estribor a las olas y sin gobierno; eso implicaba atravesarse hasta ser devorados al gusto de la mar vestida hoy de mujer fatal.
El viejo llamó al radio, había que dar aviso ya del desastre y pedir ayuda para lo quedara tras la debacle.

- ¡A la orden Don Hernán!
- Carlos, da el aviso a Santander radio. Estanos sin gobierno y vamos a embarrancar. En cuanto termine prepárese para abandonar el buque a mi señal.

No hubo comentarios, Carlos, casi de los últimos radiotelegrafistas con presencia a bordo no pensaba que acabaría así. Se metió en el cuarto de la radio y trató de comunicar.  Los golpes de mar no paraban en su empeño…

- ¡Atención, por Estribor!

Juanón no podía enfilar el Liberto y de costado a la mar no pudo evitar que 7 metros de ola como una muralla en mal estado se derrumbase con toda su energía sobre el costado. El silencio en la nave permitió sentir el golpe cruel, los crujidos de cuadernas, mamparos y los cristales de tambuchos y ojos de buey ya ciegos para siempre. La escora se convirtió en una pared, la energía se fue abajo. Todo el mundo se preparaba para abandonar el buque, aunque esa era la última acción y siempre como última opción.

La ola pasó, aun habría 10 o 15 segundos hasta la siguiente. El palacio de la Magdalena parecía observarlos desde sus ventanales como ojos desorbitados. En Somo la gente ya se había dado cuenta y se preparaba en la playa para ayudar en lo que fuera. La radio no había funcionado pero los servicios de rescate estaban en marcha, aunque solo fueran para recoger los restos.

- ¡Señal de evacuación al tifón! Todos a la cubierta de estribor.

Por fortuna las olas siguientes siguieron castigando al Liberto pero fueron de menor tamaño lo que permitió a todos agruparse sobre la aleta de estribor lo mas a popa posible. Se podía adivinar la orilla de la playa de Somo. El liberto a pesar de la paliza que estaba recibiendo los protegía de ella mientras mas deprisa de lo que parecía se acercaba a varar sobre ella. Había que estar listos para el golpe y ser más listos que este. A voz en grito Don Hernán debía dejar clara las acciones y la seguridad en sus almas a todos.

- ¡Atención a todos! Arriaremos el bote de estribor, aunque se lo lleve la mar nos podrá servir a flote si flota. ¡Después todos a popa y en cuanto lo tengamos a varar todo el mundo fuera por las escalas o como fuera y largando lejos del Liberto!



Acaban de llegar los hombres desde la sala de Máquinas. Un apretón entre Manuel y Hernán, una mirada y todo estaba claro. La cadencia de las olas continuaba y un grito de Juanón los preparó para otra ola de mas de siete metros que golpeó superando el costado doblando el barco hasta sacar su quilla al aire. Todos salvo Juanón, el jefe de máquinas y dos más además del viejo cayeron al mar mientras el bote salvavidas quedo convertido en astillas. La playa estaba allí, la tripulación sobre el agua nadaba como un ejército en desbandada hacia aquella arena salvadora antes de que los aplastase el Liberto, antes su casa y salvación. Mientras a bordo casi colgados se mantenían aferrados a lo que fuera posible los cuatro hombres a la espera de que recuperase la estabilidad el buque...

domingo, 1 de diciembre de 2019

Horizonte en la Bocana (1)



Golpeaban como rociones a golpe de ola a través cualquier amura del “Liberto” aunque fuera aguanieve empujada por un viento atronador. Semejante golpeteo de agua helada trataba de inundar y taladrar la cubierta del aquel viejo candray que defendía su dignidad como los grandes héroes venidos a menos en su fuerza mas no en su impostura. La nieve, que nunca se había visto a la entrada de la bocana entre las islas de Mouro y Santa Marina, embadurnaba chigres, cabullería y perfilaba las Macgregor como si doblaran su espesor, se diluía agolpes de aquella metralla  semilíquida.


