miércoles, 4 de febrero de 2009

Entre Alarcos y Las Navas (37)

…la huida resultó más sencilla de lo esperado, todo el mundo dormía rendido por los esfuerzos del montaje del mercado. Descansaban cada uno en su puesto olvidando el mundo, sin prestar atención a nada que ocurriese a más de cincuenta varas de su cuerpo rendido, tan solo sus alarmas saltaban a lo que redeaban sus brazos que eran donde residían sus riquezas, míseras o no pero suyas al fin. Tello y Zahía comenzaron su salida de la ciudad por el mismo camino por el que penetraron en ella hasta desviarse por la senda que por la tarde les habían señalado los guías de la caravana para llegar a Málaga evitando lugares muy transitados. En cuanto les fue posible se echaron a descansar en un lugar resguardado de la fría noche y de las miradas codiciosas de ladrones y gente de mala vida. Preferían hacer el camino a la luz del día, pues temían más a los salteadores nocturnos que ser prendidos por los soldados del Rey, sultán o cadí que allí gobernase.


Así continuaron su andar hasta conseguir comprar un mulo en un villorrio mísero donde la necesidad de sus escasos habitantes concedió sin dificultad la venta del animal con el dinero que les dio aquella buena mujer. Jamás podrían agradecer a Fátima su ayuda, aunque siempre encontrarían en el resto de sus vidas a quién compensar y pagar así la deuda contraída con esta mujer. Las cinco leguas que los separaban de Málaga costaron tres días completarlas, pues las precauciones ante cualquier sospecha hacían que demorasen horas parados en cualquier refugio hasta estar seguros de que el potencial peligro había desaparecido. Al fin el monte de Gibralfaro se divisaba al fin de la ruta ocultando el color azul del mismo mar que dejaron al huir de Almería. La Alcazaba del cadi estaba justo detrás, loma abajo del monte frente al mar y, cercana a ella, el barrio judío, la Alcazabilla, donde al fin encontrar los brazos tan deseados de Abu Zacarías y su tienda de especias. Sabía Zahía que Abu y su padre eran amigos desde la infancia y que este les ayudaría y los protegería a las ahora tres almas que caminaban junto al mulo.


Tello, al mismo tiempo que percibía la alegría de Zahía sabía que el momento de decirle la verdad sobre Ahmad había llegado, no quedaba tiempo alguno que justificase por más tiempo el silencio. No sabía cómo romper aquel hechizo compuesto de esperanzas, de cercanía a sus hermanos en cultura y tradición, con la seguridad pintada toda de un azul con olor a mar.


- ¡Tello, mira qué maravilla! Málaga y su mar al lado.


Tello la miró intentando forzar una sonrisa sin éxito alguno


- ¿Qué ocurre? ¿No te alegra estar a las puertas de nuestra meta?
- Zahía, detengámonos bajo aquellos árboles, su sombra y la vista me ayudarán a contarte algo que jamás imaginé que haría cuando te conocí en Marrakech para mi hace ya una verdadera eternidad.


Con la sorpresa en la piel de Zahía y el sentimiento de congoja oprimiendo el ánimo de Tello, juntos ataron el mulo al primer árbol y se sentaron el uno frente al otro. Ella miraba el rosto apesadumbrado y temeroso de alguien a quien amaba, hombre dulce y pasional, hombre tierno con ella y que días antes no había dudado en acabar con la vida de dos hombres. Sentada esperaba sus palabras con anhelo.


- Zahía, lo que te voy a contar lo sabía desde la fiesta que nos regaló el Sid de Almería, pero decidí ocultártelo hasta que la situación fuera más sosegada y menos peligrosa para ello. Aquél malvado sospechaba de nosotros como te dije, conocía nuestra historia. Pero también conocía la de tu padre, la de mi amigo Ahmad…
- ¡Padre! ¡Tello, que le han hecho a mi padre!
- El Califa, descubierta la huida tuya y conociendo también la relación que tu padre y yo manteníamos desde que comencé a visitar la biblioteca dedujo que tenía parte en mi huida, aunque debió de tardar en hacerlo pues hubo un tiempo entre mi desaparición y tu marcha, pero no hay nada que se oculte a un poderoso por mucho tiempo. Esto condenó a tu padre a la muerte sin lugar a piedad por parte del Califa,
- ¡No! ¡Por qué, mi padre era un hombre bueno!¡Lo sirvió con lealtad!
- La lealtad de los injustos no es como nosotros la vemos, nunca esperan lealtad de hombre sino de can.


