martes, 20 de octubre de 2009

No habrá montaña mas alta... (28)

… San Juan corrió su festín de fuego y en esta ocasión de pasión por un amor encontrado sin que ninguno de los dos hubiera imaginado un año antes desde sus hogares más al norte que de tal guisa se encontrarían. No hubo tiempo que dejar al mismo tiempo para que los deseos cogieran el frio del retraso, como cuando la justicia le cede al este su valor y acaba por ser verdadero antónimo de esta. Sin demora se organizaron los festejos; con la mano izquierda de Agustín como sacristán de años y sabedor de los mundos de la Santa Madre Iglesia, los papeles de viuda de María se presentaron en tiempo y forma con todos los aderezos correspondientes a los preceptivos certificados tanto de él como de ella como cristianos viejos y fieles a su Dios, único y verdadero.

La pequeña iglesia que lucía a la sombra del castillo de Torremelgarejo sirvió como testigo de aquella unión. No deseaban más renombre a su unión pues tal cosa no aportaría razón ni argumento mayor al amor que ya sentían y deseaban profesar sin trabas que las normas y las buenas costumbres mandaban por aquellos momentos. Don Melquiades Bermejo viejo capellán de la parroquia bendijo tal unión el 31 de julio del año del señor de 1723, como testigos Miguel, Daniel, Inés y Francisca que parecían más los padres que los hijos y hermanos.
Quizá los sentimientos no eran de la simetría que se presuponen entre dos enamorados que deciden unirse para siempre. María tenía por hombre de su vida a quién dejó para siempre en Gijón, mientras que hasta no hacía muchos meses Pedro era un hombre frio tan sólo preocupado de su destino como comerciante y de la salud y bienestar de sus hermanas. Para ambos las cosas cambiaron, para él el encuentro con un sentimiento que cuando brota desborda límites y renuncia a los porqués de cada deseo fue la explosión que le mostró que había algo más tras los muros materiales de cada vida. Para ella la calidez descubierta en ese hombre de miras distintas pero de buena ley, la mirada limpia y la fuerza de una juventud pareja a la suya le convencieron de que el Señor es grave pero no mortal si sabe uno aguantar el tirón de la vida cuando esta se hace esquiva en lo que al bien de uno se refiere.


La vida continuó sin detenerse y los sueños poco a poco iban cumpliéndose entre las fechas que silenciosas iban cercando al día en el que las flotas virarían sus anclas para enfilar el mar de las Yeguas que separa Cádiz de las islas Canarias. Al fin llegó el primer aviso, un mensajero a caballo, que desde la “conversación” entre Diego Delgado y el ufano teniente Miguel Grifol este último había mejorado sus posibles y no iba ser de otra forma que tal mensajero fuera un correo a lomos de un verdadero caballo de silla con el que así mantener una parte de su nobleza mediante la pura apariencia. Diego lo recibió y de la misma forma le dio venia para su retorno a Cádiz.

- Daniel, vuestra hora para partir ha llegado al fin. Tomad, leed la misiva de vuestro amo el teniente Grifol.


Daniel con nerviosismo leyó el correo que en lenguaje ostentoso lo hacía llamar en el plazo de siete días para su incorporación a su servicio en el navío Estrella del Mar surto en la bahía gaditana a la espera de la conformación de la flota que partirá con rumbo a Cartagena.

- ¡Madre! ¡Partiremos a Cartagena! ¡Mirad, leed!

Daniel no sabía si reír o llorar, embarcaba de manera inminente en la nave Almiranta con rumbo a la ciudad más importante del Caribe, la que abría las puertas del continente hacia el sur. Durante el tiempo de espera en el cortijo se había esforzado por conocer los posibles destinos de la flota. Lugares como Veracruz, Portobelo, La Habana, Jalapa y Cartagena. Cualquiera de aquellos le hubiera bastado pues llevaba en el alma el impulso de la juventud que todo lo malo lo remeda en bueno, pero nunca hubiera sospechado que sería aquella ciudad fortificada por enormes castillos que cerraban las puertas al continente mas al sur. Ciudad que pocos lograron invadir. ¿Reír o llorar por la separación?
Fueron casi cinco días de nervios, con horas cargadas de abrazos, consejos y llamadas a la calma por parte de una madre que casi se veía envuelta en el mismo entusiasmo de un hijo que para ella volvía a ser el que sentía en la piel de Gaspar cuando sus sueños de agua y sal estaban cercanos por cumplirse. El día llegó y Daniel uno a uno se despidió de cada uno con algún guiño personal que todos agradecieron y sintieron ya inolvidable, sobre todo María y el pequeño Miguel. Que nadie que esto lea entienda que era una simple despedida temporal, pues varios meses serán los que estén separados y mil vicisitudes acudirán como halcones a quedarse con un pedazo de sus vidas y sueños. Halcones que, en él peor de los casos puedan arrastrar con ellos la vida al completo de alguien entre mares enormes y andanadas a traición.