Las cabillas aferradas por las manos de Juanón, el timonel de guardia, mantenían con tensión a la nave de los golpes de ola que, como manos impías, empujaban desde el espejo de popa a el “Liberto” sobre el lomo de otra ola justo a proa de sí mismo, como si deseara clavar esta sobre ella.  Las posibilidades de “pasar por ojo” desde la popa eran inmensas. Esas “manos impías” podrían convertirse en las que dieran el manto de espuma y sal definitivo sobre el viejo mercante hasta dejarlo al garete de aquella realidad vestida de hiena, ávida de almas y metal.





Grande como el propio guardacalor, Juanón miraba a tientas y de reojo hacia babor donde Don Hernán, sereno, sin otra atadura en sus manos que su tazón de latón maltratado calentaba sus manos. El viejo capitán, casi parte del oxido del Liberto, trataba de distinguir las luces que a duras penas destilaba en sus destellos el faro de la Isla de Mouro. Esa calma devolvía a Juanón la tensión justa para mantener la crujía sobre las olas. A veces, un comentario o un simple gruñido sin explicación desde la boca del viejo bastaba para comprender que era necesario encapillar algo de espuma a babor o coger más derecha la caída al valle oscuro entre cresta de sal.

Todo dependía de la serenidad, la experiencia y la calma entre tanta tempestad; bueno y de que el guardacalor en su chimenea final siguiera bendiciendo lo que en la máquina se celebrase.

- ¡Juanón, mantenga la enfilación entre Mouro y el Puntal como si le colgara cada grado de desviación como tonelada en cada huevo! Hay que ganar al menos una milla antes de virar contra Somo. ¡No se ve un carajo, maldito el temporal y la virgen que lo manda!
- Lo intento, capitán. Esta duro como nunca y esta lluvia no deja ver. Mientras haya arrancada…
Don Hernán, supersticioso a pesar de sus blasfemias no aceptaba dar ideas al Destino, fueran del Infierno o de la misma Providencia, fulminó con una mirada al timonel que de los nervios se había traicionado.
- ¡Mas te vale que no paren los pistones del cabezón de Manolo, porque te pongo a remar sobre la chalupa más pequeña!

En su furia rebosaba el temor contenido que brotó como relámpago de verano. Sin dejar el tazón aun con café humeante, llamó al Jefe de Máquinas. Tras varios intentos exasperantes girando la bobina del comunicador logró que el 2º alcanzase a descolgar el telefonillo por el que escupían sordas los rugidos de las máquinas en el puente de mando.

- ¡Maquinas!
- ¡Manolo, como va eso! ¡Estamos a 4 millas de Mouro y la bocana nos empezará a dar abrigo en menos tiempo de lo que nos dure el puro que nos espera después de cenar en La Calandra
- ¡Capitán, soy Leandro, el 2º! ¡El Jefe esta sobre el eje de cola que no va bien! La chumacera está perdiendo aceite.

Aquello no era nada tranquilizador. Don Hernán sabía que no podía hacer nada salvo confiar en su Jefe de Máquinas con el que habían llevado aquel candray por el resto del hemisferio cuando era el orgullo de la pequeña naviera que fundó su padre. Colgó el comunicador con la instrucción de que se le llamase en caso de novedades. Había que aguantar.

Aquellas cuatro millas se iban a convertir en valores infinitos a partir de aquel momento. La tensión y la vigilancia sería ahora cosa añadida tanto sobre la buena maniobra en el rumbo de entrada, como sobre el bendito vibrar de la estructura que significaba la vida de todos. A cada revolución como verdadero pálpito dado por aquella máquina MAN de 6.000 Cv. construida en los gloriosos tiempos de los astilleros del Cantábrico ya cerrados, todos le dejaban sus deseos prendidos en mil oraciones mal aprendidas. Con cada empopada la proa se adentraba en el lomo de la ola precedente hasta salir como el Miura que resopla a cada capotazo cruel de un torero sin rostro.

