jueves, 1 de enero de 2009

Entre Alarcos y Las Navas (29)

El ruido y la agitación de los marineros al andar sobre cubierta, las escotas trincadas, pastecas en tensa labor, voces recias que daban órdenes oportunas despertaron a Tello. Zahía, enfundada en sus ropajes observaba desde hacía ya rato la febril actividad. Como bien había anunciado el capital del “Mazal”, la conjunción de pleamar y el alba, pronta a sacudir la noche, fue el acicate, la espuela para dar bríos a aquel ser vivo con ansias de navegar. En silencio y tratando de no ser ellos quienes molestaran se apostaron sobre la regala de popa, al lado del capitán que aferraba la pala de aquél timón amodo de cuchillo vertical que parecía cortar en dos la nave, desde lo mas alto del castillo de popa hasta sumergirse sobre las sucias aguas portuarias.
Con ayuda de dos pares de remos, un par a cada banda, fueron separando el costado de babor del muelle. Al fin con la vista libre de obstáculos, una voz seca y firme del capitán dio la señal

- ¡Largad velas!




Las dos velas latinas de mayor y mesana comenzaron a abrirse como ojos sobre el cielo, como cuencos vacíos sedientos de viento. Eolo, quizá de alegre mañana ese día, engolfó las velas dando un aspecto curvo a las barras rojas y blancas que mostraban como vestido tal aparejo. El tajamar comenzaba a sentirse como tal, pequeños botes acompañaban a la orgullosa nave, ellos quedarían mas cerca para lograr el sustento diario, el “Mazal” sereno y seguro en su estela enfilaba el rumbo Nor-noroeste hacia Al Andalus.

Mientras la actividad poco a poco iba menguando, unos hombres entraban a las guardias de mar, otros descansaban o limpiaban, Zahía contemplaba la eterna línea de costa que muy lentamente empequeñecía como si peleara por seguir con ellos. Para ella los últimos seis años fueron años de una soledad sólo soportada por las caricias, los gestos de ternura y las conversaciones bajo el cuadrado estrellado que dibujaba su pequeño patio entre ella y su padre Ahmad. Su vida la había sentido como falsa en aquella latitud tan al sur de su vida, tan lejos de su gente con la que aprendió a distinguir la orilla del río de la peligrosa corriente, la sombra de los olivos frente al sol de mediodía, las flores y las canciones de la voz de su madre. Ahora volvía, henchida de un amor innimaginado, entristecida por lo que dejó en Marrakech y sobre todo azorada por lo que le deparará un futuro incierto tras tanto tiempo lejos de su hogar. Deseaba coger la mano de Tello que mantenía perdida su mirada sobre la estela, a ratos blanca y vital, a ratos desdibujada entre remolinos de agua y aire.

Dado el origen de su protección, tenían el privilegio de comer con el capitán; hombre tan buen marino como mal conversador, por lo que todo lo que no tratase sobre los tiempos, los vientos o alguna historia de dudoso gusto no era bienvenido en la mesa de éste. Tras tres singladuras a buena marcha gracias a un poniente fresco, la gracia del emperador de los vientos, señor de sus reyes y de caprichoso sentido, desapareció. El viento era nada o a veces una ligera brisa que tan sólo lograba exacerbar los ánimos de la dotación en cuanto desparecía sin rastro.

- Capitán, ¿estamos lejos de la costa andaluza?

Tello comenzaba a sentir inquietud, él era hombre de tierra y aquella situación lo hacía sentirse inseguro.
- Mi desconocido pasajero, estamos a menos de quince leguas al sur de la costa de Alandalus, tal y como hemos navegado y si las corrientes nos siguen impulsando al oeste, podremos avistar pronto la isla de Al Borany, maldito refugio de piratas que le dan el nombre. Suelen husmear siempre hacia el oeste, buscando presas del otro océano, pero esta maldita calma nos puede traer problemas. Diga a su compañero que mantenga su arma al punto que nada sabemos de lo que nos puede suceder en tal situación.
- Puede contar con nosotros para cualquier defensa de esta nave. Venderemos cara la piel.
- Es lo único que tenemos en tal caso, así que más vale correr millas a vender la piel.

Con esto último el capitán se giró dejándole a Tello con la incertidumbre en el pensamiento. Se organizaron las guardias para una presta defensa, mientras se buscaban desde la cofa de la mayor vientos como aguas de imaginarios oasis en desiertos pasados.
La noche fue tensa, eran para Zahía aquellos momentos de refugio, cuando se aferraba al cuerpo de Tello, cuando sentía su calor y calmaba sus temores a un ataque en el que su condición secreta de mujer le acarrearía consecuencias que no deseaba imaginar. Tello tragaba sus miedos, sus manos, sus palabras de calma, en aquel silencio solo roto por la mar que los rodeaba, era para ella, para su alma. Sentía que su tranquilidad era su serenidad, que su respiración acompasada lejos del sollozo producto del temor era razón suficiente para que los vientos regresaran
El alba trajo nuevas, mas no eran estas de vientos, dado el estado de la tripulación Elian había ordenado remar a turnos de dos horas a la tripulación manteniendo rumbo norte, al menos mantendrían estos ocupadas las mentes y los brazos frente a la incierta espera que solo abre las puertas al miedo y la rebelión. Con los rítmicos golpes de las cuatro palas de los remos les recibió el nuevo día.
- ¡Tierra por babor, capitán!
- ¡Maldita sea, tenemos la cueva de los piratas por la aleta de babor! ¡Ritmo a la boga, hay que salir de su vista!
Las horas que transcurrieron hasta la cita del sol con su cima fueron de silencios tensos, los ojos de quien no bogase perforaban el aire sobre cualquier atisbo de vela en aquél horizonte que nacía y moría sobre la silueta casi escondida de aquella temible Isla. Comían de forma breve y atropellada cuando el grito, la maldición esperada en forma de cuatro palabras se cumplió
- ¡Vela a la vista!
El sol comenzaba ya su lento destino, su muerte intemporal al mismo tiempo que comenzaba la carrera contra la muerte de las atribuladas almas que habitaban a bordo del “Mazal”. Al menos Eolo mantenía su capricho de no soplar, así, la noche, añorada dama tantas veces temida era ahora para todos su amada. Avivaron la boga con la imagen de sus oscuros brazos abiertos grabada en su frente…

4 comentarios:

lola dijo...

Hola Blas, como siempre es un placer leerte. Aprovecho para desearte lo mejor para este 2009, que te la pases super, mucho amor y salud a ti y a tus seres queridos.

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Y no me hubiera venido mal el 30...

Besos pacientes.

JoseVi dijo...

...Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí...

Me encanta la cancion del pirata de espronceda, con solo 9 años un profesor nos la hizo aprender de menoria y ya me gustaba.

Sigues impresionandome con tus historias, de verdad nos hemos equivocado de epoca :)

Me han invitado a una recreacion del siglo XV y XVII, detalles en mi blog trazos de espada. Pero no ire por no tener ropa historica aun XD.

Un abrazo, cuidate

Ferrolobo dijo...

Una recreación has dicho Jose Vi?
Yo estoy muy metido en esa afición, pero no me saas de la edad media.
Bueno, a lo que vamos; excelente blog y excelentes narraciones.
Suscrito me tienes.