viernes, 6 de noviembre de 2009

No habrá montaña mas alta... (31)


…Primera noche fondeados, primera noche de verdadero descanso tras jornadas curtidas a golpes de mar que ya sea suaves o violentos, necios ellos no dejan nunca de hacerlo y mantener de tal manera el alma y cuerpo dolorido de quien a bordo pervive. Hubo en todos los barcos fiestas de diverso calibre según que cada maestre o piloto tuviera en mayor o menor medida su capacidad consentidora. En las siguientes jornadas muchos bajarían a tierra, otros aunque a bordo sentirían de nuevo los sabores de la comida fresca mientras observaban el embarque de pequeño ganado, que sería su comida futura en las jornada siguientes hasta embocar el Caribe hispano; mar verdadero que esperaba con ansia las mercaderías sujetas al mercado que nuestro rey borbón se obstinaba como sus antecesores Austrias a bloquear a los extranjeros. Solo un navío britano que llamaban “de permiso” los acompañaba y al que esperaban se les uniese esta vez en aquél puerto, el nombre de tal navío era el “Royal George”. En este negocio era tan solidarios sus intereses a los de los mercaderes hispanos que se aprestaban tales herejes a combatir al lado de sus centenarios enemigos contra los propios contrabandistas y corsarios de su misma madre, por ser estos últimos causa idéntica de la ruina que significaba no vender sus productos en las diversas ferias que se organizaban para intercambiar la plata peruana y mexicana. Gran parte de este preciado metal en muchas ocasiones ya se habían volatilizado camino de Europa en manos de tales hijos de su mismo reino. Por suerte llegaban sin retraso años de ascensión en la recuperación de los tráficos gracias a las flotas guardacostas y “de aviso” hispanas instauradas por Patiño y gracias a estas la situación poco a poco se iba recuperando.


Una semana fue el tiempo de permanencia en Santa Cruz en la que se hizo acopio de agua y provisión mientras se estibaban mercancías de los propios comerciantes canarios que derecho a ello tenían. Por las reales ordenanzas había establecido el permiso de embarque de 50 familias canarias por cada tonelada que desde allí partiese hacia Tierra Firme, por lo que casi cien personas obtuvieron venia para su embarque en la flota en esta ocasión. Andaban los navíos rebosantes en carga tanto de mercancías como de dotación y víveres, pero con un cálculo estricto de espacios se logro “estibar” a todos entre los diferentes componentes de la escuadra comercial.

De tal modo y manera dos familias fueron a las que les correspondió embarcar en “La Virgen de Valbanera” donde nuestra familia permanecía a la espera de zarpar. La primera familia era un grupo de cinco miembros que embarcaban con su acomodación arreglada gracias a sus “posibles” en la cubierta inferior cerca de la cocina, a cubierto de mar y lluvia durante la navegación. La otra familia, de aspecto humilde y con verdadera timidez, una vez sobre cubierta en esa misma situación se mantuvo estática y expectante observando algún espacio donde arrumbar sus escasos pertrechos. Eran tres personas, padre y madre que abrazaban a una pequeña de no más de 7 años que todo lo miraba con una sonrisa al final de cada cambio de enfilación en su mirada. Inés, como no podría ser de otra manera, seguida de María que arrastraba a Miguel bajaron del alcázar de popa hasta plantar sus rostros frente a los de aquél trío de almas sorprendidas por la clara maniobra de aproximación de Inés como verdadero buque insignia de la familia León.


- Buenos días tengáis y bienvenidos al Virgen de Valbanera. Mi nombre es Inés León, esta es mi cuñada María Fueyo y mi sobrino Miguel. Por vuestra expresión desorientada veo que precisáis ayuda, que nosotros si tal cosa no os causa ofensa os podemos ofrecer.


El cabeza de la exigua familia con la misma cara de sorpresa casi no acierta a contestar, pero al final engulló la poca saliva que quedaba en su boca y respondió


- Gracias por vuestro recibimiento, mi nombre es Fabián Bracamonte, esta son mi esposa Raquel y nuestra hija Alicia. Nos han destinado a este navío para el viaje, no esperábamos ser elegidos para ello pues no tenemos caudales y tan solo disponemos del pequeño equipaje que podéis vos ver y nuestras manos como pago. Cualquier ayuda que puedan vuestras mercedes ofrecernos será bienvenida y aceptada con verdadero agradecimiento por nuestra humilde familia.