Alrededor de ellos, vigilantes, silenciosos, milenarios en su saber, testigos de otros temporales, notarios de fe de hombres desaparecidos como de navíos escarnecidos justo al besar sus orillas, nada les hacía temblar a aquellos dos monumentos de roca, Ajo y Mayor con su hermano menor, Quintres. 
No existía piedad en ellos, Don Hernán, y Juanón lo sabían, Leandro con el Jefe allí abajo, sin verlos también eran conscientes que tan sólo serían sus manos, su tesón y el deseo de salir adelante los que les daría el permiso de vivir delante de su propio hogar.

Dejó la nieve aguada de serlo para vestirse de lluvia cerrada, racheada, empujada por un Sur rolando a SSE de temporal duro con rachas de 80 nudos. Nada se veía desde el puente, el GPS quería ayudar y lo hacía desde sus satélites en paz, pero Poseidón tenía claro que aquel viejo vaso de metal debía ser una presa para él. La mar furiosa de viento venía cruzada del NNW con un rumbo de empopada del Liberto sobre ese viento trepanador casi del SSE que hacía de los cabeceos un ensayo de suicidio solo evitado por la potencia en servicio que los viejos caballos de mercante desgastado por el maltrato, la edad y el olvido de sus armadores trataban de mantener...

martes, 11 de diciembre de 2018

Ganando Barlovento



Al pairo sobre el paralelo de las oceánicas calmas.
Olvidados los frescos alisios ya en este ecuador
donde el tiempo pervive de mil y un solo color
sobre una mar compartida por las mismas almas.

Un fogonazo, una impresión, un golpe de pasión.
Las miradas de tu alrededor dormitan su sueño,
mas en el tuyo, eres tú quien percibe a su dueño,
su mirada, como licor divino a la espera de libación.

Vibran los mástiles al tímido golpe de viento ya vivo,
arrullo de mar sobre cuadernas, caricias brotando en pura delicia.
Es ya tu piel una estela de suaves pliegues a rasgar sin malicia.

Brújula vestida de tu nombre, imán aferrado al limbo flotante
que es tu piel en dulce movimiento prendida de férreo arbotante:
la verdadera razón de tu ser en mí, del mero placer de quererte a ti.



domingo, 9 de diciembre de 2018

Llegando la Primavera



Sigue amaneciendo sobre los campos de trigo,
el viento compartiendo su fuerza contigo
risueño, fugaz, silbando al salir de su abrigo.
Palpitando sin freno sobre verdades enhiestas
entre pieles hambrientas de roces y cielos
henchidos de puro ensalmo en nubes furiosas.

Celajes en movimiento dibujando sílabas sin eco,
haciendo de tu rompecabezas un verso eterno
por el que la mirada  aturde y marea al leerlo.
Más lo entiendo, bebiendo sin más de tu puro destello
saciado en tu luz sobre un baile en puro movimiento.

Incólume la fuerza por su cierre al abrazo
en el mero placer de ganarnos saciados
así ensamblados,
así, sin razón entre ambos encajados,
cual eco que retorna a tu boca tras anterior impulso,
así mi aliento retorna a tu ser sin haberse marchado.

Corriendo, bajo chorros de lágrimas de mar,
disfrutando, a cada golpe del mismo mar,
degustando, cada minuto entre el buen yantar,
maravillando, a cada golpe de luz del buen pintar.
Sin pretensiones, dejando que cada letra se haga verso
sobre la esencia entre almas de si mismas hambrientas
en deseos de lo que hasta ayer eran propios de hereje converso.





 Primavera, Diciembre de 2018

miércoles, 5 de diciembre de 2018

TODOS EN EL MISMO BARCO



Todos a bordo, en el mismo barco. Nada nos puede conmover mas a quienes sentimos el sentido de esa frase, del por qué enfrentarse a algo, de la razón por la que enfocar los esfuerzos sobre un destino. Lugar, objetivo, puerto, marca, nivel, hecho que supone un logro de la empresa común vestida de buque, de instalación, de grupo humano, de sentido propio vital en un conjunto mayor de pálpitos. Algo que reduce los miedos sobre el acechante fracaso vestido de mil maneras, ese que siempre tendrá acólitos a su compás.

