jueves, 17 de noviembre de 2011

No habrá montaña mas alta... (120)


…La llegada  fue reparadora tras  el viaje desde Cádiz en el que habían dejado parte de su  vida fondeada entre maromas y anclotes con la esperanza que esta los reclamase  más pronto que tarde  de la mano del  viejo general Lezo y  volver a partir mares en nuevos  cometidos  bajo el pabellón real. Ahora eran mares de  viñas los que los circundaban, viñedos que   fermentados tras la cosecha   irían  al mismo destino  que sus propios sueños como  parte integrante del tercio de frutos que permitía el monopolio agonizante ahora  controlado desde Cádiz hacia el resto del imperio.

Diego García era su tío adoptivo quien más bien se había convertido en su padre real  desde que la familia de Daniel había partido  hacia  la Cartagena del otro hemisferio. Cuando Daniel regresó, este  lo recogió, protegió y ayudó hasta lograr verlo orgullosos sobre la cubierta del Santa Olaya. Todo lo demás  lo hemos visto y vivido con él mismo   ya como capitán de fragata a bordo de la fragata “Minerva” al mando  provisional de una pequeña escuadra de bloqueo en Orán y en la caza del navío del Bey, algo que  quedó  en cierta manera frustrada por no estar  el sarraceno  a bordo tras su captura.  

Ahora era el tiempo de la calma y la espera por mejores tiempos y  su tío los  acogió como verdaderos hijos en semejante trance. Diego García había pasado por una larga enfermedad que casi lo vence de forma cruel y definitiva, pero el destino no lo escribe nadie, tan solo  uno mismo sin siquiera saber su caligrafía y renglón.  Con dolor salió adelante venciendo parcialmente la enfermedad ya en el inicio del año en que vivimos esta historia de 1733. La llegada de su sobrino  alumbró su mirada y puedo decir que la de todo el servicio que lo tenía por   perdido tras la pírrica victoria vital presente en aquellos momentos.

Su mayordomo, Francisco Alcalá, tras  acomodar los equipajes   con la premura empujada por la ilusión de su amo preparó un refrigerio acorde con los calores incipientes que Mayo apunta siempre en  las tierras gaditanas. Así, al atardecer  con las frascas del mejor vino fresco fruto de sus viñedos acompañados de  platos fríos y calientes como en las mejores recepciones del  reino fueron Segisfredo Cefontes y Daniel Fueyo desgranando  sus peripecias, bien es verdad,  un poco  desordenadas y sin profundizar en cada acción y combate que ya quedarían jornadas por avante en las que relatar con todo lujo de detalles que  poco a poco devolvieran el brillo en la mirada de Diego imaginando en directo   mares, combates y furia  a mayor gloria de su rey cual si fuese infante al que no hay noche sin cuento que lo ilumine para poder  dormir.

-          ¿Y de vos, qué me contáis, tío?
-          De mi hay poco que relatar frente al brío y la  fuerza  de vuestras vidas. Cuando te embarcaste  quedé de nuevo  metido hasta el fondo de mis facultades en  mi hacienda y sus viñedos, las flotas no salen con la debida cadencia hacia  el otro lado del océano y se me acumulaban las barricas de vino sin poder darles salida. La presión por  mantener las cuentas y  la pelea con otros compañeros del negocio en el tercio de frutos que no sabría si devolverles tal nombre a estas alturas hizo que enfermase hasta hace unos meses. Las mercancías salieron al fin en uno de los convoyes de la flota de Nueva España hacia Veracruz, la calma volvió y  creo que con ella podría decir arribó mi curación asociada, por mucho que se empeñase Don Carlos, matasano afamado de la zona, que  insistía  en la bondad de sus boticas y ungüentos mientras me pasaba el recibo por tales maravillas. De buen señor es ser buen  pagador así que  pagué y doblemente descansé. Nada más tengo para contar. La industria en la Hacienda como ves ha crecido y espero dejar un buen legado a quien se digne en heredarme.
-          Vamos, tío. No sea cenizo, que entre Segisfredo y yo le vamos a  hacer recuperar ese ánimo en lo que nos deje.  Olvide al matasanos que nada bueno traen aunque mucho se les ruegue cuando duele, deje el trabajo en sus capataces y  tratemos de disfrutar este presente, puro regalo por ser lo que nos da el Señor, pues el pasado ya lo cobró y el futuro no sabemos cómo nos lo presentará, tan solo hemos de estar preparados  por lo que  se muestre   en el horizonte vital  mientras navegamos cada  segundo que nos  regala de vida.

Diego lo miraba y escuchaba embelesado por semejante regalo encadenado de palabras.

-          Hijo, este año largo te ha regalado buen lastre en el doble fondo de tu alma como  tú mismo dirías de cualquier nave que comandases. Has hablado con la sabiduría de quien ha vivido y sin embargo tus años  aún te permitirán vivir mucho mas, Dios lo permita.
-          Gracias, tío. Quizá ver a hombres como nosotros rayando, cruzando el umbral del fin  de sus propias vidas, el sentir que mañana puedes ser tu quien dejes todo para reunirte  con tus antepasados  hace que reflexiones sobre lo que en verdad vale la pena y lo que simplemente es pura organización sobre la rutina para  que no sea ella quien te domine mientras vives el  presente  en sus dos significados de tiempo real y de obsequio vital. Pero dejemos estas disquisiciones que a nada nos llevan. Ande, muéstrenos a Segisfredo y a mí  este tesoro entre viñas y bodegas antes de que anochezca. 

Lentamente, pero con una fuerza que solo la ilusión y la pura alegría por algo infunden a una persona, Diego se incorporó y escoltado por  sus dos huéspedes dieron un paseo por  la Hacienda “El Soberano” hasta que la noche  cubrió  el cielo  de luna nueva en el que  parecía no haber lugar para una estrella más pujando por ser vista gracias a la falta del satélite que en semejantes noches sin nubes egoista  siempre pretende reinar.

La velada trascurrió  con una corta cena, al fin y al cabo Diego necesitaba  el descanso y Daniel y Segisfredo  habían hecho el trayecto desde la Isla de León hasta allí en el mismo día; tan solo habían sido cinco leguas escasa pero todo agota cuando los cambios se  agolpan y los tres se merecían un descanso. Los días siguientes  irían marcando poco a poco el rumbo de  sus vidas mientras permanecían a la espera de noticias del departamento Marítimo y de Don Blas…



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