viernes, 12 de diciembre de 2008

Entre Alarcos y Las Navas (21)

…Zahía hizo su entrada en el pequeño salón donde sentados sobre cojines alrededor de una mesa circular departían los dos como verdaderos amigos. Con la mirada apuntando a tientas al suelo, a las viandas que sus livianos brazos portaban y a la mesa objeto de su caminar, irrumpió en un estruendoso silencio donde la luz cegó los ojos de un Tello comprometido hacía tiempo con la no existencia de razones para amar. Un rayo, quizá dos chispazos generados por el encuentro de sus miradas encandilaron el ánimo de Tello; esos dos ojos silenciosos en su azul calmado, como aquel Mar que los separaba de su tierra al norte, verdadera mezcla judía, cristiana y musulmana gritaban por saber, por volver a oír el canto de alguien que lisonjeara sus oídos con los bellos valles perdidos, las orillas serenas del Guadalquivir casi olvidadas, poder sentir sólo para ella y su padre a alguien relatar todo ello en la lengua también producto del mestizaje de culturas tan diversas. Energías que irrumpieron en ambos corazones de diferente origen, pero que engendraron el mismo deseo, verse mientras uno hablaba y la otra escuchaba.

Con el mismo sigilo con el que se presentó, así ella se retiró y con su espalda la inmensa luz se transformó en un indescriptible contraste que se definía con el suave contorno de su cuerpo en un lento eclipse inmutable. Mientras Zahía desaparecía de la visión mas no del pensamiento, Ahmad comenzaba a servir a su amigo en un viernes festivo musulmán que para el viejo judío era como un verdadero Sabbat pues su corazón así lo percibía, así lo sentía. Tello deseaba conversar, hacer que el tiempo corriera y volver a sentirse desbordado por semejante catapulta luminosa.

- Maestro, permíteme mi querido Ahmad llamarte así, pues de tal manera te siento cuando desgranas mis planteamientos, que no son otra cosa que dudas de una mente ignorante entre tanta sabiduría incógnita.
- Te agradezco el nombramiento que me concedes, puedes llamarme como desees aunque para mi somos tan maestros tu como yo. Entre almas y corazones limpios la maestría es pura realidad.
- Eso, si me permites, no es otra cosa que lo contrario de la maldad inexistente de Sócrates, la verdadera maldad es la pura ignorancia. ¿Estoy en lo cierto, Maestro?
Ahmrad, con un gesto paternal y comprensivo, sonrió
- Algo así, Tello, aunque puedes simplificar tal cosa con que no hay maldad sino ignorancia en el saber del hombre.
- Pero entonces no comprendo el enorme cúmulo de gritos contra la vida desde el inicio de los tiempos, no comprendo cómo sabios, reyes, sacerdotes envíen a la guerra a sus pueblos por la verdadera fe, la verdadera libertad. Por ellos he combatido a hombres como yo, de mi mismo color de piel, a otros de tez oscura, almas cuyas creencias inspiran lo mismo y sin embargo generan tanto odio como el que dicen combatir. ¿Son esos sabios y mentes formadas, ignorantes?
- La pregunta que planteas es del todo directa, Tello. Creo que si nuestro casi difunto Califa te oyera, eras pasto directo del filo de los alfanjes de su guardia. Mi opinión es confusa sobre lo que te preguntas, quizá sea porque en el fondo de mi pensamiento residen los ecos de la religión con la que he vivido, he estudiado y conviviré hasta que este corazón se detenga; quizá sea porque ha habido noches en los que mis ojos no se han cerrado y he caminado sobre palabras de hombres que nada sabían de estos dioses nuestros, de estas religiones que a veces creo que padecemos. He caminado sobre párrafos escritos por estos hombres que vivían cercanos a las voces de otros sacerdotes, a las imágenes de otros dioses a los que seguramente la gente de sus épocas honrarían como nosotros lo hacemos ahora a nuestros ídolos. Palabras y hombres que murieron poniendo en duda la razón y la fe, sin llegar a la ansiada eclosión de la verdad infinita. Tello, si me preguntas si son sabios creo que puedo contestarte que no lo son. Ellos han descubierto la forma de pertenecer al grupo de élite de su propia sociedad, simplemente su supervivencia en tal estado les obliga a inyectar sus profecías, sus interpretaciones de las letras escritas quizá de inicio con bellos deseos pero de usos dolosos y para propio beneficio. Y es aquí donde el gran Sócrates demuestra la verdadera razón de su argumento. Es aquí donde la verdadera ignorancia del verdadero triunfo, que no es otro que sentir la conciencia de tu propio ser cercana a ti demuestra su teoría. Esos sabios ignoran que en verdad la victoria, el triunfo reside en uno mismo, en su conciencia cuando junto a las de sus semejantes, todas capaces de compartir las diferencias; es en ese momento cuando la verdadera supervivencia está garantizada por la eternidad.



