…A bordo del navío Santiago las sensaciones se complementaban; el recuerdo dulce de sus navegaciones primeras como alférez a bordo del “Conquistador” por aquellos mismo mares se mezclaban con la consciencia de saberse a bordo de la nave insignia de una escuadra a la que iba a rendir cuentas con ni mas ni menos que con uno de los generales de la Real Armada invicto y por ello reverenciado por él y los de su promoción. Lo llamaban “medio hombre”, pero aun con menos era más que todos los que en aquella cubierta danzaban al pito del nostromo. Hombres como Blas de Lezo o años mas tarde Don Antonio Barceló demostrarían lo que vale la actitud ante los retos y el espíritu, frente a los que se refugian tras un papel o una ordenanza mientras la nave de sus vidas y las de quienes a ellos demandan protección zozobran por no saber poner corazón y mente a proa del propio bien y los miedos a perderlo.
Quizá fuera por haberse prevenido ante lo escuchado sobre sus deformidades a causa de los combates en brazo, pierna y ojo, pues la impresión fue mucho mas amable; su seriedad era la justa hasta el punto necesario entre dos militares de diferentes rangos.
- Teniente de navío Daniel Fueyo, General. Comandante del bergantín correo "Santa Rosa" con destino a Cádiz…
- Bueno, Bueno, teniente, dejemos el formalismo a partir de ahora mismo y por favor dadme cuenta de vuestra situación y lo sucedido hasta ser avistado por mi escuadra.
Daniel relató el rescate de la polacra y el combate con el jabeque argelino al que al final enviaron a pique. Le informó de los daños y de las necesidades para las reparaciones más perentorias, que por suerte no era muchas, tan solo algunos cables para afianzar más si cabe el trinquete hasta arribar a Cádiz.
- Habéis actuado con arrojo y valentía, creo que esas personas a las que habéis rescatado de su seguro cautiverio os lo agradecerán eternamente y nunca está de más enviar al infierno cualquier artilugio flotante del bey de Argel que el demonio lo confunda. A pesar de todo dudo que esto de lo que hablamos sirva de mucho frente los escribientes de la Real Armada cuando os demanden justificación por los daños y tras ellos vuestro informe alcance a algún marino sin escamas metido en la encomienda del mando en plaza.
- Soy consciente de ello, general. Pero consideraba una ofensa abandonar a su suerte a quienes nos dan la vida y la hacienda entre levas y tributos para que hagamos de la nación un gran reino.
- Sabias palabras para un joven como vos, mas si me aceptáis el consejo dejad esto último en vuestro pañol del pensamiento no sea que las consecuencias agraven lo que de por sí vuestra diligencia y bravura de seguro os traerán. Llevamos rumbo a Génova para reclamar lo que es de nuestro César y buen rey Don Felipe. Dos millones de pesos adeudados por semejantes mercaderes y banqueros hijos de Satanás que rehúsan devolver a las arcas de nuestro señor. Así se han mantenido ricos y pomposos desde que nuestros reyes hace casi dos centurias comenzaron a tratar con semejantes alimañas. No será esta vez en que se salgan con la suya. Volved a vuestro bergantín, poned rumbo a Cádiz y nombrad a esta escuadra y su general en vuestro informe. A mi regreso daré cuenta de vuestro buen hacer y veremos si algún petimetre con ínfulas de almirante de mar océana tiene a bien haceros mal. De la polacra dejad a ellos mismos la decisión de su futuro, si esta es la seguir rumbo a Málaga, escoltadla hasta las cercanías. ¡Suerte, teniente Fueyo!
- Gracias, general. Así lo haré.
Orgulloso en su esquife retornó al Santa Rosa. La actividad era frenética a bordo bajo las órdenes de Segisfredo Cefontes. Como le indicó el General, concedió carta blanca para el capitán de la polacra que decidió continuar rumbo a Málaga.
- En ese caso y tras las honras a los caídos navegaremos en conserva a mis órdenes y con nuestra protección. Ahora regrese a su nave y procure estar listo para partir a la mayor brevedad.
Como antes Daniel sobre Don Blas, el capitán del “Gamo” retornó aliviado a su polacra. Trasladados los pertrechos solicitados por el segundo del Santa Rosa al teniente encargado de tales asuntos en el navío “Santiago” la escuadra partió con la proa en clara enfilación al viejo faro de la ciudad de Génova.
La vista de la escuadra maniobrando con la lentitud propia de los grandes navíos hasta formar la línea fue dando alas a la imaginación y los sueños de Daniel que parecía beber los vientos que se engolfaban en el trapo largado sobre los seis navíos.
- ¿Os embarcarías allí, Daniel?
- ¡Ah! Elvira, vos aquí. Desde luego que si. Daría cualquier cosa por pisar el castillo de popa de alguno de esos navíos. Por poder sentirme parte de semejante grupo, orgulloso por serlo sin más demanda.
- ¿Recordáis la conversación interrumpida, capitán? Vos decíais que vale mas no saber donde esta lo que uno desea encontrar y dejar a la misma mar y al arbitrio de los vientos que sean los que decidan donde se ha de recalar. Creo no haber dejado una palabra de aquello que me quedó para siempre en la memoria.
- Es así, Elvira, lo que uno desea vale mas no saber donde esta pues podría entonces llegar a encontrarlo cuando no había llegado aún su hora. deber ser el arbitrio del viento y la vida los que conduzcan la propia nave, los que te dejen frente a tu sueño. En ese momento la libertad y el deseo propios serán los que decanten la decisión de aceptarlo o pasar de largo.
- Habláis como si supiérais ya lo que va a suceder, como si todo esto fuera solo un río por el que fluir.
- Lo es. Tan solo podemos dar pequeños golpes con nuestro remo imaginario para enfilar nuestros deseos y acercarnos tímidamente si la corriente es capaz de permitirlo. ¿Y vuestro sueño, Elvira? ¿En que orilla se encuentra?
- ¡¡¡Capitán!!! Estamos listos. La polacra confirma su disponibilidad para largar velas.
- Como veis nos vuelven a interrumpir. Pero espero saber de vuestro sueño si tenéis a bien. Con vuestro permiso.
1 comentario:
"Navegación a un largo en conserva" hasta tu próximo post.
Un abrazo.
Alicia
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