Ya pasó el increíble 2008.
¿Increíble? La verdad es que no se diferenció de los anteriores en mucho. Quizá la crisis que nos invadió sin darnos cuenta pese a los intensos cantos de sirena provenientes desde las innumerables pateras que se acercaban. Mercancía de carne con olor a pobreza en cada piel oscura de viejas razas que abandonaban sus miserias teñidas por el falso sueño de nuevos mitos prefabricados entre televisiones y viejas revistas del viejo mundo. Colores ya algo apagados por tantos ojos que manosearon sus vistosos posados sobre coches, casas, playas repletas de crema para el sol en vez de las pateras varadas preparadas para el próximo asalto a la vida sobre la muerte.
2008, un año en el que se cumplían ya los 60 años de una inmensa declaración. Algo que sigue quedando perfecta para adornar una oficina dentro de un marco de maderas nobles y barnices de penetrante olor. Algo interte que usan algunos como mísera arma cuando les tocan los suyos o a los de su cuerda.
La dignidad no puede tener doble rasero, pero la tiene; los derechos se llaman así, derechos. Entonces ¿por qué son menos dignos unos y tiene más derechos otros?
Mil veces hemos llamado a nuestros compañeros, amigos por un móvil que logramos con la última oferta de la operadora de turno para ir a manifestarnos por los que nos duele ver cómo sufren. Otras mil hemos marcado los números de nuestros compañeros y amigos para acudir a un concierto por la libertad o los derechos de alguien. Quién no ha enviado uno de esos mensajes solidarios en los que por unos céntimos de euro relajamos nuestra conciencia a través de la operadora de turno que envía una parte a “no sé quién sin fronteras”, atravesando la frontera de nuestro país poblado de “sin papeles”, a los que no se los dan por defender la calidad de nuestras vidas opulentas y en general de propensíon a la obesidad en innumerables aspectos, no sólo los de apariencia.
Nos movilizamos por la última guerra que nos golpea en la TV sin pararnos a pensar que ahora mismo hay guerra, que estamos en guerra; que por un mineral como el coltán en el norte del Congo han muerto mas de 5.000.000 de personas desde 1998, que 30.000 niños y niñas ha sido reclutados para los ejércitos que garantizan una explotación “rentable” a las grandes empresas que fabrican los teléfonos con que nos llamamos. La guerra continuará pero no saldrá en los medios mientras no interese, quizá sepamos algo cuando el coltán sea sustituido por otro mineral y las cámaras dirijan entonces sus objetivos hacía tales lugares ahora olvidados. Nos rasgaremos entonces las vestiduras, pararemos tal guerra, nuestra OTAN enviará bajo paraguas de la ONU un ejército pacificador que libere mujeres y niños como verdaderos adalides de la verdad y la humanidad.
Laurent Nkunda será entonces malo, muy malo, ahora es un rebelde sin definir.
No sigo, quizá en otra ocasión, aunque no me quedaré sin decir que a pocas millas de Guantánamo, donde ya llevan siete años encerrados personas sin los derechos que como hombres les garantiza la carta sesagenaria y tratados como animales por la nación donde se guarda el original de tales derechos, la que defiende la libertad, (de mercado, entiéndase); a pocas millas hay un país en el que la miseria es el excedente sobre el que bailan las enfermedades, las violaciones sistemáticas de bebés, niñas, mujeres, donde nadie mira porque no es una revuelta que ambiente la vieja costumbre humana de la polarización. Tan solo es miseria, sin ideología que defender o con la que combatir.
La esperanza es un nombre precioso en si mismo, pero si se junta con la humanidad son añicos lo que nos queda.
Perdón a quién esto ofenda, solo es una reflexión que me hace saber que al menos puedo agarrar mi conciencia a algún madero que sobresale desde la orilla consiguiendo por un breve instante resistir a la enorme corriente que nos lleva.
2 comentarios:
Ofender?
Sólo puedo asentir una y otra vez mientras leo tu entrada. Derecho Humanos... como bien dices, resulta que unos los merecen más que otros.
Besos
ojalá se nos abran los ojos, basta de fanatismos, basta de mentiras
Publicar un comentario