…La noche acudió cumplidora tal y como lo llevaba haciendo desde el principio de los tiempos sin que hasta hoy ningún sol pudiera someterla mientras la flota largaba el trapo oportuno para no dejar atrás a la corbeta “Furiosa P”. Los vientos soplando a bocanadas, unas fuertes y otras suaves y silenciosas permitían en este último caso que alcanzaran las voces y los golpes de martillo a las naves próximas a la corbeta. Mientras, varios cables mas a popa, en la urca Fabián se recuperaba de forma lenta pero constante de su grave herida, quizá mas por su propia fortaleza que por los cuidados toscos aunque esforzados de quienes a su lado se encontraban. Esta razón, pudiera pensar quien esto lea, sea de injusta factura y le doy la razón en su mayor parte, pues nos es más cierto que si salváramos la propia dolencia física de Fabián en la que la divina providencia tendría a bien terciar, es verdad como puño que el cálido abrazo, la compañía y vela del enfermo y el hacer para que tal penitente se sienta querido y arropado es quizá la parte que así lleven a su todo las razones para que él mismo recoja fuerzas y moral suficiente para encarar la lucha que con mucha probabilidad acabará por vencer. Su esposa, Inés, Pedro León y el barbero Don Guzmán pegados a su vera mezclaban los rezos, las caricias y los paños tibios con los deseos de todos por su recuperación.
Cuatro jornadas eran las que disponía Miguel Grifol para lograr hacer de aquel puro deshecho una nave con aparejo suficiente para al menos dar la velocidad del navío mercante más lento de la flota y en ello estaba. Don Juan Artime eximido de sus labores en el mando directo de la nave azuzaba, instruía y daba golpes diestros sobre los elementos que consideraba que sus calafates y carpinteros no daban el justo remate en la reparación.
Mientras, a popa Miguel Grifol mas pausado en su ánimo por sentir la nave en rumbo y con las referencias del navío “Catalán” como hipotético faro sobre el que corregir posición y rumbo se dirigió a Daniel que en silencio se había mantenido todo el tiempo desde que embarcó apoyado sobre la endeble balaustrada en pie de forma milagrosa a popa del conjunto que formaban como uno su Teniente y la rueda del timón.
- Daniel, acércate y coge la rueda mientras hablamos sobre los porqués de esta situación tanto mía como tuya.
- Mi teniente… perdón, Capitán. ¿Deseáis que coja el timón?
- Si, Daniel. Se de tu experiencia a bordo de faluchos de pesca en el golfo de Vizcaya y este barco no dista ahora en mucho a lo que tú has pilotado en peores mares. Se de esto y de tus conocimientos en la lectura y escritura además de la formación que tu madre se preocupó por darte en las reglas del cálculo, así que creo que en la situación en la que nos encontramos, con mi piloto Artime en labores puras de carpintero, nostromo, calafate y hasta de bombero serás un buen pilotín. Tu actitud para asumir el puesto de paje de pólvora en la primera batería sacrificando la mansa y sumisa vida de criado, junto a tu comportamiento en combate han sido en verdad razones que han certificado a todo lo dicho antes mi decisión para que hagas firme tus reales frente a la rueda del timón.
- Pero, si me permite capitán…
- Habla sin temor, Daniel.
- Quiero decir que agradezco la oportunidad que me brinda. Le prometo que no le fallaré, aunque ha de saber que desconozco en profundidad la navegación de altura pues mi experiencia se reduce a gobernar como vos decís faluchos con la costa a la vista. Necesitaré de vuestra ayuda para definir rumbos correctos y…
- No te preocupes que aprenderás el rudimento a mi lado y si tenemos suerte y Artime nos da trapo firme al que engolfar viento no será más complicado que marcar el rumbo de la capitana hasta arribar en puerto Cabello donde reparar con verdadera seguirada lo que de fortuna logremos.
Navegaban de forma suave con el arrullo de los alisios tan solo interrumpido por el golpeteo y las voces de los hombres en cubierta y los cambios de relevos de la marinería en la bomba de achique que mantenía la corbeta a flote, mientras los balazos poco a poco iban cerrándose a base de plomo y madera y con ello las vías de agua. Miguel Grifol creía haber visto en la mirada de Daniel al acariciar la rueda la suya propia al escalar por la amura y plantar sus pies sobre la cubierta. Llevaba en la sangre la sal en proporción justa para entender lo que no tiene explicación y se decidió.
- Daniel, nos queda más de un mes de navegación para arribar a Tierra Firme si nuestro señor tiene a bien concedernos arribar y creo que deberías pensar esta propuesta que deseo hacerte y que por lo que percibo, tanto tu como el rey en su Real Armada os veréis beneficiados. Como ya he dicho antes, conoces la mar en sus múltiples caras, tus saberes de la letra escrita y los números en sus reglas básicas son correctos, eres hidalgo, que es cosa necesaria para que la propuesta que te voy a hacer sea posible. Tan solo te haría falta hacer el tornaviaje a España como mandan las ordenanzas y con la ayuda de Don Agustín que allá en Jerez estoy seguro no te negará esto podrías…
- ¡Qué, mi Capitán!
- Formarte como Guardiamarina para llegar a mandar un navío del rey, bueno o lo que se tercie, que ya ves lo que me ha entrado en galones a este que tal cosa te propone.
Era de noche y las caras no eran sino siluetas levemente iluminadas por el farol que alumbraba la brújula junto al timón. Aún y sin aquella suave llama un brillo quizá mayor que el que horas antes exultaba el teniente arrojaban los ojos de Daniel.
- Gracias, Capitán. Nunca creí que este momento llegara a producirse. Siempre creí que si nos fueran las cosas bien a mi familia y a mí en Tierra Firme podría armar un buen pesquero como mi padre y continuar con lo que se dedicaba. Ahora comprendo a mi madre cuando habla tanto de los renglones torcidos del Señor.
- Bien, Daniel. Pero has de saber que si el Señor será quien escriba los renglones torcidos como bien dice tu madre has de saber que la tinta serái siempre tu quien la ponga. Has nombrado a quien has de pedir tal cosa si en verdad lo deseas y por ser imposible desembarcar de aquí hasta no arribar a Cartagena, habrás de escribirle una carta en la que le solicites el permiso para ello. Puerto Cabello será un buen lugar para que se lo haga llegar mientras nos reaprovisionamos. Mientras, y si la situación lo permite te instruiré yo mismo en los rudimentos de la navegación de altura. Ahora mantén la distancia al “Catalán” que marcan las órdenes y hazme llegar cualquier novedad. Voy a comprobar la situación del barco.
- ¡Si, capitán! ¡Manteniendo rumbo y posición!
Grifol bajó a la cubierta mientras sentía su espalda iluminada por los ojos de Daniel que parecían querer estrecharle en un abrazo imaginario mientras pensaba en su padre y el orgullo que tendría que sentir en aquellos momentos allá donde estuviera…
3 comentarios:
¡Gracias por ser Destino que concede a Miguel y a Daniel Su oportunidad!
Ay, esa luna......Curiosamente hemos elegido una imagen similar para nuestro post de hoy. Eso sí, el tuyo excepcional, como siempre.
A sus pies, maestro.
De mantener el rumbo se trata la vida misma.
Leerte es una muestra de ello.
Un abrazo.
Alicia
Publicar un comentario