El corazón ya late al viejo ritmo, pulso intermitente que antaño crecía y decrecía sin compejos frente a tantas almas que lograban como yo sobrevivir entre tentáculos urbanos que no temían a nada más que a que el aire libre oxigenara sus propias garras, dejando así escapar a la vieja rutina repleta de horarios, cruces y prisas entre facturas y trenes perdidos por no perder el que sabes que siempre te espera con gesto de vencedor, como quinto jinete de la tan anunciada Apocalipsis.
Un viejo deseo brota mientras caminas sobre viejos caminos de arcilla y basalto a través del valle de las mil palmeras en el que escucho canciones de otras décadas tocadas por un músico al borde la carretera sin otro salario que una gorra llena de monedas y su propia libertad. En sus arrugas se perciben los lustros pasados con la gloria y la pena de un imparable Cronos siempre presionando por ganar un segundo más a su propio reloj. Entre todo los sempiternos volcanes extintos aunque presentes en cada mirada imaginaria deseosa de darles vida, de verse en los ojos Don Andrés Lorenzo, el viejo cura de Yaiza cuando los temblores pasaron a explosiones de fuego y cenizas.
Mientras, a pocas leguas más al este de las que recorría el viejo padre los castillos de San Gabriel y San José, tan mimados por el mismo Cronos, se cuidan de que la historia los contemple. Quizá esto sea lo que sus piedras crean al verse en el reflejo del mismo océano, pero es otro castillo pasto del salitre del mismo océano en el que la herrumbre ha dado paso ya al mismo aire cuando la marea lo permite el que campea solo con sus glorias al viento.
Mis ojos lo encontraron sin esperar hacerlo, igual que al hombre que revivía viejas canciones en medio del más puro turismo trepanador de postales y paella. Dos golpes de vida en los que la propia fuerza de sus pulmones en el humano y la del mismo Eolo cortándose a si mismo entre los cables ya solo suspendidos sin tensión en el marino daban vida con sus canciones a mi imaginación.
El mismo tubo metálico que allí me dejó es ahora el que me devuelve al pulso vital que la misma tierra es volver a pisar, tierra a la que le acaricia un mismo mar por el que algún día poder regresar sin otro billete que el de puro deseo, sin otra provisión que la del aliento por escuchar el viejo eco que dejó mi grito silencioso entre aquellos dos seres que por un momento anularon mi voz por sentirme su hermano menor presto por su ejemplo.
42º 03´Norte, 5º 19´oeste, ya falta poco, el sol que brilló durante la “condicional” se despide ya. Mis ojos se cierran, mañana comienza ya...
3 comentarios:
¡Qué gusto tenerte de nuevo entre nos!
Se te echaba de menos.
Ese huequito a la hora del café o el postre de una buena cena que ninguna otra cosa podía llenar, irreemplazable.
Bienvenido y bienhallado.
Y como siempre, como no podía ser de otra manera, un placer.
Un admirador
Agradecerte la visita al Tren... tu casa... y mostrar mi sorpresa al encontrarme con este blog... me ha gustado lo leido... un abrazo amigo.
ENcantada de volver a leerte.
Bienvenido
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