lunes, 2 de marzo de 2009

Carta a un López

Soleados estos días de lluvia y dolor para viejas amantes de soles que no saben que lo son. Amantes expertas en hacer “ojitos” a unos mientras parecen dar, esperando por el doble que tomar.

¿Nadie se da cuenta que no hay de donde sacar? Son la calamidad oculta de cualquier pueblo, esa plaga que se dedica a vivir del pasado para encontrarse en el futuro con el trono por víctima de su propio victimario. Domingo 1 de marzo a las 20:00, la hora marcó el fin o el comienzo, que lo mismo son en esta triste canción para los viejos nobles venidos a menos. El fin de la doblez y la vida simulando aquél modus de “cristiano viejo” mas “casposo” por ser personaje de ya por casi tres centurias abandonado en el resto de la vieja Iberia. La hora que ha marcado el fin de juzgar tus derechos a sentir por tu actitud, por tu vestir, por tu hablar, por tu callar. La hora que ya señala el inicio prometedor de la posibilidad de ser porque sí, por simple ciudadano, la hora de poder mirar desde arriba al que siempre lo hizo a ti que estabas abajo.

Desde la lejanía de tu equipo al cual no pertenezco por desengañar tantos sueños de antaño, Francisco López, que así te llamas tu el que de esto puedes hacer un sueño real, de ti esperamos con la misma sonrisa que esta vez sea al fin la buena. La oportunidad en que, sin monedas de cambio, con los justos trueques, sin excesos y pensando en el FUTURO, la ilusión se cumpla.

Que por fin el FUTURO infinito sea de los ciudadanos como puros y simples seres humanos que usan el idioma como simple nexo de unión y entendimiento, que comparten las historias del pasado con orgullo y sentido de la crítica, ciudadanos con ganas de evolucionar, ciudadanos con el aire nuevo que da el romper al fin la cotidiana convivencia bajo el invisible yugo del abolengo caduco por decrépito y saberse supervivientes. Porque ser de un lugar solo es eso un lugar, un accidente en el nacer, vivir y morir, nunca una deuda de patriotismo propio de la reconquista.



Por eso si los “cristianos viejos” de rancio, muy rancio abolengo estiran sus blancas ínfulas mientras se santiguan por el sacrilegio de que un “vasco de menos” venido a mas sea quien dirija el timón y gobierno de una nave que, por manoseado su nombre en tal exceso, ya nadie sabe como nombrarla sin pecar de algo, nada temas que ellos seguirán en sus escasas y necesitadas trece llorando como el viejo holandés errante; continuaran en su victimario condenados a seguir en la pugna por la falsa esencia más propia de épocas grises de la primera mitad del terrible siglo XX. No temas, estos errantes a diferencia del Holandés hace lustros que su nave la tienen varada por su propia falta de linaje de ciudadanos justo al lado de las imágenes y símbolos más propios de un decimonónico mundo que solo existe entre sus vanos deseos de segregación y marginación hacia quienes no “sientan” ardor patrio como otros también hacían en los duros cuarenta de la posguerra.




Por ello, Francisco López Álvarez, ciudadano vasco como el que más en ti descansa mi esperanza que no ilusión, por que con tu tenacidad y visión de verdadero futuro recuperes a tanto ciudadano vasco que se considera pueblo y nación del XIX y que la, tan odiada por mi, palabra “normalización” sea de verdad eso y no lo que lleva siendo durante tantas décadas. Todos como ciudadanos nada mas… y nada menos.



A mi padre, como López,
un ciudadano vasco.

4 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Gran homenaje a su padre.
Y gran homenaje a la libertad, esa eterna desangrada.
(Gracias por la visita)

Armida Leticia dijo...

Hermosa entrada, como todas las de este blog, uno de mis favoritos. Por cierto mi apellido paterno, es López.

Saludos desde México.

Anónimo dijo...

Mi madre y mi padre, mi familia....eso es lo más importate...y el saber q el amor, el respeto y las imperfecciones de ellos y mias nos hace que nos queramos cada día más...sabiendo que lo importante para vivir tranquilo y a gusto es vivir el día a día, no inconarse en el pasado o lo que nuestra mente quiere creer para justificar nuestra actitud intolerante y rabiosa en contra de los que más nos quieren.
mi padre, mi madre....