Saber que tus decisiones deberían ser cubiertas por la lealtad inequívoca de tus superiores y de quienes contigo se fajan frente al temporal en esa soledad que se genera cuando se toman decisiones. Ese empuje que supera reservas físicas, condiciones mentales. Donde serás capaz de poner frente a los enemigos de tu gente por debajo y por encima tu criterio leal sobre ellos parando el golpe para después avantear sobre el resultado sabedor de tu bien, que no es otro que la conciencia de sentirte en consonancia con tu equipo, de que debajo de las planchas de la cubierta que pisas están ellos, que no han abandonado la nave.

¿Por qué pensar así, por qué no abandonarse a la realidad; esa que con su crudeza y poder inmaterial, por mucho que la ocultaras, siempre saldrá triunfante y más violenta cuanto más profunda o más tiempo la tratases de ocultar?. Porque es así como debemos acabar, debemos bregar contra su sino, demostrar que la realidad debe cambiar a otra dimensión. Que es posible, como fue posible salir con vida de la banquisa, de la Isla Elefante, alcanzar las Georgias y rescatar a su equipo, a su gente. Shackleton pudo demostrar que estar en el mismo barco es empatizar con quienes tienes como equipo, como compañeros, los que te darán el triunfo o con quienes deberás compartir los fracasos que así nunca lo serán, solo otra recalada para abrirse paso a nuevos puertos.

Pero la realidad que pretende imponerse sobre nuestra aceptación alienada es la de "sálvese quien pueda", permitir a los que sus conciencias no les abulta mas del pequeño grano  situado allí donde no pueda comprobarse que dejen todo  a su albur o a romperse solo sin asumir un gramo de propiedad en ello. Como dejar que un país se pierda a sangre y fuego mientras por ejemplo él, el felón, pervive en un castigo propiedad de los mismos que así destruyen las vidas de los que a él mismo lo defienden. De quienes hacen  a sus  propios ciudadanos morir sin piedad, sin más gloria que la de un trapo de colores mientras ellos se enriquecen trasportando esos mismo cuerpos al otro hemisferio en sus compañías navieras, o los que envían  el poco orgullo naval aun vivo a justificar la venta  de lo robado en sangre a  los mismos que dirigen a ese matadero. Y después de cada fracaso   no hay mas que culpar al que luchó por evitarlo mientras ellos, indignados con su halo patriótico se diluyen en palabrería, mandando juzgar al leal.

Cuántos sabemos que no están, ni estarán en el mismo barco. Lo sabemos, lo sabremos siempre, pero como siempre nos creeremos nuestros propios fundamentos para caer de nuevo en el pozo de la rabia y la desesperación por querer una cosa, luchar por ella y ser golpeados con esa realidad malvada. Cómo fue aquello que bien quedó escrito en el Mio Cid. “Señor, qué buen vasallo si tuviere buen señor”. Nada ha cambiado salvo la estética. ¿Quedarán héroes en algún lugar que nos permitan seguir creyendo que todo es verdad y seguir empecinados en sacar avante lo que se considera verdad?.

2018, se acaba cargado de incertidumbres, unas políticas,  otras laborales, algunas sociales. Incertidumbres que nunca lo debían haber sido. Pero por cumplirse la máxima de quien olvida su propia historia estará obligado a repetirla estamos así, la polarización de la sociedad esta servida. Nuestra esencia nos lleva a vivir cómodos en ese "modus" y después de dejar a los que nunca estuvieron en el mismo barco pudrieran las instituciones sobre un sistema pervertido a su gusto ahora nos han introducido en el tobogán de la división progresiva.  Cosas que ya se vivieron en la primera Restauración con personajes de la misma calaña aunque, de lejos, ahora se les vea con un halo superior.

Pues bien acabaremos peleando entre nosotros, creyéndonos sus peroratas y como ovejas conducidas por el pastor a cuatro patas combatiremos mas tarde o más temprano. Quienes deseemos no entrar en esa dinámica, conscientes del fracaso, nos tacharán de renegados, traidores y de que no estamos en el mismo barco. Antes de que llegue ese instante hay que prepararse frente a este tipo de personajes y hoy día tenemos buenos ejemplos en la política por supuesto, en el trabajo, por desgracia, en la sociedad por defecto.