Una reverencia algo tosca hizo a Inés imposible de contener una risita a lo que María entró con decisión.

- Pues no debemos hablar más en medio de la cubierta de la nave, que entorpecemos las labores de los marineros, así que si os así parece, acompañadnos a nuestras pequeñas acomodaciones bajo el alcázar que aunque pequeñas seguro que darán cabida a vuestras mercedes.


Con celeridad Fabián recogió el pequeño petate con sus pertenencias y caminó tras las decididas mujeres de los León. Fabián era un hombre alto, de piel morena por el sol propio de tales latitudes, más delgado por causa de las privaciones que por constitución y de andares con cierto desgarbo, su pelo claro lo hacía distinguirse entre las cabezas mas morenas y bajas que dominaban la dotación. Su esposa Raquel era mujer de proporciones algo más recogidas y redondeadas que la hacían más cercana y maternal, de mirada alegre tras el velo de la necesidad, por su aspecto podría deducirse que no habrían superado en mucho la veintena en su edad. Alicia desmarcaba un poco su imagen de la de sus padres, liviana como ellos por las mismas razones, hablaba y hablaba con los cabos, velas, marineros y ahora sin dejar de hacerlo casi, lo hacía con Miguel que la sonreía sin saber por qué. Morena con el mismo contraste de su padre en el pelo, su mirada aun sin esquinas aportaba alegría a quien la recibía.

Pedro León sabedor que si antes tenía una hermana de inagotable empuje e imparable ímpetu, ahora era un verdadero frente femenino el que se había encargado de asumir en sus nupcias con María Fueyo. Aquella resignación era pura felicidad para un hombre consciente de sus limitaciones sociales y aun gesticulando una dureza puramente teatral le encantaba cada nueva aventura en que acababa embarcado por ellas. Mientras todo el mundo se preparaba para cenar llegó el pequeño esquife del maestre que convocó a los pilotos a su cámara, causando el revuelo propio en la dotación pues aquello era señal indudable de que la partida estaba próxima. Mientras esto quedaba en la tensa espera por la fumata, las familias compartieron suelo y comida mientras comenzaban a conocerse.


- Y bien, Don Fabián. ¿De donde decis que sois vos y vuestra familia?


- Fabián, por favor, llámeme Fabián. Somos de una pequeña Villa al sur de la Isla llamada Vilaflor. Vendimos lo poco que habíamos ganado trabajando como aparceros en unas tierras y nos lanzamos con lo que aquí ve a ganarnos el futuro en el nuevo Mundo que llamaban donde trabajábamos. Dicen que unos buenos brazos valen más del triple allí que aquí y nuestra hija Alicia se merece tal riesgo a correr.


- Tenéis Razón, Fabián. Nosotros venimos de tierras castellanas, somos tejedores y eso queremos lograr, aunque no sabemos dónde ir pues nuestro primer destino era Veracruz en el México que allí también llaman a Nueva España. En cambio esta flota toma rumbo y destino a Cartagena.

- Así es Don Pedro. Nuestro deseo es alcanzar la villa de Cerritos del Cocorote donde parece que la producción de cacao demanda brazos y manos expertas en la agricultura. Además me dijeron que aquella región tiene un gran futuro y se están fundando nuevas villas…
- ¡Eso me interesa! Por favor, continuad contando mientras comemos.

En ello se encontraban cuando un rumor in crescendo sacudió la embarcación. La fumata era ya un hecho. El maestre desde el alcázar fue claro en su voz ante la dotación que lo observaba ya arremolinada en la cubierta principal.


- Mañana 16 de enero, con la venia de Nuestro Señor levaremos anclas a la señal de la Almiranta. ¡Quiero a todo el mundo listo y prevenido antes de que el alba despunte! ¡Nos espera Cartagena al otro lado del Océano!


Un grito de pura aclamación resonó en toda la bahía de Santa Cruz…




2 comentarios:

Armida Leticia dijo...

Qué lindo ver el nombre de México, y el de la Villa rica de la Vera Cruz (Veracruz), en este texto.

Saludos desde Tlalnepantla (En náhuatl, significa "tierra de en medio"), México.

Anónimo dijo...

Estos chicharreros, siempre aclamando........ains...qué ganas que zarpen.