…No fue el embarque de Daniel el esperado por él mismo al comenzar el día, que no es de buen encaje reprimenda del superior justo al inicio de una carrera donde la ilusión impulsa más que el viento a un largo, instante en el que se hace necesaria la oportuna calma para lascar las ansias no sea que bajío en forma de tal reprensión acabe por desfondar la nave por la que vive el proyecto de una vida.
El contador Grajal había logrado un buen cable para el ancla y poco mas, algo de pólvora, balería y chuzos de abordaje con los que tratar de completar el pequeño arsenal del bergantín. A pesar del enfado que portaba al arribar al muelle, antes de embarcar con los resultados pobres aunque esperados, redactó una misiva que hizo enviar a través de uno de sus hombres a la hacienda de su tio y padrino Diego en Torremelgarejo. Necesitaba pintura, carpintería, lona, cabuyería con que aparejar mejor la nave y si era posible mas arsenal, pues seguro vendría bien disponer de un suplemento de santabárbara con la que sus hombres practicasen el tiro de cañón y sobre todo la mejora de su cadencia entre andanadas, verdadero tormento en la Real Armada por falta de pertrechos durante la centuria.
Antes de retirarse a descansar tenía clara las disposiciones para el día posterior.
- ¡Nostromo! ¡Quiero al “Santa Rosa” aparejado y listo para virar el ancla!
- ¡A la orden, capitán!
Al Nostromo no le hizo falta preguntar las razones, que entendía con claridad el objeto. Había que dar al bergantín y su dotación ejercicio con el que mantener la competencia y sobre todo enfrentarse a la holganza de la espera por las órdenes que nunca tenían fecha de llegada. Con un gesto Daniel hizo llegar a su lado a Segisfredo con el que quedó para la cena dos horas después. No iba a ser como el día anterior pues tras el golpe de mar en tierra recibido y relatarlo a su amigo y segundo ambos tensaron escotas y dejaron las historias para la hora de zarpar donde la mar en abierto les daría lo que les negaba el momento.
Fueron dos jornadas las siguientes en que aquella mar en miniatura donde las olas esperaban despechadas fuera les permitió maniobrar a todos los vientos gracias a un suroeste húmedo y fresquito que les concedió hacer de la roda un verdadero cuchillo sobre las aguas tensas como una tela por cortar. El tercer día dos lanchones se aproximaron rayando el alba, era la respuesta de Don Diego García con la pintura, cabuyería y resto materiales solicitados, además de algunas viandas en fresco para la tripulación y otras más en salazón para su comandante.
- Daniel, eres hombre afortunado. No creo que haya en toda la flota barco mejor surtido. Lástima que no te lo agradezcan los prebostes que nos gobiernan.
- No des vueltas a lo que no ha de girar, Segis. Es suficiente un buen barco, buena dotación para saber donde hay que esforzar lo que sea posible. Esta cubierta será nuestra vida el tiempo que dicten Neptuno y sus tritones en forma de vientos, mares y fortuna. Aquí alcanzaremos gloria o muerte, así que es aquí donde todo se debe dar. Ahora debemos seguir con mas ejercicios y creo que también debemos simular las maniobras de guerra, recargas y andanadas en falso. De alguna manera mantendremos tensión y se harán más a su oficio.
- Los vamos a matar
- Vale más que nosotros los matemos así antes de que nos claven otros el cobre sin remisión. Pero tienes razón que hoy ha sido día productivo y se merecen descanso y ración doble de vino rebajado en las comidas. ¡Sea, segundo!
- Ya os vale, parecéis el viejo cascarrabias del Conquistador y sus raciones de vino aguado.
- ¡Eso, espero ser en unos cuantos años! Un viejo a bordo de navío sin contestaciones de segundos mal encarados. Ahora dejadme un tiempo que deseo escribir a mi familia, hay un correo que parte hacia las Islas de Barlovento y tengo que aprovechar antes de su partida.
La vida normalizaba a bordo, maniobras que tras los primeros momentos de roncas y bajas protestas solventadas a golpe también bajo de rebenque sin llegar nunca “al cañón” dominical fueron llegando a ser una costumbre recompensada con los resultados y algunos sorbos menos rebajados de vino del comandante.
Corría el 30 de abril, los calores comenzaban a vencer al frescor de la brisa que poco a poco dejaba de ser fresca cuando un esquife con todo el aspecto de ser porte oficial se aproximaba al “Santa Rosa”.
- ¡Esquife a un cable!
Largaron la escala por la que un alférez de navío vestido para la ocasión se presentó sobre cubierta.
- ¡Permiso para subir a bordo! ¡Alférez de Navío Alfonso Menéndez!
- ¡Permiso concedido!
- Solicito ver al comandante para entregar mensaje de Capitanía.
Segisfredo acompañó al alférez con la tensión propia de saber que en el pergamino lacrado iba el destino inminente que por rutinario fuera, era el suyo y una vez alejado de la vista terrenal ese papel solo era la escusa para volar sobre la mar otra vez donde fuera. Tras su entrada, la imagen de Daniel en perfecto estado de revista cual almirante de la mar océana le sacudió agradablemente a Segisfredo con la sorpresa rezumando por sus poros como imbornales aún tornó a observar su estampa que de natural siempre superaba en porte a su amigo. Esta vez había sido vencido en sus propias armas.
- ¡A sus ordenes de usia! Con su permiso le hago entrega de los documentos de Capitanía.
Quizá con la dignidad llevada algo más allá de lo necesario, en parte por la perdida días atrás delante del marqués de Mary, hizo ostentoso gesto de hacerse con él para leerla al abrigo luminoso que la cristalera de popa le proporcionaba.
Tras hacer el tiempo oportuno se dio el gusto de despedir al Alférez en mejor guisa que la recibida por él.
- Leído queda, Alférez. Cumpliremos las órdenes tal y como están escritas. Mi segundo, acompañe al Alférez Menéndez a su esquife. Hemos de preparar la nave para zarpar.
La suerte y el destino ya quedaba marcado, y no sabían cuanto…
1 comentario:
Cada vez que paso por aquí, me quedo estática, sin saber que escribir, leo...disfruto, y sólo se me ocurre dejar:
Saludo afectuosos desde México.
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