Tal situación me importa bien poco. Ernest lo logró a pesar de todo y fue el que mejor lo degustó tras la hazaña, Don Blas de Lezo lo logró, aunque fue denostado y aun se buscan sus restos hoy día. Todo hay que decirlo, el primero era de un país donde se valoran los méritos, el segundo es de un país donde los méritos son motivo de agresión. Por ambos, por Peral al que lo mismo le hicieron, por tantos héroes anónimos y por quienes tienes cerca y sabes de su valía, la que te aportan a ti mismo, por ellos empujando saldremos a partir el mar de la ignorancia y la desidia hispánica hasta que  se nos agote la energía.

Brindo por los que me rodean, por los que me están demostrando pundonor, valía, lealtad y ganas de ganar el propio orgullo profesional. Por quienes quiero y me quieren y están ahí como yo espero estarlo. No se si saldremos de esta, pero habrá que empezar por reírse de todos ellos para destruir su halo de falsos dioses y salvadores de no se que sociedad, patria o empresa que confunden con su trasero personal.

Como bien dejo escrito Don Francisco de Quevedo y Villegas…





DONDE NO HAY JUSTICIA ES UN PELIGRO TENER RAZÓN


viernes, 16 de diciembre de 2016

Chispas y estrellas

Golpe inesperado sobre la aleta de estribor,
un instante y todo cambia del delirio al dolor.
Golpes morales sobre alienadas conciencias
nunca para semejante derrota entrenadas.

Simple y complicado, todo del mismo lado,
singladuras sempiternas sin detener su andar.
Simple Lo que al cielo ya esta entregado,
complicado seguir porfiando en navegar.



Besos y raíces nacientes desde donde uno escribe,
Miradas  y sonrisas vueltas al vendaval liberto
donde la chispa titila en verdad ya liberada.

Sol que alumbra entre rendijas de necias compuertas,
olas derribando ignorantes puertas batientes,
frente a la pura mar, furiosa sobre los corazones
anegando, evitando distingos entre sus embates
provocando el refugio único, al que solo Ella te podrá llevar,
Sentir, sentir, sentir, sentir.

Rasgando la mar por orgullosa roda roja,
avistando Tu estrella en eterna compañía
desde lo alto mientras  proteges a estas dos almas,
Metálica una, de carne otra; tuyas, de nadie más.

Preciosa la noche, ganando milla avante a la Vida;
sin saber, sabiéndolo ya,  con el fin por derrota final.
Brega y combate por el que guiar  sentidos,
pliegues imaginados y con cada ola superados
como escala real de paso entre mis sueños y tus sentidos

Late el Corazón

Por Ti, por la Apuesta que de ello se traspone ante mi.
Corazón y andar, donde estas botas calzadas de quilla y rezón
dejen estela y sensato avantear por un verdadero latido sin razón.


viernes, 11 de noviembre de 2016

Sueños y Raices


Tantos sueños vivos entre vigilia,
tantas metas libres en permanencia
erguidas con tenacidad e inocencia,
combatientes frente a la homilía.



Sentido vigente si el corazón late
frente a voces negras, fútiles,
sempiternas entre excusas reales,
cobardes, sin fuste que así las delate.

Manos desnudas pintando el cielo
en colores vertidos desde mi alma
a cada instante de destello de calma.



No hay cenizas sin fuegos, ni meta sin destino,
definiendo cada piel en su tacto,

como cada sueño en su asombroso impacto.




sábado, 5 de noviembre de 2016

Desde mi atalaya

Luces de puerto que rielan en la ensenada oeste, calmas, silentes sin  interrupciones, dejando huellas imborrables por inexistentes. Un poco más al norte la negra oscuridad hierve ahogada entre los designios por lo que vendrá tras su telón. La calma  que  parece eterna, en pocas horas huirá a uña de caballo como quien no sabe mantenerse como tal ante  retos de furias y vendavales, sabedora de su alternancia sempiterna.

