martes, 13 de enero de 2009

No espero nada

Llevo varios días algo tocado de salud, días de combates bragados entre temporales disfrazados de dolor incierto y rachas de calma total. Poco a poco me voy recuperando, aunque aún navego falto de viento y el velamen que presento frente al viento no encuentra samaritano soplo con que engolfarse. Aún así algún nudo arranca el tajamar de mi proa a tanta mar expectante y algo cruel que, mientras, me golpea los costados sin consideración a mi estado.




Este parón entre mares calmos y vientos ausentes me ha dado la oportunidad de observar quizá con más pausa corrientes que parecen anuncios de vientos inexistentes, nubes que nunca acaban por acercar su cobijo a mi nave, miles de sonidos, imágenes y anuncios de terribles temporales que suceden tan lejos de mi propia piel.
Uno de ellos, el más duro por ser cruel, sangriento, injusto y tenaz en su repetición es el sonido que llega del conflicto en las tierras de Judea, de Palestina, de Canaan, de Israel, de la misma tierra con mil nombres, el mismo conflicto con miles de repeticiones a través de tantos años en los que los nombres cambiaron tantas veces como lo hicieron quienes en verdad tenían el poder; Judíos, Romanos, Árabes, Cristianos, Árabes, Turcos, británicos, estadounidenses y los que vengan en su lugar mas tarde o más temprano.

Mirando la vieja bola del mundo sobre la toldilla de popa, puedo sentir los viejos y eternos sentimientos humanos de ansia por el poder, de crueldad frente al perdedor. Me doy cuenta cómo esto no tiene arreglo, me doy cuenta la infinita permanencia de tales sentimientos, tozudos como las corrientes marinas, inmutables como los vientos que siempre acaban llegando desde el mismo punto; de la misma forma las masacres se perpetran. Se repiten de igual manera pero con nombres distintos, enarbolando banderas de colores diversos; empleando justificaciones, perdón, no hay justificación para esto, empleando argumentos absurdos de dioses inexistentes, pretendiendo imponer derechos basados en culturas milenarias, lenguas aplastadas o simplemente en el armamento más sofisticado.

La vida se repite, a los cristianos los sacó de allí Saladino, mientras esto sucedía la crueldad entre cada grupo rayaba lo inhumano; siglo y medio atrás, cuando entraron los cristianos a Jerusalem la masacre contra los perdedores fue indescriptible, inhumana. Ahora la masacre es igual, muy tecnificada pero igual. Realmente debería trastocar y redefinir la palabra para dejar como humano lo que antes definí como inhumano.
La vieja radio de onda media que llevamos en el pequeño casetón del timón no para de escupir las soflamas de cada bando, mientras los mismos, los débiles de cada época, son los que mueren casi siempre. ¿Cuánto hace de la última intifada? ¿Cuántas vestiduras rasgadas? No importa, sin más, con las ropas recién compradas en las últimas rebajas nos manifestamos hoy. Ropas que seguro fueron manufacturadas por algunas manos infantiles de algún país pobre al que todos, unos desde la derecha con nuestro afán paternal y otros desde la izquierda con nuestro grito en el cielo vestimos con cierto agrado por haber hecho una buena compra.

Morirán en Gaza, en Timor, en Somalia, en Georgia, en Cachemira, en Burundi, en Nepal, en Liberia, en la antigua Ceilan que así me gusta llamarla, en Chechenia, en Nagorno Karabaj, morirán niños con rostros de incomprensión, pero en nuestra radio saldrán las soflamas de los diferentes líderes tomando partido y azuzando para que así lo hagamos con ellos y mantener una guerra a escala verbal entre nosotros que es la forma de perpetuar esta cultura humana que nos puede.

No espero nada, sólo estoy seguro que los nietos de los que ahora en cualquier lugar del mundo pisan con su bota serán las víctimas de los que han sido vejados por sus abuelos hoy día.
Quizá si viviéramos algo la historia de tantas guerras por imperios que fueron y no son, quizá si valorásemos la vida en su verdadera dimensión, sin extraños pasajes futuros a paraísos con dioses invisibles, quizá entonces no merecería matar y matarse por nada, como mucho perder la vida por salvar la de otro sería lo único admisible y en casos muy extremos.








Realmente, no espero nada.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Antes simplemente era una sospecha, de un tiempo a esta parte quizá veo las cosas con más crudeza, y creo que el ser humano solamente es capaz de unirse para acabar con nosotros mismos.

Sólo espero que estés bien.

Besos curativos.

Alfonso Saborido dijo...

La verdad, que parece una tierra maldita. Y eso que fue elegida por los tres principales Dioses de la humanidad, que dicen que es el mismo: Yahvé, Dios y Alá.
Pues nada. Cómo decía Jesucristo, pobre Jerusalem. Parece que la tierra palestina está condenada a no levantar cabeza por jamás de los jamases.

Silvia dijo...

Espero que vayas venciendo, sin demasiados daos, en esos temporales que te asolan estos días.
Y respecto a las tierras malditas que menciona un comentarista, sólo las que pisan los malditos hombres.
Recupérate cuánto antes para que puedas disfrutar de buenos vientos cuánto antes.
Un abrazo,

Armida Leticia dijo...

Tienes razón en no esperar nada, si los que tienen el poder para detener esta masacre, no hacen nada, ¿qué esperar entonces?...nada.

Desde México un saludo.

Anónimo dijo...

Al menos estás vos, con tus palabras, concientizan y buscan hablarle al futuro, es un paso, un gran paso.
Cuidate mucho.
Un abrazo, Blas.
Alicia

Silvia_D dijo...

Tus letras, hoy, navegan en un mar de sangre... duro, pero hermoso texto.

Besos

Anónimo dijo...

No dejes de creer. Llevas el nombre de un grande de España, de un marino legendario para el no existía la palabra imposible. Así que no caigas en el olvido como él y lucha. Quédate con lo bueno, amigo. Para un enamorado de la historia como yo, tu nombre relució como una estrella y la seguí hasta aquí. Tienes un blog genial. ¡Enhorabuena! Un abrazo enorme.

Blas de Lezo dijo...

Gracias por los ánimos, voy recuperando el pulso de la salud poco a poco.
El pulso que sigo sin encontrar es el de la humanidad en sus instintos.
A veces nos veo como un mar de sangre, otras como masas de corazones buenos que desean el bien.
Volviendo a esto de la sangre por territorios entre dioses que nacieron de un desierto parecido, solo hay que pensar que ningún grupo humano puede arrogarse la razón, que nunca logrará mas que pequeñas briznas de tiempo a su favor y que la mar oceána que somos la humanidad acaba siempre por engullir pequeñas veleidades de iluminados del pelaje que fuera.

Un ejemplo está en la misma Gaza donde sobrevive hacinada una superpoblación con mas del 50% de ellos menores de 20 años. ¿Qué compuertas contendrán semejante océano? Se filtrarán entre las balas y los tanques con el tiempo por aliado.
Mientras tanto muerte y destrucción... para nada.
Y nosotros aquí discutiendo a ver quién tien razón. Solo la vida la tiene.

Un abrazo a todos los que aquí paráis de vez en cuando.

Blas