lunes, 8 de febrero de 2010

4ª carta. Entre Tebuk y Aqaba

Viejo teniente que viviste mil y una situaciones en las que mantenerte en tus trece mientras en tu interior tantas veces tu lealtad se sabía en cuestión por tu propia conciencia. Seguir con quien empeñaste tus ilusiones y que con el debido respeto su bandera besaste dejando jeroglíficos, ruinas y restos de gloriosas civilizaciones tras de ti, por creer en algo aún más grande, o seguir, sin perder tal honor, abanderando el camino de otros en su propia libertad contra poderosas naciones que, como niños malos ante pastelería sin guardián, la tarta entera deseaban engullir.

Creyendo en ti lograste que los demás creyeran primero en ti y tras ello en sí mismos, la batalla quedaba por ganar pero la guerra ya era un trofeo que llevaba tu nombre. Creyendo en que lo justo era luchar por lo que uno sentía como bueno  en aquél desierto de la Arabia aún no saudí, decidiste cruzarlo frente a los gestos de quienes, aferrados a lo escrito, nunca habrían gastado una sola gota de su preciado sudor en forzar a su camello sobre tal erial hacia el inhumado y solitario norte donde esperaba lo que no se podía saber si no se afrontaba.

Pero quien te conoce no necesita nada más que eso pues desde ese instante ya cree en ti. Podría llamarse Feysal, podría ser el jerife de cualquier pequeña tribu enemiga de otra. Da igual, tu poder desconocido en ti mismo te llevará en volandas y donde había mil ya solo habrá uno. Como en aquella cabalgada donde le enseñaste a Auda mientras tenaces contra el viento ganabais al fin los Kaseim de Sirhán  con sus colinas de tamariscos, las paradojas entre la tribu y la ciudad, la fraternidad del grupo del desierto en contraste con el aislamiento y la vida competitiva de las ciudades tan pobladas y aparentemente tan poco propensas a la soledad. Allí de manera simple y clara en medio de la soledad solo compartida por arenas golpeando tu rostro intentando tapar el enrojecido crepúsculo la unión se siente  sin pensar.


Como negar la mayor cuando alguien dice lo que ha vivido, por eso bien me enseñaste en tu decir, “En un triunfo seguro no puede haber honor alguno, pero puede sacarse mucho de una derrota segura”. Palabras como Omnipotencia o Infinito a las que diste el valor de los verdaderos adversarios por estar dentro de uno mismo y, por tal circunstancia, con el permiso de poderles plantar cara aunque la derrota estuviera grabada a fuego en tu propia piel. Es a veces la derrota la mejor forma de vencer al miedo y de encontrar razones para seguir. Victorias habrá muchas, pero serán sobre cosas a las que uno puede vencer pues su altura será siempre menor aunque tantas veces nos parecieran inalcanzables. Son las derrotas sobre metas invencibles las que nos dan las razones para sentir nuestra alma más joven que nuestro cuerpo siempre y en todo lugar. Ejercitando la libertad, no haciendo lo que está en nuestro mano por poder hacerlo, pues perderíamos la vida tras dominar lo que en realidad ya teníamos dominado.

Mil proyectos y otro milenio de sueños vertidos por el manantial de la imaginación humana que nos da las alas para comenzar un movimiento, una salida o zarpar  desde el puerto de algún recogido lugar. Ideas, sueños y proyectos que sólo de tal manantial han de valer la pena, boca de agua mágica alimentada por el saber, la tradición, el escuchar y la reflexión. Manantial de ideas propias que rehusen a las impuestas por tantas virtuales fuentes del saber falso y mezquino que tan sólo buscan engarzar tu Voluntad con sus intereses para transformar a esta en servidora en el aborrecible régimen de la esclavitud moral. Ideas de gentes que son pequeñas, mentes confinadas entre altas paredes que de seguro conocieran cada adoquín de tales muros. Como tú hablabas de ti mismo así me gustaría hacer de mi pudiendo decir que yo mismo podría saber en qué cantera habían sido talladas tales adoquines y hasta el salario del cantero. Piedras rechazables por saber uno mismo donde encontrar rocas de mil tipos, colores y texturas siempre útiles para servir a un propósito al que con su Voluntad, con su actitud llevarían en su proa la guía segura para el alcanzar el propósito de la ejecución.

Cualquiera de nosotros llevamos en nuestro interior un haz de poderes con el que enfocar y marcar nuestro destino escrito en las estrellas que nos miran cada noche despiertas, atentas a nuestro devenir y siempre sorprendidas por la misma inseguridad que a ellas las mantiene inmóviles a nuestros ojos. Solo se me ocurre decir que adelante por lo que nos queda que no es más que el infinito inabarcable y por ello interminable que nos dará para siempre razones por las que seguir.

“…Nos agradaba estar juntos a causa de la amplitud de los lugares abiertos, del sabor de los fuertes vientos, de la luz del sol de las esperanzas por las que trabajábamos. El frescor matinal del mundo que iba a nacer nos embriagaba. Nos sentíamos excitados por ideas inexpresables y nebulosas, pero por las que valía la pena luchar. Vivíamos muchas vidas en aquellas turbulentas campañas sin cuidarnos nunca de nosotros mismos; sin embargo, cuando llegamos al final y el nuevo mundo amaneció, los hombres viejos reaparecieron y tomaron nuestra victoria para rehacerla a imagen del mundo antiguo que ellos conocían. La juventud podía ganar, pero no había aprendido a conservar, y resultaba lamentablemente débil ante la vejez…”               
                                   T.E. Lawrence



A 100 Km. De Tebuk en dirección a Aqaba. 8 de febrero de 2010

1 comentario:

Armida Leticia dijo...

Paso a dejar un saludo desde México.

Busqué imágenes de Tebuk y de Aqaba en la red, para ambientarme.