Son muchas semanas, diría meses, en los que la realidad mediática absorbe tensiones, enfados, insultos entre guerras de ondas y páginas de papel para después devolver toda esa mezcla en forma de balas verbales sin sentido y, por supuesto, sensibilidad. Da igual el por qué de faltarse los unos a los otros, todo vale mientras se mantenga a “la parroquia”, (que somos casi todos), embelesados y cautivos del partido de tenis que pretende representar la vida política de la sociedad en esta España que repite de forma incesante sus viejos lemas.
Mientras unos siguen viviendo de su casposo nacionalismo, que no es otra cosa que el viejo sentir hispano de las Marcas, las Taifas, los Fueros, ( algunos todavía vigentes), en definitiva la lucha por mantener la raya de la diferencia que realmente justifica la eterna unión; otros se dedican a machacar al contrario con diferentes fuegos artificiales sin otra aspiración que la de mantener el cuero de los sillones con su propio calor animal o el de demostrar que el que ellos exhalan al vacío sin tales sillones es más adecuado para tales cueros de fino acabado.
Entre tanto seguimos sin ver el negro bosque, cada vez mas tupido, tapado por semejantes árboles nombrados más arriba. Un bosque en el que cada vez somos más los que nos perdemos entre el desengaño y la extenuación de una sociedad que sin estarlo acabará por enfermar de muerte. Cada grupo tribal sigue contemplando su propio ombligo político mientras los que intentamos creer en algo no sabemos hacia dónde mirar, pero sabemos lo que podríamos hacer aunque la realidad acabe por desbaratar la simple Ilusión, (concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos R.A.E.), algo con lo que se subsiste cuando no queda más, otros le llaman Esperanza y algunos Fe.
Visto el panorama, oídas por activa y pasiva las diatribas de tanto hombre público, a los naturales de esta aldea global nos queda ya poco que hacer más que ser el puro reflejo obsidional de semejantes mesnadas abanderadas como padres de la patria que uno desee y tomar refugio, encontrar albergue tras los muros de la robusta plaza llamada racionalidad. Alguien se preguntará su ubicación para acudir y resistir los embates de tal hueste sin reparos; es simple, solo hay que cerrar unos minutos al día los ojos de esta realidad y mirar hacia dentro de uno mismo, la propia conciencia se encargará del resto.
Siglos atrás esta actitud férrea de resistencia a los asedios tras los muros fue realmente de una efectividad casi total ante los ataques de las huestes hispanas, unas veces cristianas y otras musulmanas. Solo hay que mantener el hilo con la realidad, no permitir que el cerco de los diferentes padres de la patria nos cierre por completo, pues será entonces cuando hayamos caído en sus manos.
Escribo ahora de la España que me toca vivir, pero casi estoy seguro que es un calco de otros tantos lugares en el mundo donde existan posibilidades de conseguir un trozo de poder. Desearía que los regímenes democráticos despegasen de la mínima base en la que se mantienen aferrados como si las alas de los pueblos que las soportan no fueran capaces de mantenerlos en vuelo. Una base mínima sí, pero real e importante, que no es otra que los derechos constitucionales, algo que podemos presumir de disfrutar. Por desgracia, tras la base siento que lo que hay es un mero barniz que se renueva cada cuatro años, nada más.
Abramos el cerco y de una espolonada virtual dejemos que entre el aire fresco de la razón, el sentido común y que salgan los malos humores producidos por la lucha del poder por sí mismo. Es una lucha complicada, difícil que se me antoja inalcanzable.
De momento el que suscribe sigue frente a ellos en la misma fortaleza hasta que la desmoronen… o se rindan ellos.
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