martes, 19 de junio de 2007

El Desquite (3)

... la noche aquella vez se presentaba siniestra, ausente de la brisa calmante que regalaba el descanso a los habitantes del valle. Las ventanas sobraban en sus hogares, muchos de ellos dormían echados sobre los porches de las entradas. Otros charlaban alrededor de alguna linterna para al menos verse las caras, pues ni siquiera la luna les aportaba la luz mortecina que permitía en otras ocasiones distinguirse cuando se encontraban fuera a esas horas.
- Vaya tiempo este tan raro. Dicen que este clima nunca se había presentado por estos lugares.
- Es cierto aún no hemos prendido la hoguera de San Juan y parece que estamos en pleno Trópico al mediodía.
Mientras esto comentaban entre ellos, una silueta definida por la débil luz de aquella linterna improvisada se acercaba, parecía un pequeño enano con dificultad para andar. Cuando estaba a un metro escaso de aquel grupo se detuvo suavemente.
- Si me permitís, puedo deciros que esto no es mas que un aviso de lo que ha de llegar.
- ¿quién eres tu?
Todos se apartaron y la débil luz apuntó directamente al rostro de aquella persona. Era la imagen de un anciano de cuerpo enjuto, barba gris blanca hasta el pecho, su torso desnudo llevaba dibujadas las marcas de la tribu de los Errantes. Aquella gente se decía que existió hasta la llegada de los ambiciosos orientales que poblaron aquellos valles. A pesar de la edad de aquel hombre, su torso arrugado permitía distinguir los hermosos trazos de aquellos tatuajes en rojo púrpura y azul intenso que se cruzaban en formas curvas sobre su abdomen, ascendiendo hasta rodear aquel cuello de mínimo diámetro.
- ¡Es un errante!
- ¡Pero si esa tribu despareció hace ya cien años!
- Os equivocáis. Nos tuvimos que ir de nuestro pequeño mundo por el que vagábamos hasta refugiarnos entre las grietas de los picos sagrados.
- ¡Dejadle, es un viejo loco!
- Os dejaré, pero permitidme avisaros de que os protejáis cuanto antes
- ¿Protegernos?, ¿de qué?
- De vosotros mismos. Olvidad lo que os parezca seguro porque no os servirá de nada. Ved en vuestro interior y buscad la respuesta correcta. Allí la encontraréis y la salvación será un hecho.
En ese instante aquel extraño anciano perteneciente a otras edades y épocas ya pasadas se dio la vuelta y regresó a sus picos sagrados. Aquel grupo quedó en silencio y lentamente volvió a sus hogares pensativos, buscando en aquel cielo plomizo la respuesta y la razón de tanta zozobra sin sentido. La noche avanzaba tanto entre aquellas almas ahora temerosas ahí abajo, como encima de aquella barrera de aspecto infranqueable donde la Luna era la reina y señora. La noche húmeda, asfixiante y claustrofóbica avanzaba lenta pero imparable...

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