Como gotas de lluvia ardiendo incombustibles se lanzan trazando líneas que separan el firmamento. El bien del mal, Perseo de Andrómeda, fronteras que al instante desaparecen por el efecto de la velocidad. Como desaparece el dolor cuando el sueño te invade, cuando tus amigos te rodean, cuando te libras de la peste que de ti no se despegaba.
Los mundos tiemblan cuando resurges del fondo de un mar colmado de metales pesados que todo lo envenenan. La tierra se estremece mientras la mar se diría que sonríe besando violentamente la arena sometida de la playa que lleva su nombre. Resuena los tambores de la guerra terminada, celebraciones de grandeza pasada que rompen los tímpanos de quienes todavía escuchan el redoble y las trompetas apuntando al cielo.

11 de agosto de MMVII
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