…la tarde fue fructífera para todos a cada cual en distinta forma y razón, la imagen de Diego había sido la de un hombre leal, bueno y agradecido desde que las memorias de sus coetáneos eran capaces de retener. Su proceder durante el periodo en que sirvió para la casa de Alba lo dibujó ante los que lo rozaban ya fueran de alto o bajo origen, brillante en lo que ya he dicho de sus cualidades. Esto le granjeó el apoyo del contador de turno de la Casa y las alas que la gente que a sus órdenes tenia le dieron en cualquier necesidad tuviera. Así le concedieron una pequeña hacienda como arriendo y de aquel trampolín el salto fue tan esperado que a nadie le extrañó su producto. En Torremelgarejo, muy cerca de Jerez, un pequeño cortijo entrado en decadente ruina por un hombre que todo se lo jugaba a una carta, fue el primer triunfo material que se llevó en su ya larga existencia. El esfuerzo, que sin tal acto nada llega con entereza al haber de uno, fue el motivo continuo que se impuso durante los años en los que el cortijo aún era débil y escaso de frutos. Gentes que lo tuvieron como verdadero comandante en otras batallas se unieron a él. Dedicación y soledad lo auparon a incrementar en 500 fanegas a las casi 1.000 que ya traía consigo el cortijo. He olvidado deciros que el nombre de tal cortijo pasó del antiguo “Galvez” al de “Soberano” que debía ser como se sentía Diego después de su compra.
Las viñas florecieron, los vinos brotaron y su carácter le abrió las puertas a la Universidad de Cargadores de Indias, primero como productor pero muy pronto como comerciante participando en el Tercio de frutos en todas las flotas que al otro hemisferio partían. En sus 53 años ya vividos mantuvo la soltería, pues por muchas damas que pretendieran semejante partido se había prometido hacer de sus padres su único pensamiento y tal cosa no era algo que recomenase compañera al lado. Agustín era el único con el que eran sus conversaciones reales por poder mantener confianza y franqueza donde podía parecer el loco ante el hombre cuerdo que lo escuchaba. Ahora había encontrado a gentes con las que la libertad de ser como uno era parecía todo un acicate.
La conversación transcurrió de la siguiente manera:
- Don Pedro y demás familia, que tal cosa me hacéis ver desde que os he conocido, se de vuestra situación temporal y seguramente a cada momento más precaria, pues la espera en casa ajena supone coste sin remedio. También por la experiencia que me traen mis años vividos pendiente de las flotas de su majestad se que tardarán aún meses y quiera Dios que no superen el año la partida de flota alguna hacia Tierra Firme o Las islas de Barlovento, que mucho hemos pasado en la maldita guerra fraticida que casi nos aniquila como pueblo y ha esquilmado lo que de riqueza mantenían nuestra fuerza en el mundo. Hace ya algunos años que la nueva dinastía ha insuflado nuevos aires a esta anquilosada sociedad y poco a poco las naves aumentan y nuestro poderío en la mar también. Por eso creo que no será un año lo que haya que esperar pero si serán varios meses. Y por tal razón, pero sobre todo por haber hecho lo que nadie hizo por mi y por mi tío Agustín os ofrezco como casa propia mi cortijo “Soberano” donde podréis esperar sin límite, pues gracias a Dios no sufro miseria en mi fortuna y sé que también podré ayudaros a lograr vuestros objetivos por arribar a las tierras del Rey al otro lado del océano.
- Pero Don Diego. Es vuestra oferta algo incalculable en su valor y por supuesto nunca podríamos corresponder a tal magnífica ofrenda
- Vos lo habéis definido con acierto, Don Pedro. Esto es una ofrenda por devolverme a mi padre cuando mi ánimo ya nada esperaba a estas alturas de mi vida en patente retirada. No os avergüence tal situación, que la vergüenza solo es propia de quien cree hacer hecho algo malo y aun en tal caso le honra el tenerla. No aceptaré una negativa. A vos María os quiero decir que conozco quienes nos ayudarán en embarcaros en cuanto mis amigos escribanos de la Casa de Contratación hagan de su oficio y buena letra los nombres de vos y vuestro hijos asiento en los legajos de la misma. Tened claro que si mi carga arriba a lugares tan lejanos como San Juan de Ulúa, Portobelo, La Habana o Cartagena, malo sería que vuestras almas no arribasen en mejor posición a los mismos lugares…
La sensación de plenitud inundaba la sala, pero María lo interrumpió.
- Don Diego, ayer hable con Agustín sobre esto precisamente y…
- Lo sé María. Agustín me lo ha contado, en este caso yo ya me había adelantado. Perdonadme esto que os digo, pero Agustín y yo nos conocemos; se por las veces en las que hemos hablado de nuestras penas y dolores comunes de sus deseos y no será el bueno de Agustín Delgado tripulante de ninguna flota que el mismo tal cosa os confirmará. Sus sueños de progresar son ya viejas estampas guardadas en el viejo armario donde cuida las casullas del cura que da misa en el monasterio los domingos. Agustín, con la venia de las hermanas que ya la obtuve que de previsor me enorgullezco, vendrá a vivir con nosotros y cuando marchéis, quedará conmigo al fin en el “Soberano”. Allí esperaremos a mi padre y su hermano al que enviaré a buscar por parte de varios hombres de mi entera confianza hasta La Pola de Lena en Asturias. Por vuestro rostro adivino que sospecháis de su muerte y vive dios que sería un nuevo golpe sobre nosotros ahora que tan cerca lo sentíamos, pero ya sea vivo para poder darle el calor que se merece o muerto para darle cristiana sepultura en nuestro cortijo, traerlo con nosotros es algo que nos hemos prometido mi tío Agustín y yo.
- Don Diego, me tenéis dispuesta para daros toda la información que necesitéis y si es necesario estoy dispuesta a acompañar a la partida de vuestro hombres que decidáis enviar.
-Gracias, María. Pero tal cosa no será necesaria.
Pasaron algunos momentos mas de verdadera unión en aquella reunión hasta que las luces del otoño fueron dando cuenta del día y tocó retirarse cada quien a su morada. Pasaron los “difuntos” y con la segunda semana de noviembre en ciernes iniciaron los preparativos para el traslado de personas, caballerías y mercancías hasta Torremelgarejo donde aún les quedarían muchos meses de espera hasta zarpar en la flota que comandaría el marqués de Grillo Don Carlos Grillo el 1º de diciembre de 1723.
-Gracias, María. Pero tal cosa no será necesaria.
Pasaron algunos momentos mas de verdadera unión en aquella reunión hasta que las luces del otoño fueron dando cuenta del día y tocó retirarse cada quien a su morada. Pasaron los “difuntos” y con la segunda semana de noviembre en ciernes iniciaron los preparativos para el traslado de personas, caballerías y mercancías hasta Torremelgarejo donde aún les quedarían muchos meses de espera hasta zarpar en la flota que comandaría el marqués de Grillo Don Carlos Grillo el 1º de diciembre de 1723.
Este primer legajo que aquí termina con la paz y el sosiego de lo que de mal comienzo a buen término arribó, será ahora breve el tiempo que me lleve guardarlo en su cofre donde esperan los otros dos, que ansioso me encuentro por releer y relatar a vuestras mercedes si ello les place leerlo tanto como a mi escribirlo.
Siempre a vuestro servicio.
Gijón, a 2 de octubre de MMIX
2 comentarios:
Me place. Y mucho.
Me sumo a la petición de Menda.
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