
El puente seguía en obras, mientras las retención para atravesarlo se hacia tan larga como la imaginación de los que la mirábamos. Al fin lo embocamos, su estrechez debido a la ampliación, qué contradicción, era máxima; desde las ventanas del lado del conductor se podía ver la caída libre que nos esperaba a un fallo de este, mas de sesenta metros sin freno hasta el pequeño riachuelo que pacíficamente, ajeno a nuestro devenir mas arriba, se iba acercando a destino final, poco mas allá en San Pedro.
Una luz me deslumbró, como un rayo, sentí una terrible vibración interna, la sensación de que el autobús había golpeado las defensas y caíamos. Cuando ´pude recobrar la visión parcialmente, pode ver a los niños del asiento delantero que seguían pegando su mirada a las maniobras del conductor. Detrás se oía cantar. Todo seguía igual...
Todo no, ella me había cogido de la mano mientras apoyaba su cabeza sobre mi hombro.
Poco después llegamos a casa, pero eso es lo de menos...

2 comentarios:
te agradezco mucho el apoyo, tal vez nos crucemos por España no? andaré por ahí en febrero, indefinidamente, a ver qué me inspira el exilio!
Blas, tanto gusto.
Bonita topografía, bonito paisaje, bonita compñía.
Por aquí andaré.
Buena salud a todos.
Publicar un comentario