Reflejos de interior que se confunden en su éter salino mientras golpeas un teclado que todo lo acepta. Retos nuevos en las mismas cuadernas sobre viejos libros, viejos recuerdos vividos  que se vuelven a visionar en cada ventana, buques de acero entrando y saliendo ayudados por pequeños  mulos de carga que pese a su fuerza nunca se harían a partir mares más avante de unas pocas millas al norte. Recuerdos que se cruzan entre luces rojas  y verdes, blancos topes de popa, mientras recala un mercante, de una caja sale un manojo de viejas fotos a bordo de otros buques, padres sin apellido del que se  dispone a largar estachas y maromas sobre norayes cansados y resignados a  dar firma a cada nave.

Ventanas cerradas tratando de evitar la entrada de sus vientos, con su aroma  a sudor y hierro humedecido entre agua y sal. Ventanas que siguen queriendo aislar el seco y rutinario golpe de la maza sobre el futuro mamparo que dará alas  entre golpes de mar a almas contradictorias por el ansia de partir esos mares mientras se combaten en el ansia de regresar al brazo  donde el calor se siente.

Atalaya recuperada por la que poder recibir lo vivido sin  sentirlo abandonado, desde donde poder ver al pequeño navío  metálico ávido de viento que descansa a menos de  10 cables desde donde esto escribo. Hermanado con  lo recuperado, amaneciendo cada vez más pronto  entre estrellas reales  tras nubes de realidad.  

Trazando derrota como en cada nueva singladura,  virando el cable del ancla vital, calculando cabos a doblar, puntos de destino imaginarios desde la misma silla donde poder ver si hay rizos sobre las olas en la ensenada y así zarpar a cada amanecida desde la misma mar alcanzada y reencontrada a la vista. Tratando de sentir los caprichos de mi verdadera dama, independiente de los que mantiene vivos sobre su piel, ávida de vientos por los que elevar de suaves pliegues a salvaje piel erizada, sol por el que bullir con la pasión del huracán, del tornado pasional, que todo lo lleva por delante sin calcular daños o dolor ajeno.

Llueve  de forma leve, poco a poco será la fuerza  mayor. No será nunca nada, pues agua sobre si misma nada empequeñece salvo su ansia por superar a su madre océana. Mucho sería si golpease con fuerza  en tierras baldías,  poco es o nada su suicidio entre mares. Pero escuchar su sonido sobre la ensenada en calma o sobre el trapo  de mi viejo navío no tiene parangón, no se puede explicar sin poder sentirlo habiéndolo vivido. Y tras haberlo vivido esta atalaya será la que permita revivirlo al poder ver su lento o rudo golpear sobre la ensenada.



Refulge el arco iris anunciando el frente que ya arriba a boga de combate por el oeste. Alguna luz blanca de embarcación insegura que se recoge se divisa entre el chubasco que, en pura nube a ras de mar, va  devorando el destello hasta convertirlo en la nada. La noche va entregando su destino sobre la derrota solar, por rutinaria  hoy resulta algo nueva como el frío que ya se ha instalado en nuestras vidas.

Trato  de memorizar, grabando en mi  futuro recuerdo las imágenes de las primeras nubes correosas marcando las líneas de ataque posicionadas por la división de  zapadores en forma de viento. No quiero olvidar este momento en calma a este lado de la atalaya, al otro la violencia del frío  entre humedades y vientos como recibimiento que hacen pleno este corazón tras  varios cabos doblados.


Avante de este momento mas cabos habrá que doblar,  desconocidos y  sin más acierto que la suerte de la decisión tomada, el labio mordido y la convicción plena de lo que hubiera de encarar dando máquina a este corazón.





lunes, 17 de octubre de 2016

No lo Hagas



Nada que debas, pero no deseas,
nada que parezca, pero no sea.

No lo hagas. Quizá te duela,
pero después no habrá razón que te consuele.



Espera a verlo, a sentirlo,
sea entonces cuando no permitas perderlo.
Lucha, pelea, disfruta, llora, vive amándolo.



En tu mirada, en tu alma,
pleno será el motivo,
pleno el sentido,
eterna la sonrisa,
y deslumbrante el brillo.

Si no lo sientes, no lo hagas