martes, 23 de febrero de 2016

Desprestigio



Era alto, guapo y de sonrisa entrenada para encandilar miradas y actitudes. Sus trajes, pagados por La Central le granjeaban el complemento a un cuerpo de  revista que lo haría irresistible para convencer, de la misma forma que  en un buen primer golpe de vista se logra  abrir el paso para vender la falsa moneda si no se dispone de escrúpulos.

Como si dispusiera de la clave con la que abrir la madeja del futuro, trataba de apoyarse en  esa imagen de rebosante  belleza y cercana juventud para vender su discurso baldío, repleto de perpetuas repeticiones sobre la misma verdad en falsete. El, aunque lo pretendiese, no podría ser aquel antecesor de la misma Central con aquella imagen seductora, pero sin el resto disponible, que no era otra cosa que el pasado reciente con el que comparar su misma acción; él debía demostrar que detrás de si tenía la formación, el empaque, la convicción de que quería cambiar la ingente cantidad por tanto tiempo amalgamada, en la que el mercurio sería el abuso y, cualquier otros metales los vicios que como algas ferradas a un viejo navío  en rada cerrada y sin tiempo de mar lo detienen y corrompen sin tiempo de reparación.



El solo era la cara  amable de un mundo en retirada, entre bucles retorcidos que pretendían reavivarlo. Lo sabía, su equipo de apoyo mantenía la imagen entre viva y sombría;  si por viva mirásemos sus apariencias y sombría si nos quedáramos en el fondo de sus miradas baqueteadas por la conjura del tiempo vivido entre los algodones de la acción casi siempre impune. Como en los inicios del los 30 con los Almirantes Aznar y Berenguer tratando de devolver el lustre y brillo a un sistema que ya no tenía salidas, intentaba este producto de la fábrica de La Central vender un falso pasaje a la reforma de mil y un pasadizos retorcidos cual raíces de olivo milenario, aferradas a una tierra de la que vivir o morir por  despegar sus garras de celulosa y savia vieja de esos sujetos que conformaban la tierra que hablamos.

Parecía que  otro se agazapaba entre tácticas gastadas sin previsiones de contratación por no ser siquiera fiables a sus propios miembros de La Central. Era un cadáver andante sin más remedio que tratar de hacerse ver en su declive impenitente. De un defecto de fabricación en los procesos de formación planificados desde La Central, dos unidades  se interpusieron en la venta de derechos por parte del galán. El uno trataba de vender  vientos jóvenes de un norte y el otro los del sur viejo, a los que ya lo dicen a bordo de cualquier nave, no les fíes el pellejo.

Pero la venta no se había logrado, la competición parecía perdida y desde La Central se hacían grises predicciones de posible cierre de empresa, algo en absoluto posible, pues si estaba claro el lema de La Central era que, con venta o sin ella, esta se haría real a base de sonrisas y gusto por la vida o, por el contrario, a través de obligaciones vendidas como  objeto de  supervivencia frente a cualquier miedo que sirviera como  argumento, motivo o sentido que encaminara a los sujetos a su fin.

Pero con esfuerzo, con lentitud en pequeños espacios, la razón de las cosas, comprobando el estado de éstas iba cobrando el sentido. Pequeños portes de un material de elevado coste de producción por su sacrificio y necesidad de tesón iba llegando en pequeños transportes a los sujetos. Este material bien administrado en sus cuerpos y mentes poco a poco iba despertando espíritus. Gracias a este material que podemos conocer unos como Cultura, Lectura, Educación, Formación, la capacidad crítica en
múltiples sentidos se iba abriendo, pudiendo ser capaces, poco a poco, de valorar lo que podía interesar de cada producto ofertado desde La Central. Uno, mayor y gastado, sobado y demasiado utilizado por La Central no se hacía apetecible.


Múltiples medios,  antes considerados informativos y ahora destapados y desenmascarados como  meramente publicitarios y propagandísticos gracias a la capacidad que  dotan estos  valores en los sujetos, trataban de inocular miedos ancestrales basados en sostenibilidades, imagen mostrada ante otros accionistas externos de La Central y su posible huida, miedos a la violencia sin determinar esta en sus innumerables modalidades, la pasiva, la silente que es la del que puede sin mover un dedo destruirte si lo desea, la del débil que se convierte en activa y se percibe como evidente al instante, y tantas otras. Pero los sujetos con su nuevo poder de discernimiento en diferentes modalidades según cada uno no entraron a este trapo nada marinero.

En el comité de dirección de La Central el pánico comenzó a apoderarse de sus socios, desde el  que hacía de figura amable para eventos y festejos anuales de La Central, como de los que  se consideraban dueños sin acciones.

Mientras el guapo galán sin más formación que los cursos dentro del comité de La Central, sin haberse trabajado con tesón, las viejas reglas de los fundadores de la filosofía, o los precursores de las libertades, qué decir de los revolucionarios franceses, ni de la esencia de la victoria de la lucha frente a la servidumbre medieval en pleno inicio del siglo pasado, se paseaba sobre las pasarelas haciendo requiebros entre los otros galanes no tan apuestos como él, pero menos gastados a pesar de todo.



Los sujetos, los unos aferrados a la resignación religiosa o simplemente a la propia del fracaso de los años, ya daban por aceptable todo lo que les dejase La Central en sus míseras condiciones, siempre en aras de la continuidad de esta, estos eran los que no deseaban abrir ojos a otras realidades. Pero había ya un nutrido grupo que iba descubriendo el engaño urdido desde muchas décadas en la que creyeron ser partícipes de la empresa y, en realidad, solo habían sido mantenedores de un sistema oligárquico formado por  pequeñas secciones de La Central, algo que fuera de aquella empresa llamaban partidos. Esas secciones alimentadas económicamente por la propia Central  para así controlar su  acción eran las que alimentaban a cada galán y equipo respectivo. Aquella estrategia de dominio  ya había sido inventada hacia muchos siglos, pero en La Central a partir de un presidente usurpador se planificó hasta “barnizar” tal sistema sin límites mientras los cerebros no recargasen sus tanques de información, cultura, conocimiento y buenos deseos compartidos.

Los galanes, encabezados por el más guapo en este caso harían lo que fuera y seguramente llegarían a una conclusión justificada desde  cada lado de la balanza de forma totalmente correcta. En los grupos donde la educación, el conocimiento y la cultura iban desplazando los viejos dogmas, ya empezaba a descubrirse este hecho  que abriría también de forma lenta la caída de La Central. La palabra, bueno las palabras no son otras que desprestigio moral y ético y su verdadero motor es el fin de la impunidad también moral y ética.




Paciencia, esfuerzo, tesón, lectura, estudio, lectura, más lectura compartida entre quienes desean abrir los ojos. Poco a poco hemos de ganar nuestras propias mentes frente a la alienación que se pretende entre planes educativos autodestructivos, programas televisivos alienantes, religiones  sin más, miedos de toda índole que siendo libres los tratan de inocular en nuestras mentes apoyados en nuestra pereza  e ignorante avaricia.

1 comentario:

Alicia Abatilli dijo...

Un placer de tu regreso.
Gracias por él.
Te dejo mi abrazo.