martes, 26 de junio de 2007

El Desquite (6)

... Helios partió por la senda oculta de los antiguos errantes. Esa que unía la Tierra real con la de los sueños y dioses. Para ello, su inmensa y poderosa figura circular se tornó en la de un humano incandescente, como la de algunos superhéroes que a diario leen los hijos de aquellos habitantes descreídos de la superficie. Los gemelos, desde su inmóvil figura quedaron sorprendidos, nos sabían a qué se refería con eso de la Isla Flotante. Al menos sus miedos disminuyeron al sentir aquella seguridad en quien los había alumbrado, calentado durante tantos años.
El anciano, sentado sobre el borde la fuente del pueblo, continuaba esforzándose en que alguien le hiciera caso. Las gentes al salir de sus casas no concebían lo que se les venía encima. Aquella masa de humo ceniciento con olor fétido les rozaba los ojos haciéndoles llorar. No entendían nada. Por fin alguien se giró sobre el centro de la plaza y vio al antiguo errante
- ¡Mirad!. ¡Allí!. Es el viejo de la otra noche. Parece que quiere decirnos algo.
Rápidamente se acercaron a él. Casi podría decirse que estaban en penumbra. Era como si no hubiese salido el Sol. Al menos la temperatura era aceptable, aunque la humedad y la atmósfera se hacían del todo irrespirables.
- ¡Viejo, cuéntanos que pasa!
- ¡Si!, ¡¿qué es esto?!
- Era lo que ya os dije la otra noche, esto puede ser vuestro fin. Dadme unos minutos y creo que entenderéis lo que sucede.
Todos quedaron expectantes. Desde hacía mas de 70 años nunca había tanta gente dispuesta a escucharle.
- No se si sabéis u os lo creéis, pero esa Luna que tanto adoráis durante las noches de cielo claro siempre ha odiado a nuestro Sol. Nunca pudo soportar el brillo propio de él, su generosidad ante cualquiera que necesitara de luz y calor. Ella que siempre fue alguien mezquino, huidizo, vendiendo siempre cara su imagen, brillando con luz ajena y apagándose tantas veces como el sol saliese en la mañana. Siempre ha sido algo insoportable para ella. Cada eclipse, cada cometa, cada oportunidad que le apareciese por el firmamento, echaba mano de ella para hacer daño a Helios. Él, en cambio siempre la perdonó y brillo también para ella. Como os acabo de decir ella siempre buscaba en el firmamento la solución para acabar con Helios, pero un día miró al suelo y se fijó en vosotros. Ya no le hizo falta más que aliarse, pero no con vosotros sino con vuestra ceguera, vuestra irresponsabilidad y egoísmo.
- Pero, ¿qué es lo que hemos hecho?
- Nada tan sencillo como rendiros a tantas cosas no necesarias, a tanto desperdicio, a tanta energía derrochada. Las chimeneas de la ciudad son como cañones batiéndose en plena batalla, fijaos en lo que nos acaricia las cabezas. Mi tribu, mi cultura desapareció por olvidarse de lo verdaderamente importante. No caigáis en el mismo error.
El silencio la invadió todo, unos a otros se miraron sin saber que decir.
Mientras, Helios tras grandes leguas a través de húmedos pasadizos alcanzó la salida. La isla flotante se divisaba allí sobre aquel mar tupido de sargazos y extraños animales. Desde allí gritó su nombre, al que venía a buscar.
- ¡Dónde estáis, rey de los vientos!. ¡Eolo, os necesito!...

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