sábado, 7 de marzo de 2009

Nunca arriar bandera, nunca el último esfuerzo

"¡Barco a la vista!"

Esto gritaron incrédulos y desfallecidos Marston y Hurley al divisar la escampavía chilena de nombre “Yelcho” mientras buscaban lapas que llevar a las bocas congeladas de los que aún esperaban casi sin esperanza la arribada de su comandante. Ernest Shackleton hacía ya cinco meses que había zarpado sin nada más que la compañía de cinco de sus hombres a bordo de uno de los botes salvavidas completado y reforzado con los restos de otro. En la partida, primera separación en mas de año y medio de aquella familia de 28 miembros la isla Elefante quedaba a popa con 23 almas cargadas de esperanza rayando en la desesperanza propia de la misma fe, que hace que lo imposible parezca real y posible.





Antes sentir la explosión imaginaria del último cartucho hacia la supervivencia habían pasado casi dieciséis meses de lucha sin cuartel contra el desánimo y la derrota propia de saberse aislados a miles de millas de la primera costa poblada por humanos, que en aquellas horas del siglo vivían enfrascados en el primer gran baño de sangre de la centuria que había comenzado pocos años antes.


Pero de aquel glorioso fracaso que resultó ser la expedición trans-antártica comandada por Shackleton nos ha quedado para la Eternidad como el gran ejemplo de liderazgo y compañerismo, como ejemplo de constancia y tenacidad, de coraje ante una situación adversa. Aquellos casi dos años en total abandono ante los más crudos elementos en los que sucedió semejante historia permanecerán en la memoria de los que creemos en la humanidad como motor de grandes sueños, de la humanidad como entidad propia con la capacidad de saberse y considerarse con la audacia, con la osadía de no esperar gracias de dioses mayores o menores, simplemente con la consciencia real de dar el paso y mantenerse vivos y latentes en la perseverancia.


Tres palabras rodearon la expedición durante meses, Resistencia, Paciencia y Océano, tres palabras que bien miradas rodean a la Vida de quien la sienta.



Resistencia para vivir, para aguantar los embates y las embestidas de los grises témpanos flotantes que, sin espera por parte de quien en ellos se asienta, se partan como lo puede hacer una vida. Resistencia para sobreponerse ante el golpe de la ventisca del desamor y la ruina en soledad. Nada es tan letal como dejar al corazón entrar en el letargo del frío en un lento final sin retorno bajo la silenciosa ventisca sobre tales témpanos frágiles bajo un mar de fondo negro y sin vida.


En su lema Shackleton llevaba descrito tal concepto, Resistiendo conquistamos, (By Endurance We conquer).


Invierno austral

Océano fue el nombre del primer campamento tras perder su hogar aprisionado y finalmente destrozado por los hielos, la goleta “Endurance”. Quizá la respuesta a la pérdida de tal refugio quedara reflejada en semejante expresión de inmensidad. Inmensidad en las expectativas, en las dificultades presentadas frente a ellos, ocultas en la inacabable noche invernal. Inmensidad en los deseos y proyectos que convergen en uno por atravesar el páramo de la vida con sentido y con razones para ello, convirtiendo este en lo contrario a ello, transformando un pozo inmenso y helado de ideas y sentimientos en un océano de vida, trabajo, acción, amistad y empuje, de dolor y carencias ante la meta mayor que antes que la de buscar la llegada a un cielo residente en el imaginario religioso al final de la travesía como fuera, estribará en la llegada de todos como un triunfo común mientras compartes los olas del trayecto dibujadas en minutos y horas, en días y edades compartidas en grupo.

Paciencia, siguiente campamento cuyo nombre de origen había sido Espera. Paciencia que peregrina de la mano de la espera por lograr lo soñado te da la energía para resistir donde sea menester con la fuerza de un océano de ánimos y razones. Esas razones que refuerzan de forma recíproca la base sobre las que fundar semejante aptitud que poco a poco transforma el miedo y la debilidad en fuerza y capacidad de resistencia ante las adversidades.




Así pervivieron 28 hombres y así cinco de ellos cruzaron 1.800 millas en una mísera cáscara de nuez venciendo a los Cuarenta Bramantes de cruel e impía voluntad sobre cualquier extranjero a sus mares circundantes y dueños del Círculo Polar Antártico. Creyeron en sus propias posibilidades y la justicia humana que raras veces apuesta por brillar concedió a sus corazones la arribada a la bahía del rey Haakon en las Georgias del Sur.





A la tercera intentona, como no podía ser de otra manera, Shackleton logró a bordo y gracias al "Yelcho" desembarcar en la isla donde sus hermanos habían ya casi perdido toda esperanza de salir con vida. Un siglo antes otros hombres tan bravos como ellos sin la preparación y técnicas de supervivencia antárticas de los de Shackleton quedaron allí para siempre. Los hombres del navío español de 74 cañones "San Telmo" dejaron su más precidado tesoro sin que jamás podamos saber sus vicisitudes hasta su gélido y casi olvidado fin.






Ernest Shackleton.

Sostengo que un hombre debería luchar hasta el último aliento por el valor que le ha puesto a su vida”

(Texto que se puede leer en el epitafio de su tumba en las Gerogias del Sur)


Resistencia, Océano, Paciencia

2 comentarios:

yurena dijo...

k buena moraleja y k buena historia apasionante hernan te deverias de dedicar a escribir .besos

Anónimo dijo...

Impresionante historia cargada de valores.

Como siempre, gracias.