viernes, 17 de agosto de 2007

Nada (4)

... “Base Naval de Rota, ¡uhmm!, ahí están los yankees, no me gusta nada esto”. Pensaba qué tendría ella que ver con esa gente. Iba vestida de fiesta y el coche no era de ningún ejército. Me dispuse a preparar algo de comer mientras ella descansaba. Al menos entre tanto agobio y humedad tenía algo en que pensar. Abrí la nevera y parecía el Ártico, mucho hielo pero nada más. Crucé los dedos mientras lentamente abría el congelador; ¡eureka!, lomos gigantes de merluza Pescanova, estaba salvado. Se iba a enterar esa qué clase de cocinero tenía a su disposición. Perejil, aceite de oliva, unas guindillas, el vino blanco que sobró del día anterior, ¡a trabajar!.
Me atreví a poner la radio, después de mover el dial a izquierda y derecha lo dejé en la emisora local de Ondacero, a ver qué estaba pasando con este tiempo.
“... continuará este sombrero de nubes y lluvia durante toda la semana, los técnicos de INM no saben a ciencia cierta a que se debe, toda la provincia esta tapada como si alguien hubiese dibujado la forma de tanta nube gris. Los hosteleros estan pensando en la petición de ayudas urgentes para paliar la inminente crisis y el delegado del gobierno les ha citado...”. Ninguna novedad, todo seguía igual de confuso que cuando se durmió en la tarima horas antes, días antes.


Su grito se me incrustó en los tímpanos. Dejé la cazuela a fuego lento mientras me apresuré hacia mi dormitorio, la luz estaba encendida dejándome verla acurrucada en una esquina tapada hasta los ojos con la sábana. Intenté acercarme con suavidad.
- ¡No se acerque!. ¡Quédese donde está!
Con suaves palabras, la fui convenciendo que estaba a salvo y necesitaba comer algo, luego si lo deseaba podría marcharse.
- ¿Quién eres?, ¿por qué me has ayudado?
- Gracias por tutearme, me llamo Aníbal y te repito que no has de temer nada de mí. Anda, levanta y ven a la cocina que te he preparado algo de comer.
Su mirada se ablandó ligeramente, la crispación había abandonado sus ojos negros y se agarró a mi brazo para levantarse. No sé si fue mi voz y mi esfuerzo por ser amable o el olor que llegaba desde la cocina la que la convenció, pero allí estaba haciéndome sentir el “Arguiñano” de la calle Tormento por unos minutos. Mientras comía le serví varios vasos cortos de la botella de verdejo que me quedaba haciendo lo propio conmigo mismo. El ambiente fue mejorando y es que Baco es todo un as para estas cosas. Su rostro era ya otro. El estómago lleno y el espíritu dopado un poco hacen milagros. Intenté hablar por enésima vez con ella, era el momento


- ¿Cómo te llamas?
- Patricia Menéndez. ¡Oye, esto esta de muerte!. ¿Lo has preparado tu?...










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