Tengo un cuadro que me ha perseguido durante ya bastante tiempo y en realidad de alguna manera lo sigue haciendo en este mismo instante, en cualquier momento en el que se me ocurra suspirar mientras me planteo el nadar sobre la mar de esta vida. No es otro que la imagen pintada de Ulises atado sobre el mástil de su nave mientras sus hombres, con los oídos cubiertos de cera, mantenían serena la cadencia de sus estrepadas para llevar la nave hacía la meta que la razón primigenia sostuvo definiendo la derrota sobre la carta en la hora de zarpar desde las arenas troyanas.
Escuchar el canto de las sirenas como atracción en verdad placentera de lo bueno porque sí, por uno mismo sin más hubiera llevado a Ulises y a cualquier ser humano hacia la pura felicidad como momento excelso, en el ejercicio del puro derecho humano que en estos momentos nos aturde en mitad de una sociedad enfocada para tal objeto. Por supuesto me refiero a esta Sociedad en la que mis experiencias se manejan, donde las expectativas a día de hoy han sido ya cubiertas; líbreme el cielo de mezclar en esto a las sociedades donde la riqueza material aún no ha inundado sus bodegas expulsando la Ilusión y la Esperanza que bogaban junto a los repletos bancos de sus forzados ciudadanos vestidos sobre cadenas de galeotes.
Quizá si Ulises fuera un comandante de una nave actual hubiera desechado el fijarse al mástil, quizá en aras de la propia obligación por ser feliz como absoluta razón vital diese orden de virar su nave hacia tal sonido enfilando su ánimo a la verdad imperante.
Las rocas y los rápidos hubieran hecho su parte para dejar su nave y sus sueños anclados en medio del Tártaro vestido de frustración por la felicidad absoluta lograda que, como verdadero gas liviano de forma inevitable se escaparía de entre sus dedos sin más que la lamentación sin posibilidad de regreso al perder su propia nave vital en el empeño.
¿Alguien se ha parado a pensar en esta Sociedad vestida de nave infinita sobre la que cada uno de nosotros ejercemos de aislados comandantes propios y su derrota sobre la carta establecida por también nosotros?
Desechando la palabra y el significado de la ilusión como leal autoengaño sobre la esperanza que nos da alas para seguir disfrutando de las mil y una tonalidades del sempiterno gris que nos acompaña, miles de vidas en forma de pensamientos se exigen como norma vital la felicidad pura viendo lo que así no es, como fracaso y cúmulo de desgracias.
Este que aquí firma se queda junto a Ulises en su larga travesía hacía Itaca donde lo importante será vivir la pura singladura en la que sufrir o disfrutar con ella mientras añoras lo vivido y vives lo encontrado en cada recalada en cada beso real o imaginado, en cada desencuentro inesperado. Este marinero se queda en las mil posibles recaladas sobre ensenadas inconclusas donde encontrar quien comparta sueños o palabras para soñar mientras disfrutas de su cercanía o le deseas buena mar a quien se despide.
Existimos y la felicidad es algo fútil que se va como viene, a la que en estos tiempos pensamos por error tener derecho sobre su posesión sin aceptar que Ella y solo Ella elije cuando tocarte con su brillo para irse al poco de hacerlo sin despedirse siquiera. Su majestuoso roce sobre tu piel será siempre un regalo, un milagro al que volver en su recuerdo cuando se halla ido sin nostalgia, pues en cualquier momento podrá tener a bien volver y no nos debe encontrar agrios por no estar.
(Itaca. Kavafis)
Buena mar a todos, buen destino al que mucho sea el tiempo gastado por llegar a él, pues en el viaje esta el secreto de encontrar a ratos algo de felicidad.
3 comentarios:
Sólo a ratos, como dices, pero vale el intento, la búsqueda, el encuentro.
Tenemos que estar esperándola, si estamos "agrios" jamás se acercará, se irá a buscar a otro que ande plácido por el mundo.
Abrazos.
Alicia
Me ha encantando tu artículo. Y el cuadro no lo conocía, también chulísimo. Bonito, para leerlo, releerlo. Genial. Saludos :)
Hola te dejo saludos, como siempre narraciones interesantes.
Abrezos.
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