Zahía se derrumbó sobre Tello. Sólo los ruidos propios de la brisa proveniente del mar próximo junto a los cantos de los pájaros lograban menguar algo los sollozos entrecortados y angustiados de un corazón roto y hundido por la injusticia de un poder enfurecido, que castiga su frustración en el más débil y cercano. Las manos de Tello apoyadas sobre su espalda temblorosa entre espasmos en cada sollozo intentaban con sus caricias absorber algo de dolor intransferible de un ser al que le arrebatan de forma cruel parte de sí mismo. Nada quedaba más que escuchar y recoger una a una sus lágrimas sin perder una sola gota de sufrimiento.


Decidieron pasar la noche bajo unos árboles alejados del camino y entrar en Málaga la mañana siguiente, un día mas no significaba nada y disponían de lugar y viandas para ello. Los brazos y el calor de Tello, bajo el manto estrellado sobre el que Zahía buscaba de forma infructuosa encontrar los ojos de su padre serían su consuelo. Fue una noche triste en la que el desvelo fue continuo, varias estrellas fugaces cortaron el negro tapiz como queriendo decir que también aquel dolor iba con ellos, con los cielos que tanto anuncian unos y otros como paraísos y que desde su infinito fin tales meteoros nunca conocieron tales lugares entre sus vacios y estrellas, entre sus planetas y cometas; pero si encontraron cada noche en la tierra lágrimas y desvelos, producidos por el devenir de un mundo que a veces parece deleitarse en hacer sufrir a los hombres en nombre de algún dios o algún rey, que sin vergüenza alguna se arroga valores que solo los visten por los mismos a los que les hacen sufrir.


El alba despertó a Tello, Zahía dormía ahora de forma continua. Su respiración al fin era de ritmo suave y acompasado tras rendirse agotada por la infame noche, seca en sus ojos y yerma de vida. Nada había en todo lo que la vista le permitía ver a Tello, una visión que acababa sobre el Mediterráneo si miraba al sur y sobre el monte Gibralfaro si miraba al suroeste. “Tenemos que salir de aquí cuanto antes” pensaba Tello. “Nos iremos a Castilla, a Toledo, a mis tierras al norte, frente a León. Allí Zahía pasará por cristiana y al menos todo esto quedará en un maldito recuerdo lejano”. Razones, proyectos, un futuro hijo, todo aquello atormentaba su corazón mientras buscaba la forma de lograr un sueño tan común como el amanecer; vivir con Zahía y su hijo, regresar a Castilla pues veía que era allí donde su brazo daría seguridad a su proyecto. Estaba claro que la vida seguía tozuda y necia marcando sus reglas y las del poderoso parecían que era la base de todo, el era un poderoso en ciernes cuando se marchó.


Era ya diciembre del último mes del último año de aquel siglo. Navidad de 1199, sólo deseaba que la nueva centuria comenzara con sus proyectos en lo más alto y a fe que iba a luchar por ellos. Zahía despertó, con esfuerzo se incorporó mientras llamaba a Tello; ya no había lágrimas, las había gastado la noche pasada. Ambos sabían de formas distintas que había que continuar…


1 comentario:

JoseVi dijo...

Precioso...

Tello y Zahía me recuerdan a un diario que lei de un cruzado del siglo XII que marco mi vida. Una pareja de cultura distinta, pero juntos.

Ya te conte una vez que vivi una situacion similar con una novia china que tuve, mis compañeros de copas no lo veian muy bien, en cambio mi madre... le encantaba XD. Era majisima :)

No te preocupes por mi me va a pagar un antiguo cliente una suma un tanto elevada que me debia desde junio, 960€, con eso sobrevivo hasta cobrar del paro y me apoyan mis padres.

De mi jefe, santiago y cierra... o desperta ferro de los almogavares XD. O Deus le volt de los templarios del rosellon en occitano XD. Gracias amigo lo llevare todo por un sindicato.

Un abrazo