martes, 31 de marzo de 2009

No habra montaña mas alta... (2)

…La sacristía quizá fuera el lugar más frío de aquella iglesia. No se encontraba en ella más que el mueble para colgar las escasas casullas pegado a una de las gruesas paredes, en el centro dominaba una mesa tosca de roble a la que le hacían cerco tres sillas de diferentes facturas. Sobre la mesa un crucifijo de plata de mejor acabado que todo lo descrito antes presidía aquella espartana estancia. Don Román la invitó a sentarse mientras el rebuscaba la casulla para los oficios de primera hora de la mañana.

- ¿Y bien Doña María? Usted dirá lo que desea conversar.
María, roja de vergüenza por el trago que sentía que debía pasar ante aquél hombre de doble rasero comenzó sin dilación.
- Padre, mi familia no puede más, con las demoras en los pagos he conseguido juntar algo de dinero gracias a los trabajos que usted en su infinita bondad ha logrado que las gentes me ofrecieran. Hace pocos meses que tuve que sacar a Daniel de las “lecciones” para ganar algo de jornal en lo que creo que puede darle futuro que no es otra cosa que la pesca. Aún así no podré pagar las deudas contraídas por mi difunto marido que en paz descanse y vengo a rogarle ayuda de cualquier tipo ya no para mi persona sino la de mis hijos que merecen un futuro mejor…
No pudo más, la angustia le cerró la voz entre sollozos.
- Doña María, bien se de vuestra situación que tanto me aflige, máxime por haber conocido a Gaspar, fiel entre los fieles, trabajador y hombre emprendedor como falta nos hace en estas Asturias tan faltas de hombres así. He ido analizado las posibilidades y creo que tendría para tus hijos salidas válidas y prometedoras si comparamos la situación que ahora corréis. Vuestro hijo menor, Miguel, creo que sería un buen religioso en cualquiera de las órdenes a las que desde aquí podría recomendar para su ordenación.

Los ojos de María interrumpieron tal ofrenda seguramente cargada de nefando interés por parte de Don Román, pues todo el mundo sabía que aquello era ingresar a su pequeño como esclavo en un mundo donde las clases se multiplicaban por mil.

- Con el debido respeto a vos, padre, creo que Miguel bien puede esperar por tener tal destino…
- Bien, bien pero en verdad que no habéis de encontrar muchas posibilidades donde elegir tal y como se ciernen vuestros destinos, pormto los pagos se harán efectivos y vuestra casa será lo primero que perdáis. Hay otra posibilidad para vuestro hijo Daniel que con sus diez años podría aprovechar. La familia de los Aller y Suardíaz viajarán el mes de Abril hacía Sevilla, pues cumplimentan el despacho del Rey como séquito administrativo del Virrey partiendo con destino a La Habana. Necesitan un criado y qué mejor que alguien conocido y paisano de ellos. Sé que son buena gente y darían una oportunidad en el otro hemisferio a vuestro hijo. La manutención un mínimo sueldo para él y una válida compensación que podríamos compartir la Iglesia y vos por cederle a vuestro hijo.


Aquella oferta le dolía aunque en menor medida y si la compensación tras el descuento del párroco saldaba sus deudas al menos daría una oportunidad a su otro hijo.

- Padre, os doy las gracias por vuestros encomiables esfuerzos. Si me permitis tras la celebración del domingo os daré respuesta de esa última propuesta cuando sepa si tal compensación salda mis deudas y el dolor de mi hijo por la separación es humanamente asumible por él.

Se despidieron y con la dignidad de quién fue alguien en la villa, María salió de la Iglesia de San Pedro con Miguel de la mano dando pequeños saltos de alegría por el tiempo de juego extra que tuvo aquella mañana de regalo con el monaguillo de Don Román.

Cuando todo esto comenzaba a marcar las vidas a fuego vivo sobre el alma de María la mar mantenía las manos de Daniel entre las redes entretejidas empapado mientras un buen banco de jureles entraba por la borda para dar un golpe de riqueza corta pero gratificante a todos los que luchaban entre las olas del Cantábrico.

- ¡La jornada esta lista! ¡Rumbo a Gijón, sin demora!

La voz del patrón era clara, mientras unos arranchaban el aparejo de pesca, otros estibaban aquel tesoro aún vivo y los restantes enfilaban al proa contra el cerro de Santa Catalina. Daniel estaba orgulloso, no esperaba mucho de la ganancia pero sabía que sería más de lo que había conseguido en las singladuras pasadas. A pesar de la panza repleta de jurel, el pesquero cazaba el viento como fragata cazadora y la protección del Cerro enseguida los obligó a sacar los remos para abarloar el pesquero junto al pequeño cabañón a modo de rula donde sacar la pesca.

Pocas horas después Daniel con el atardecer empuñando la cortina de estrellas que daba carpetazo al día entraba en el hogar donde le esperaban María y su hermano Miguel frente a un fuego sobre el que el caldero hirviendo y oliendo a laurel abría las ganas de comer a un muerto.

- Hola Madre. Hoy ha sido un gran día. Hicimos la pesca del mes. Parecíamos hundir con tanto jurel. Don Mariano me entregó lo pactado y diez escudos.

Con orgullo vació la bolsa con cinco monedas de dos escudos. La efigie de Don Felipe el quinto parecían sonreír en medio de la escena. María orgullosa por él los recogió en silencio y con un gesto los sentó alrededor de la mesa. Aquella noche la sopa sería el preludio de dos jureles frescos y de un sabor que no podrían envidiar la cocina del Palacio Real.

- Daniel, el domingo es el cumpleaños de Miguel y haremos una fiesta especial gracias a tu esfuerzo.

Miguel lo celebró golpeando la cuchara de madera sobre la mesa mientras María besaba a Daniel. Hacía muchos meses que no sentían el calor familiar junto a la sensación de bienestar y aquella era la primera vez desde tanto tiempo. Terminaron de cenar, ella los besó y Daniel se llevó a Miguel a la cama mientras le iba contando contaba el gigantesco tamaño de las olas y la red cargada de jureles contra la que se hizo tantos cortes en las manos. Ella los miraba y se retorcía de dolor al imaginar verlos separados.

¿Qué hacer? ¿Perder la casa, perder la salud sin lograr progresar, aunque uno de los dos fuera? Ella se sentía joven, sus 28 años y la fuerza del maldito destino hasta ahora escrito por los dioses la habían devuelto las ganas de empujar contra todo por sus hijos y por ella. Don Román deseaba sacar el dinero y algo más de ella, pues mujer era y aquello ya presentía desde hacía algún tiempo. Perdido a Daniel quizá salvaría la situación o quizá la miseria golpease con más dureza y no quedase más vida que la leída tras las pupilas del párroco.



“Quedan seis días hasta el domingo en el que habré de dar una respuesta a Don Ramón, son seis y en esos días lograré encontrar la respuesta como digna esposa de Gaspar Fueyo soy”

3 comentarios:

Armida Leticia dijo...

Desde México, te dejo un saludo.

Anónimo dijo...

Toda una familia de luchadores.

Silvia_D dijo...

Terrible dilema para una madre... qué tiempos aquellos que describes.

Me está gustando esta historia un montón. Graciassss!!

Besos, niño y feliz fin de semana