- Querida familia, no dudéis que nos veremos al otro lado de la mar. Recordad que desde la Almiranta estaré siempre pendiente de vuestra nave aunque un mero criado sea. ¡No habrá nave corsaria, ni mar embravecida que pueda con nuestra unión! ¡Adiós a todos!

Quedaron observando como el carruaje se alejaba del “Soberano” con María y Miguel sin más palabras que las lágrimas que brotaban incansables por sentir aquél primer desgarro entre los tres desde que partieron huyendo de Gijón.

El mes de octubre fue de preparación de mercancías en los fardos determinados por la Casa de Contratación y de la tensa esperapor las nuevas a cada viaje a Cádiz de Pedro y Diego a la ciudad donde recabar más información sobre el arribo de la urca “Virgen de Valbanera” para proceder a las maniobras de estiba. Afortunadamente para Pedro León y ahora toda su familia, Diego disponía de todos los resortes para estos menesteres y no fue muy complicado el coordinar con el gremio de los hombres de estiba la preparación de la carga pues, Diego Delgado le ofreció los servicios sin coste al incluir la estiba de sus mercancías y materiales en las suyas.


El siguiente mes de noviembre y el de diciembre fue el de la estiba y la ubicación de los aposentos de Pedro y su grupo que fue del total agrado pues con los caudales de por medio que recibió el maestre y el piloto del “Valbanera” las angosturas se vieron prontamente diluidas en buenos coys a popa de la urca. En plena Natividad la Casa de Contratación dio el visto bueno a la flota en sus calados y la seguridad de la carga. Por ser la fechas que eran se permitió demorar la partida de la flota y el día 31 de diciembre de 1723 esta largó el trapo hacía el océano abierto y en esa mañana de invierno suave en su movimiento.


Al alba, con un viento leve de noroeste el navío del rey de nombre “Catalán” como nave capitana fue abriendo el rumbo, tras él catorce naves mercantes fueron saliendo lentamente y en silencio miemtras la fragata "Pingüe Volante" las protegía desde barlovento. Sobre sus cubiertas las miradas de cada hombre y mujer que oteaban unas veces hacía el inmenso Horizonte aún oscuro por el oeste y las otras hacia la bahía, que poco a poco se alumbraba y los deslumbraba por el incipiente disco solar que sería en adelante quien les mostrase la rosa virtual de los vientos, recordándoles su origen y su destino. A popa de ellos la nave Almiranta con el orgulloso Marqués de Grillo reinando sobre el balcón de popa, sobre el combés, Daniel observaba la grandeza sobre la que posaban sus asombrados pies entre el ruido de los pitos del nostromo por tensar escotas y largar el trapo ajustado al andar del convoy y la salva de honor desde los cañones de la bahía.
Mar por avante, esperanzas y sueños por cumplir… pero sobre todo mar, mucha mar que devolvía a Daniel a sus orígenes mas al norte…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Al final, todos volvemos a nuestros orígenes, sin duda. ¿De qué me suena a mi la ilustración de Eolo?

Blas de Lezo dijo...

Directamente os transcribo:
Infelicidad en que se vieron las dos embarcaciones del mando del teniente de fragata don manuel de Pando, desde el día 24 hasta el 27 de febrero de 1769, que los obligó a arribar, estando en latitud austral 51º, a las de 48º, en que está el Puerto deseado en donde fondearon"
Lo dibujó Alexo Berlinguero, piloto del bergantín comandante nombrado San francisco de Paula. 1769. Para vos en el Archivo General de Indias en Sevilla.

A sus pies. Blas, el de lezo

marea@ dijo...

un abrazo amigo, interesante relato histórico....

Anónimo dijo...

Sirva este comentario como marcador. Retomo tu relato.