miércoles, 15 de octubre de 2008

Entre Alarcos y Las Navas (6)

…El retorno fue en su gran parte un silencioso cabalgar, sabiéndose observado por infieles miradas con ansias reprimidas por cobrarse una gota mas del premio obtenido días atrás sobre las llanuras de Alarcos. La palabra dada era ley tanto para moros como para cristianos, por lo que la rabia contenida de unos y de otros manteníase ante los lindes de los sentimientos, como lorigas conteniendo el sudor frente al polvo del camino. Al fin Toledo, sus murallas y su rey como estandarte los esperaban tras la última loma de aquella infausta jornada.



- Tello, Toledo nos aguarda a menos de una legua ya y con ella seguro estoy de Don Alfonso que nos recibirá como sus fieles y leales brazos. Tu padre me hizo prometer que mientras tu presteza como caballero en cultivo estuviera, bajo el manto de mi casa permanecieras. Valía tienes de caballero, pues lo has demostrado con creces, mas debes formarte en las leyes de la caballería como Don Guzmán esperaba y de eso a fe del Salvador que yo me encargaré. Por ello te digo a ti el primero que hablaré con Don Alfonso de tales argumentos como la buena ley lo exige.
- De buen grado os lo agradezco, mi señor Don Diego, y a vuestro servicio dispongo mi brazo, como al de nuestro señor Don Alfonso; mi brazo y espada que no es otra que la espada de mi padre. Solo deciros que antes de tal cosa he de rendir cuantas de dos mandatos de mi señor padre que prometí cumplir. El primero ver a mi madre Doña Sancha y el segundo acudir a las Huelgas Reales para orar por el alma de mi padre junto con mi hermana Berengaria.



- Así será después de haber rendido honores y cuentas ante nuestro señor. ..


- ¡¡¡Hombres a caballo!!!


La hueste se detuvo, un grupo de seis hombres a caballo se aproximaba desde el camino de Toledo. A todas luces parecía aquellos hombres del Rey Cristiano, más nunca había uno de confiar en la vista hasta no tener su objeto a punta de espada.



- ¡¡¡Son Nuestros!!!


Un grito de alivio que en esos instantes parecía de victoria devolvió a los hombres la sonrisa hasta entones de cicatera estampa entre los rostros de aquellos soldados. Llegaban al fin a casa, aunque no todos.
Sin respiro ni pausa para adecentar armadura y espantar malos vientos, Don Diego cabalgó hasta la catedral desde donde subió al palacio del Rey siempre con sus capitanes y Tello tras su polvorienta estela. Debía ver al Rey y ponerle al corriente de la situación. Don Alfonso, como padre cuyo hijo ya dado por perdido había reencontrado, no esperó a las reverencias ni protocolos de curia castellana, adelantándose a su mejor capitán para abrazarlo con la fuerza de quién recupera el oro que creía para siempre perdido.



- Don Diego. Gracias doy al Salvador por vuestro retorno. Decidme, ¿cómo habéis logrado escapar de aquella ratonera? Os creí perdido junto con toda aquella brava retaguardia…


Don Diego y su Rey quedaron allí largo tiempo durante el que el Señor de Vizcaya le relató todas las venturas y desventuras vividas en aquellas horas de lucha por la vida. Don Guzmán estuvo en la conversación y, por ende, su hijo Don Tello. Don Alfonso, hombre noble y bragado en las lides de la guerra supo tratar con justicia y generosidad a los hijos de los caballeros caídos en la terrible jornada de Alarcos; Don Tello no iba a ser menos, máxime cuando se mantuvo y resistió en los momentos más duros de la batalla. Así, aquella misma tarde lo convocó a sus estancias para ser revestido con el agradecimiento y la honra de su señor en la tierra.



- Don Tello Pérez de Carrión, Hijo de Don Guzmán , nieto de Don Ordoño de la cuna castellana y del viejo condado de Alava; yo, Alfonso VIII, Rey de Castilla os nombro tenente del Castillo de Villavicencio en el Infantado que con tanta bravura vuestro padre defendió de las garras de León y establezco como tutor de vuestra formación como caballero a Don Diego Lopez de Haro, quinto Señor de Vizcaya, que sea el ejemplo de su valor y lealtad el que redunde el vuestro ya bien fundado. Por ello os dejo bajo su protección y mando hasta que vuestro nombre y persona sean armadas caballero bajo mi espada en donde Dios nuestro señor tenga a bien decidir. Ahora marchaos, pues os esperan promesas que cumplir. Vuestro Tutor y yo mismo, si Dios nuestro Señor no dispone otra cosa, os esperaremos en la Cabeza de Castilla antes de arribar las calendas de noviembre. Que así sea y se cumpla. Y ahora partid que muchas son la leguas que por delante os aguardan.



- Gracias majestad. Allí estaré antes de tal fecha, os lo juro por esta espada que fue de mi padre y ahora seguirá sirviéndoos a vos de igual manera.


Con premura y casi sin decir adiós, Tello partió a lomos de uno de los caballos de su tutor que quedaba a la diestra del Rey preparando la dura época que se avecinaba. Los ejércitos castellanos hasta entonces poderosos y temibles no eran ya mas que sombras frente a los árabes a menos ya de 25 leguas de Toledo, frente a la saña con la que Don Alfonso IX de León y Don Sancho VII de Navarra pensaban cobrarse sus deudas. Sólo quedaba Don Pedro II de Aragón que mantenía una leal amistad con Don Alfonso. Había que reforzar todas la villas, plazas y castillos con lo que hubiera en el reino, Castilla de nuevo magra de hombres y sin más que si misma enfrentaba sus campos al duro temporal.




Tello cabalgó duro y sin tregua, que buena cabalgadura le había ofrecido su tutor y en cuatro jornadas en Villavicencio se presentó ante su madre, Doña Sancha. Mujer de sentimientos altivos y duros como aquella tierra de pugna y combate frente a León. Lágrimas corrieron a pesar de la dureza de los corazones esculpidos por la distancia entre ellos. Tello permaneció con su madre hasta la llegada del alférez de Don Diego, Don Gonzalo de Urría, quién se haría cargo de la tenencia del Castillo mientras Don Tello viviera bajo la tutoría de Don Diego. Doña Sancha entendió tal mandato y con la escolta de su hijo y varios hombres de la tenencia se dirigió a la Huelgas Reales, lugar donde ya encarnaría una nueva vida de oración hasta el fin de su vida terrena. Berengaria, hija y hermana de ambos los esperaba aunque quizá Don Tello encontrara algo más que una hermana…

2 comentarios:

Madelissii dijo...

Muy bueno (=
Te invito a pasar por mi blog.

Salu2!

Armida Leticia dijo...

Gracias por tu visita y comentario en mi blog, te dejo un saludo desde México, y me quedo aquí a disfrutar de esta interesante historia, tan bien narrada.