jueves, 27 de noviembre de 2008

Tu, mi viento




Eolo en ese caprichoso e inexplicable soplar, tan propio de dios que sabe tal, hace que te muevas siempre bajo el cetros de sus cuatro reyes que sustentan la rosa tantas veces mirada con ansia en medio de mares repletos de cresta de espumosas interrogaciones. Llegas desde tierras y mares lejanos cargado de las dádivas que suave, invisible y de forma inevitable recoges en tales viajes.



Si llegas desde el sur, tu peso ligero por la humedad perdida entre amarillos trigales castellanos hace que el calor nos sobre entre las ropas que no sabemos quitar del tacto de nuestra piel acostumbrados a que un brusco viraje traigan el frío que siempre se agazapa tras cualquier loma que surja.



Si, en cambio, nos apareces desde el ignoto oeste, desde lugares donde reinan las borrascas y los valles de agua, tus espaldas imaginarias acuden cargadas del líquido elixir de la vida, sin la sal que allí, con esa clase de quién se hizo a si mismo, sabes abandonar volcándolo sobre nuestros hombros sin remisión, paraguas, boinas, tejadillos, todo con tal de esperar a que escampe cuando tenga a bien su majestad ventosa.


A veces, por extrañas conjunciones de un retorcido Eolo que de tal guisa se alumbró ese día, se hacen aliados temporales su dos reyezuelos menores del norte y sur y una bocanada de puro norte invernal sacude nuestros pómulos, haciéndolos temblar como infantes al que una mala digestión convirtió un cuento en terrible pesadilla nocturna. Nos queda el barómetro y un paseo sobre el rompeolas para sentir lo vivido hace ya mas de diez años en medio de mares impíos.


Pero el momento estelar del día, ese en el que las promesas acaban cumpliéndose siempre por la luz que genera su fuerza, es cuando vienes vestido de viento seco como el del sur, con el frescor que quisiera tener el que del norte viene si pudiera, lanzándote desde la tierra de los viejos francos y, como esa piedra de caras planas y extrema delgadez con la que uno jugaba de pequeño a la rana sobre el lecho de aquél río, de un salto sobre este golfo de Vizcaya te plantas sobre mi acantilado, sobre mi piel anunciando sol, risas e intemporales carreras frentes a olas que suaves se rinden a nuestros pies, mezcla de piel y arena.


Todos, cada uno en su tiempo divino convergen sobre mi como los hierros de aquel navío perdido cercano al polo sur, que directos se abaten sobre la serena y terrible esfinge de los hielos, impasible y paciente, cargada de tantas partes de naves que rompieron vida y se quedaron para siempre allí. Tu, mi viento en mil formas que son mil vidas, converges ocupando un lugar cercano, creando la huella propia de todas esas vidas invisibles sobre mi piel que simula ser esa esfinge. Tu, mi viento te pegas a la memoria de mi piel como lo hacía el oxidado metal a la singular esfinge helada que con tanto detalle me relató Verne.

Vientos que traen historias, vientos que golpean, sonríen, destruyen, secan, riegan, impulsan, hielan, alientan…









Vientos, invisibles como almas.
No los veo pero los siento.




Se que existen,




y es mi alma la que transita en ellos.

8 comentarios:

djuna72 dijo...

"No me pidas que te deje ni que te dé la espalda
Iré donde tu vayas, me quedaré donde estés
Tu gente será la mía, tu Dios mi Dios
Y nada excepto la muerte podrá separarnos".
Ruth a Naomí.RUTH,I;16-17.

Mil gracias por invitarme a conocer tu nuevo tesoro. Es un placer leerte, como siempre, y aún más si me regalas al gran Cernuda.
Dulces sueños, don Blas y hasta el sábado.

Armida Leticia dijo...

En la cultura prehispánica, al viento le llamaban Ehécatl. Uno de los cuatro elementos.

Saludos desde México.

Alfonso Saborido dijo...

Es curioso la importancia del viento. Yo vivo en la otra punta de la península, y aquí los vientos nos marcan la vida. Si viene del oeste nos traen las lluvias, si vienen del norte, los cielos despejados y el frío, que ya el valle del Guadalquivir se encargará de calentar, pero si viene del Levante, si es verano, este paraíso se vuelve un infierno. El aire cálido del Sahara, el polvo en el ambiente, te hace perder la razón y te hierve la sangre. Y el ruido. Mucho ruido de árboles. Ramas que se caen. Crujidos. Malos olores de las tuberías del las ciudades.
Pero hay otros vientos que salieron de aquí empujando velas, y llevaron a marineros a seguir el paralelo 28.
El viento marca nuestras vidas, sin duda...

MATISEL dijo...

El viento siempre trae mensajes, pasados y futuros, sólo hay que saber escucharlo, nunca es sólo ruido...

Besos, escritor.

SOMMER dijo...

Los vientos traen tantas cosas como llevan. Por eso son tan cautivadores...

Abrazos y besos, amigo.

➔ Sill Scaroni dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
➔ Sill Scaroni dijo...

El viento lleva y trae la lluvia, semillas, sonidos ... y es tan bello sentir su fuerza.
Saludos.
Sill

Anónimo dijo...

A mi simplemente me encanta este blog, siga escribiendo por favor..
Cordialmente,

Hajar Fawzi.