viernes, 27 de febrero de 2009

En el Túnel (II)


Mis paseos continuaron a través de aquél infinito reino del tiempo y el conocimiento.  Invisibles engranajes de un reloj  silencioso giraban cadenciosos entre las reflexiones  que brotaban sin descanso  desde una mente cada vez más liviana de cadenas y grilletes; elementos forjados entre convencionalismos  y deudas  contraídas sin más razón que la fuerza de la supervivencia.

Soledad clavada sobre el tablón de la felicidad de saberse bueno, de creerse tal mientras nada alrededor  era capaz de alterar semejante estado de plenitud, de   sentir el “Todo”. Mientras  así me encontraba también en el tren pensaba, en la gente que iba como yo antes de transponerme. Cómo continuarían su viaje para rendir sus sacrificios como ofrendas por un trozo de libertad dibujada en la nómina inminente de final de mes. Gente que huía de casa por saberse solo o por sentirse mal acompañado. Pensaba, pensaba en tantas vidas distintas que arrastraba el tren de cada mañana. Un silencio enorme como un estruendo vivo llenaban al límite los tímpanos de mis oídos.


Los tiempos no valían sin finales al otro lado, el reloj de mi muñeca carecía de sentido y utilidad. El pensamiento tantas veces censurado trabajaba como la turbina de un  petrolero a plena carga, miles de vueltas en un minuto sobre el mismo eje de un recuerdo, de algo vivido; pasiones olvidadas  ciaban como  recuperando  el campo perdido ahora sin los obstáculos de  los muros  pintados del  tono gris de la censura.

Más tarde, no sabría decir si era mañana o tarde pues el hambre tampoco me demostró tal  dicotomía, gentes desde  tantas direcciones como las puntas imaginables de una rosa de los vientos se acercaban, ¿o era yo el que al mismo tiempo me acercaba a ellos? Sus pieles inexistentes por parecer trasparentes me permitían descubrir sus almas invisibles irradiando mas paz que un cuerpo y alma como el que esto escribe podía aceptar. Al fin y al cabo había sido mi vida una guerra latente, una lucha encubierta en un mundo plagado de convenciones lo que había vivido desde que el Conocimiento y su reflejo entro en mi.

Guerras por un asiento, por una mirada, por un trabajo, por una confirmación, un agradecimiento. Derrotas  y victorias volcadas sin final entre músicas vanas de buenos sentimientos pocas veces reales. Buenos quizá tras los lazos de sangre o de amistad, aunque seguramente más frecuentes en los últimos que en los primeros. Fuera de tales nudos la vieja e inexorable estela de Darwin mantenía su dictamen vital de forma cruda y sin esperas.

Desparecieron de pronto y aquella mujer de gesto claro volvió a mí. Su olor siempre me devolvía al origen de todo, su presencia era para mí la de alguien conocido, la de alguien vivido, mas no lograba encontrar la marca de su reflejo en mi recuerdo.

-          Ya han pasado varios sacams desde que nos encontramos. Realmente no sé cómo expresar el sentido del tiempo  en este reino para un recién llegado como tú. No es de otra forma su avance como el de grandes escalones que se alcanzan en cada estadio del conocimiento. Cada  bloque o escalón logrado por tu pensamiento es un  sacam, un espacio temporal menos para llegar a la perfección, donde  la Eternidad  te devuelve al inicio de todo que  no es sino la parte final de tantos  esfuerzos, donde el tiempo  es  en verdad indiferente.

La escuchaba sin querer entender lo que decía, con el temor propio por descubrir la verdad. El miedo humano a descubrir que nada es como la vida me había hecho creer hasta entonces.

-          Cada bloque que superes será un sacam pasado. Has dado ya los pasos sobre los bloques más cercanos al conocimiento humano y ya es hora de penetrar en los tiempos de la Razón y el Saber absoluto

-          No sé  su nombre, señora. Nada más le digo que no sé más que lo que sé. Y sé que la base fecunda de mi caminar ante otras vidas ha sido pródiga en  buenos sentimientos gracias al respeto hacia ellos, a valorar todo lo que de mi no sale  de forma relativa. Nada puede ser absoluto, mil razones  de diferentes pesos pueden dar el fiel de la balanza hacia sus actitudes  en contra de la magnitud de las mías. Estoy convencido, señora que los valores absolutos en la vida real de la que  provengo solo han creado dolor, miseria y muerte.       

Me miró, me miró como si  esperase que tales palabras brotasen de mis adentros.

-          Lo que tu valoras como absoluto sólo es la razón  bastarda de  quién sin más la pretende imponer  a otros con argumentos tan falaces como la  existencia de algo intangible  a base de fe, o los sentimientos de superioridad de una determinada  cultura, o viejas tradiciones  que nunca fueron mas   viejas  que un sacam. Ese absolutismo no es más que el fruto del deseo del mal por el poder y del poder por el mal. Deja que lo que en verdad   fluye por ti  dentro te susurre lo que sabes. Deja que te moje la piel de tus dudas hasta deshacerlas.


Como en un paseo  a la antigua usanza, continuamos  andando sin medir las distancias  que nuestros pasos recorrían, las montañas enormes  como verdaderos  reyes presentes y vigilantes nos contemplaban desde su blanco níveo. Mi ausencia  del yo vivido era cada vez mayor…


4 comentarios:

Anónimo dijo...

algunas ausencias son un paso hacia la sabiduría

Anónimo dijo...

Porqué los tonos son de gris,
porqué llueve con dureza, rasgando,
porqué el remanente es fría desesperanza...

lola dijo...

Hola Blas, leyendote provocas en mi mente, una serie de recuerdos de un pasado medianamente lejano, me gusta la forma como escribes.

Saludos.

Silvia_D dijo...

Me encanta leer tus relatos y en cuanto pueda me pondré a ello.

Gracis por tu apoyo ;)

Besos, niño