- Maestro, eso es verdaderamente imposible…
- Imposible no, pero si muy difícil. Ahí tienes el mundo en que vivimos, es mucho más fácil y terrible a la vez mantener tal estado que lo que con ardor te he intentado transmitir.
Un silencio atravesó aquél instante, cada pensamiento se fue a su ilusión respectiva. Tello se veía en su añorada Castilla junto a su rey demostrando la verdadera llave de la grandeza del reino, el destierro de la ignorancia, el imperio de la justicia humana, aunque cuanto mas claro lo percibía, mas inexplicable se le antojaba la conjunción con la justicia divina, pues cuanto más profundizaba en la razón, más se alejaban ambas. Eso le atormentaba. Mientras, Ahmrad ya había superado semejante estadio de la discusión eterna entre razón y religión, su interior le decía que la fe solo era una forma de negar la realidad, sin embargo al mismo tiempo se aferraba a ella sabiéndose un minúsculo mortal frente al mundo intemporal que pisaba junto a otras almas aterradas que pugnaban por vivir como él. El destino no permitió que sus atribulados pensamientos cobrasen el dominio de la situación. Zahía volvía a deslumbrar desde su humilde ansiedad por acercarse a aquellos dos hombres.
- Padre, me prometisteis que hablaríamos de nuestra tierra y la hora de cumplir ha llegado.
Un olor penetrante a te, junto a unos dulces propios del Califa de Bagdag hicieron los honores acompañando la belleza de la hija de Ahmrad.
- Tienes razón hija. Sírvenos el té y siéntate a mi lado mientras Tello nos cuenta un poco de nuestra bendita tierra andaluza…


3 comentarios:

lola dijo...

Como siempre me resulta una verdadera aventura leer estas narraciones, como si yo hubiera viajado al pasado.

Saludos.

JoseVi dijo...

De mayor quiero ser como tu pero en version tierra XD. Me encantan tus historias, de corazon te lo digo. Hacia mucho que no me pasaba por aqui. Te pareces a mi pero con mas experiencia y en version mar XD. De la mezcla de culturas que hablas en este relato... Tuve una novia china, realmente vivia a 30 km de mi pero nacio en china. Tenia 20 años y yo 27. Te dire que era preciosa y no porque lo diga yo, lo decian mis amigos. Cabrooon esta buena :) Era muy guapita :) termino iendose con un chino, pero el tiempo que estuve con ella... Recuerdo el roce de su piel y su aroma, solo he tenido 3 novias, ella es la que mejor olia su piel. No se que tenia, pero me hipnotizaba y los ojos rasgados bbbbuuuffffffffff XD

Un abrazo

Armida Leticia dijo...

¿Qué puedo decir?¡Me quedo sin palabras!¡Me gusta este sitio, aquí llego contenta y así contenta me voy!

Desde más allá de la Mar Océano, un saludo.