miércoles, 25 de julio de 2007

Quien ande por la mar.... (2)

Amainó el temporal, el pequeño bergantín exhausto flotaba como un corcho a la deriva frente a la ensenada de Moniello. La Punta de la Vaca amenazaba veladamente de los bajíos que podrían encontrar. Los estupefactos marineros tumbados boca abajo, abrazados a las maderas, a los baos de cubierta, fueron incorporándose lentamente. Nadie estaba seguro si vivía o si lo que veían entre pequeñas manchas blancas de espuma en retirada hacia el norte era el cielo de los marinos. La calma inesperada cambió los rezos; el patrón con sus gritos comenzó a dirigir la maniobra, el peligro de encallar o varar se hacía ahora mas inminente. Poseidón los había probado, ahora debían responder.
Con la maña de carpinteros innatos aparejaron de fortuna el trinquete que daba aspecto de mayor entereza. Poco a poco el pequeño bajel se tornó gobernable. Pequeñas burbujas sobre una estela casi imperceptible daban cuentas al piloto de que avanzaban, había que alejarse de la costa. Arribar al abrigo del “Gallo” era el objetivo inminente.
Ya salían ayudados por una débil brisa de tierra, Eolo se compadecía de tanto sufrir por haber sufrido. La punta del Cabo Peñas se distinguía a la perfección. La tranquilidad en sus corazones arribo hermanándose con la calma que brotaba de aquella superficie en continuo movimiento.
La punta del Gallo ya se podía tocar, no mas de milla y media y todo habría terminado. De pronto algo parecido a una corriente imposible en aquellas latitudes les alejaba del muelle deseado. Se asomaron a babor cuando con espanto vieron un enorme remolino como una boca sedienta tragaba el agua y lo que en ella flotase...

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