domingo, 24 de junio de 2007

El Desquite (5)

Aquel anciano comenzó a descender la montaña con gran dificultad. Sus años le impedían avanzar con suficiente rapidez. El conglomerado aquel de nubes le ganaba la partida y lentamente descendía hacia las cumbreras de las casa en el valle. Hacía más de cincuenta años que el corazón del anciano no palpitaba con aquel frenesí
Faltaba poco para la alborada, Helios se desperezaba de su corto descanso tras la agotadora jornada del día anterior luchando contra el frente aquél de nubes de extraña factura.
- Helios, ¡escúchanos antes de salir!.
El astro fijó su disco sobre ellos aún falto de reflejos
- Buenos días gemelos, contadme,¿hay algo nuevo?.
- Si, no sabemos las razones, pero es seguro que la Luna servil va a por ti.
- Bueno, eso no es una novedad, lleva miles y miles de años intentando fastidiarme, pero todo lo mas que ha conseguido de vez en cuando es taparme durante un corto espacio de tiempo frente a los humanos. ¿Qué me puede hacer más?
- No lo sabemos, de verdad, pero esta noche ordenó a estas extrañas nubes que descendieran aún mas y parece que se reserva el gran ataque mañana.
- ¿Mañana?, ¿Quiénes o de qué están echas esas nubes?
- No parecen vapor, huelen muy mal y tiene un color grisáceo. Los pájaros las evitan.
- ¿Cómo las que evitan en la ciudad?. ¡Claro!, ¡Cómo no me di cuenta!. Son los gases de esas fábricas de la ciudad. Hasta ahora el viento las llevaba, la verdad no se hacia donde, pero me quitaba el problema.
- Pues parece que están uniéndose para formar el escudo definitivo contra ti. Así destruirán la Tierra, y destruyéndola acabará la razón de tu energía y será tu fin. ¡Hay que hacer algo!
Helios quedó pensativo, los minutos corrían y se acercaba la hora de aparecer en lo alto del firmamento.
Mientras, el anciano como pudo consiguió entrar en el pueblo lanzándose sobre la primera casa.
- ¡Abrid, abrid la puerta!.
Después de unos minutos que parecieron eternos, la puerta se entreabrió
- ¿Qué sucede?, ¿quién es usted?. ¡Ah, es el viejo de la otra noche!.
- ¡Hay que avisar a todo el pueblo¡ ¡Un gran peligro se cierne sobre todos nosotros!. ¡Sobre el inmenso mundo!. ¡Debemos actuar!
- ¡Viejo, márchate a dormir la mona a otra esquina!.
Aquel anciano recorrió todo el pueblo sin éxito. A él le importaba menos su futuro pues ya le quedaba poco de éste. Se sentó en la fuente del pueblo buscando una mirada que deseara escucharle; entre tanto comprobaba con cierta tristeza en su interior como las nubes y su extraño olor ceniciento, se acercaban casi hasta ensuciarle sus cabellos.
Helios pensó y pensó hasta que llegó al final de tanto esfuerzo con un plan.
- Gemelos, hoy no saldré, vamos a despistar a la pérfida blanca.
- Pero, ¿qué te propones?
- Saldré hacia la isla que flota
- ¿Isla que flota?, No sabemos que es eso
- Necesito un favor de su dueño, y me debe algunos.
- No os preocupéis estaré aquí antes de la alborada de mañana....

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