miércoles, 4 de mayo de 2011

No habrá montaña mas alta... (104)


…Como si de vidas paralelas se tratasen, la de Daniel Fueyo al mando de la Minerva y la  del Marqués de Santa Cruz, Don Álvaro Navia,  asi corrieron, en el inicio parejas acometiendo sin miedo  sus respectivos retos. Daniel  contra el viento y tratando de  apurar barlovento mientras daba  distancia a la galera en la que los rebenques de seguro ya marcaban la sangre de los que como galeotes veían en la flota  su liberación,  el Duque con 1.500 hombres se  lanzaba a cortar  y derrotar a quienes consideraba   pura escoria al servicio del turco. Dos acciones que distintos resultados llevaron aunque  en ninguna la bravura y el pundonor  concedieron victoria. La Minerva era superior a las naves  enemigas una a una e incluso  frente a dos pues a pesar de  plantarse como insignia un  navío argelino de 60 cañones, no era su  marinería y  dotación  de nivel suficiente para dar con la “Minerva” y su pabellón real bajo las armas del Bey. Ni ese navío,  ni la corbeta  y resto de galeras en las que los galeotes   brillaban en su  esperanza por la liberación.  La maniobra consistía en entorpecer el avance sobre nuestra galera y  atraer a la mayor parte de la flota sobre si  para aligerar el cañoneo sobre Orán y las tropas del Marqués.



De forma intermitente trataba de ver la evolución del  ejército  al que veía en exceso avanzado. El enemigo argelino huía y eso no le gustaba a Daniel, tal treta ya la observó en el desembarco   semanas atrás y  seguro que había  celada en semejante huida. Cosa que se cumplió como  la prueba del nueve. El marqués junto a sus hombres quedaron atrapados en una bolsa  que los triplicaban en número. Desde  la fragata solo restaba  la bilis de la impotencia por no poder alcanzar con sus cañones sobre   ellos.  Cambió de banda su largomira  comprobando que la galera estaba a suficiente distancia como para no ser plato de interés a aquella flota que más se  marcaba como objetivo Orán y su castillo.  Tocaba  hacer lo mismo, retirarse a tiempo podía  devolverles  la victoria.

-          ¡Segundo! ¡Virando hacia la galera!

Ni un solo cañón o pedrero tuvo oportunidad desde cada bando de hacer fuego, la pequeña escuadra victoriosa  enfiló sus tajamares con   la misión de bloqueo de la ciudad para  cerrar así el asedio de la ciudad  desde tierra y mar. Mientras,  galera y fragata ganaban millas tratando de  encontrar al “Santa Olaya” junto al otro bergantín y galera  para decidir las acciones  con las que  encarar aquella situación.

-          ¡Capitán, señales desde  el castillo!

En efecto, desde la fortaleza tras varias andanadas de aviso  trataban de comunicar con la “Minerva” aplicado el código secreto de señales  acordado  para esa comisión. Atentos,  el primero en traducir el mensaje fue el alférez de fragata Gonzalo Arrieta.

-          ¡Mi capitán,  desde el castillo dicen…!

-          ¡Lo sé! Quieren embarcar un mensajero con informes de situación para entregar  al Almirantazgo. Y el  marqués, Don Álvaro ha muerto. Nuestro Señor lo acoja en su gloria y castigue a esos perros con el infierno más cruel que pueda  ofrecer.

El alférez  tras la encapillada de mala baba  del capitán, en silencio se cuadró esperando órdenes.

-          ¡Arrieta! Envíeles esto.

Daniel se  apoyó sobre una de las batayolas y escribió sobre un trozo de tela  arrancada de algún coy con la rabia de la derrota y el desprecio por  el enemigo. “Anochecer del 4 de septiembre hasta medianoche  y del 5 para  recogida en Las Aguadas. Suerte. ¡Viva España!” Sin dilación el serviola  repitió  las comunicación hasta recibir el acuse desde  el castillo. Una salva de despedida fue lo último que  quedó  ahogada entre la algarada de las tropas del bey Hacen y su aliado el bey de Argel. La ciudad quedó bloqueada. Al menos los vientos  inflaban las alas de  fragata y  galera alcanzando el cuadrante marcado para situación de  emergencia. Solo quedaba quedar  a la espera prestos en zafarrancho hasta el avistamiento de los dos bergantines y la galera con la que preparar la operación  un día después. Medio día de tensa espera más tarde  dos  naves aparecieron por horizonte de poniente tratando de ganar barlovento hasta  ponerse en facha  por el costado de babor de la Minerva, ambos bergantines. Mientras, más lenta y  menos marinera, la galera iba aproximando su imaginario espolón de abordaje por el levante.

Daniel  llamó a consejo a los comandantes de aquella escuadra mínima donde  les informó de la situación de bloqueo de la zona y la muerte segura del Marqués de Santa Cruz. La situación podría ser crítica  intramuros del castillo y la ciudad sin  cabeza prominente que acallara debilidades y con un  enorme ejército dispuesto a tomarse la revancha tras la derrota humillante por propia enjundia del moro y sus ansias de vida  frente a muerte con honra. Daniel tenía clara la oportunidad que solo sería una y se basaría en la velocidad de  su fragata y los dos  bergantines  para romper el bloqueo durante los pocos minutos en que esta maniobra de despiste diera la oportunidad de embarcar al mensajero de la ciudad, entonces,  desplegadas las alas y rastreras    si las tuviera el bergantín  se plantara este en Alicante para llevar  la  mala nueva al mismo Rey si fuera preciso.

-          Caballeros, hemos de recoger al mensajero entre el atardecer y la medianoche de mañana o  en el mismo periodo de la siguiente jornada. En caso contrario uno de los dos bergantines partirá a la señal de esta fragata con rumbo  a España para dar aviso y solicitar refuerzos que rompan el bloqueo. Estimo la maniobra de esta manera que les someto a su valoración sincera y sin rodeos.

El Capitán de la “Minerva” extendió la carta de   aproximación a Orán donde se podía  distinguir la punta de Mazalquivir cortando la playa de Orán al este  y las Aguadas al este.

-          Vos, teniente Ramos junto a  nosotros   entraremos desde  el este de la ciudad a romper el bloqueo tratando de evitar a toda costa que nos embolsen las galeras donde  Dios guarde a nuestros hermanos que bregan a golpe de banco. Hemos de llevarnos  hacia  nuestra posición su atención y si es posible que sus rodas enfilen con gusto nuestras amuras. Mientras vos, teniente Cefontes deberéis entrar por Las Aguadas cuando el sol  justo haya cerrado su jornada sobre el horizonte. Deberá distinguir  la señal   sobre la playa de tres golpes largos y dos cortos en color verde. La respuesta no será otra que  el esquife largado sobre la mar  y solo al alcanzar  fondo donde varar hacer señal luminosa. Ellos sabrán y embarcarán al mensajero.

-          Capitán,  para bien o para mal de la maniobra cómo os informaremos.

-   Para bien o para mal doblaréis el  fuerte de Mazalquivir y daréis tres andanadas si es para bien  largando trapo seguido para España. Si es para mal serán dos y nos encontraremos en este punto al amanecer del día 5.

El teniente Cefontes asintió,  poco mas era posible hacer en aquella situación en la que seguro  ayudaría la buena cena con los mejores caldos  encontrados en el fondo de la despensa del comandante de la Minerva, que les ofreció. Eso y  los rezos a la Virgen del Rosario que nunca están de más cuando de mar se  trata….




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