jueves, 13 de mayo de 2010

"Lo único inmutable es el cambio" (Heráclito)




 Viejo Heráclito que sigues tan novel como cuando, ya gastado por el ansia de saber y encontrar respuestas, diste por comprobado que el cambio es la moneda corriente y de verdadero curso legal con el que debiéramos manejar los pasos que damos entre los infinitos caminos posibles que la vida ofrece en su devenir. Moneda que acostumbramos a desechar al resultarnos en cierta manera de vil repugnancia por parecer que la correcta dirección es la fija sin veleidades hacia posibles y desconocidas soluciones ante el problema, que por enésima vez y repetido pero disfrazado de mil y un artificios textiles, humanos, anímicos, económicos y como deseásemos encontrarlo, no consigue que derivemos el rumbo sin el dolor de sentirse falsamente vencido.

Prefiere el intelecto por así llamarlo equivocarse y sufrir sus consecuencias manteniendo “las trece” de su vida, pues a pesar de la hemorragia, el dolor y tantos sueños posibles que podrían hacerse realidad, siempre se hace esto aceptable por ese que yo me atrevo a llamar intelecto, pues así no hay más dudas que plantear ante el horizonte plagado de posibilidades. Sólo queda una y esta que por asumida desde el cuasi amanecer de la vida se hace encajable a golpe de necia tozudez hasta hacerse un hueco sangrante en el traspaso ya del mediodía y pronto a comenzar el vespertino recorrido vital hasta que la luna nos de aviso de que el final está ya pidiendo paso acompañado del débil titilar de sus escoltas como leves balizas del eterno Camino.

Es el cambio como elemento inmutable el que aceptado por el cuerpo y sobre todo el entendimiento de quién tal cuerpo portase hará que su vida se transforme en un guerrillero incomprendido y sin opción a demostrar su certero deseo de paz. Será entonces su ideal el de la paz interior consigo sin daño a los demás lo que seguramente hará que el daño propio que ya portaban quienes de cerca lo trataran brote de sus poros vitales achacando estos sentimientos a quien solo decidió pensar en si mismo sin dañar a los demás, en sentir que lo que deseaba podía ser factible sin más.

Desaprobación, proceso inminente de quienes antes lo tenían en su escuadra marcando el mismo rumbo con ligeras variaciones aceptables, por no parecer en realidad que el jacobino interior se mostrase sin pudor y las vías de agua comenzaran a hundir semejante derrota, cualquiera que fuera la meta final marcada en sus cartas con ilusa pretensión pues la meta es la misma para todos sin remisión.

El que podía cumplir la expectativa prediseñada en el inconsciente y hasta a veces en el puro consciente maligno de la manipulación, rompió con lo establecido, destruyó lo que debía ser por ser debido y comenzó a rediseñar los rumbos y las bordadas en función del cambiante viento de la soledad o compañía, de la riqueza o la pobreza, del dolor o la risa, de las ganas de vivir o de que le dejen vivir sin más que mantener la conciencia tan limpia como en el momento de virar sobre la establecida derrota y velocidad  marcada por la nave almiranta y sus escoltas en muchas de las veces inconscientes.

Quizá es difícil rebelarse contra lo que de una forma intrínseca a la realidad vivida se manifiesta como verdad, mas no es más que un verdad más de las miles que conforman este plano de existencia en el que uno se desplaza solo, siempre solo, que nadie dude eso jamás pues la soledad será tu eterna compañera. Aún cuando alguien a tu lado se muestre unido a ti, en tu interior es tu entendimiento el que te dice, te niega, te mueve y te da las razones para decidir. Esa razón primordial de pura soledad es la que marca y se erige en guardiana de tus decisiones que deben regirse por el entendimiento y las infinitas razones posibles para poder decidir sin temer a cambiar, sea cual sea el resultado de tu desértica deliberación ante cualquiera de los retos que planten sus cañones y mosquetes apuntando en tu dirección.

Disponemos del futuro como océano al que deseamos surcar con la vista y la mano sobre un timón que gobernamos a través del retrovisor. Estoy seguro que nadie que esto lea desconoce que en los buques no existen retrovisores, se navega proa avante y siempre valorando vientos y mares que pueden llegar virando en los 360º que permite la rosa virar, pues sea el rumbo que sea el que se tome que la mar de la vida estará siempre por avante y nunca el cambio será retroceso, pues lo que a popa se deja es pura estela como nos dijo el poeta. Estelas que no mas de dos cables podrán durar salvo si las seguimos pintando sobre nuestro retrovisor como recordatorio ante la duda y el cambio.




Votantes de partidos

dicen que nunca cambiarán.

Familias y amigos partidos

 entre rencores que nunca cambiarán,

Viejas teorías y dogmaticos rezos

que nunca cambiarán.



¿Es tan pequeño el mundo como para tal cosa justificar?



Este planeta en el que su dueño nos permite vivir, cualquier día decidirá que debemos desalojar por sucios, avariciosos, asesinos de animales, explotadores entre nosotros mismos; pero este planeta no es mas que un pequeño punto en una galaxia que muy por encima del cielo que el propio Heráclito tenía por Edén crece y se expande sin límites a nuestro conocimiento.

¿Hay alguien dispuesto a no cambiar? Por desgracia  el número es ingente y hasta creciente. Para salvar las dudas procuro recordar  el  agosto ya viejo del año 91cuando me postré ante la tumba de Galileo en Santa Cruz de Florencia intentando imaginar  al inmortal sabio que fue juzgado y despreciado por la doctrina imperante en su momento, ademas de tachado de cuasi  necio loco por negarse a cambiar su  teoría.
Demostró que  él sí estaba dispuesto a cambiar, que cuando se desea cambiar hay que hacerlo por el bien de uno y por el de quienes te rodean aunque ellos no lo lleguen a saber nunca.



 
Hace unos días volvía ver a unas personas cercanas en otro tiempo a las que dedico este  pequeño y humilde escrito aunque ellas no lo lleguen a leer nunca.

1 comentario:

Alicia Abatilli dijo...

El devenir, eterno.
La soledad acompañando ese fluir.
Es bueno leerte, porque coincido en tu pensar y en tu sentir.
Abrazos.
Alicia