miércoles, 17 de diciembre de 2008

Entre Alarcos y Las Navas (24)


Llegó el momento esperado, el nuevo Califa consciente de la necesidad de demostrar a sus enemigos, pero más consciente de demostrar su poder y capacidad militar ante su pueblo, pasados casi dos meses de su corornación tomo su primera decisión. Los Banu Gahiya iban a ser su objetivo inmediato, malnacidos restos de lo que fueron sus enemigos, los fieros almorávides habían aprovechado la indecisión provocada por la agonía de Al- Mansur, para de tal traidora manera arañar con calma pero sin pudor parte de la gran Argelia desde Trípoli, como fruta madura la vieja Cartago de los Barca cedió a su expansión, la mayoría de los oasis de los desiertos al sur de la vieja provincia romana que dio nombre a todo ese ignoto continente fueron dominados. La elección no tenía duda, los reinos cristianos, minúsculos desde aquella lejana capital imperial continuaban dominados y ahogados en sus propias rencillas, no eran enemigo a temer. Una victoria sobre sus viejos enemigos almorávides en las cabezas de los Gahiya sería un buen sello de su poderío ante los jueces encarnados en sus súbditos.


A principios de abril las tropas del Califa ya habían partido hacía el norte con el objetivo de acuartelar sus armas y pertrechos en el oasis de Ksar es Souk. Todo estratega sabe que la fuente vital del poderío de un ejército está en los estómagos de los hombres y en su forja continua tras perder de vista del pensamiento las necesidades más básicas. Todo lo contrario significa transformar un ejército victorioso en bárbaras mesnadas que ya solo combaten por ver la luz del siguiente día. De esta forma, la primera semana del mes de mayo del año 595 de la Hégira el Califa en loor de multitudes partió escoltado por cinco mil hombres de su guardia personal. La ciudad quedó guardada por trescientos soldados que garantizaban la defensa de tal fortín que era Marrakech. La oportunidad de huir se presentaba para Tello que se mantenía en aquel cautiverio de suaves y endulzadas cadenas. Cada noche desde la partida del Califa suponía una despedida encubierta para ambos que se sentían participes de un sortilegio fantástico cuyo resultado podían sentir en sus pieles cada vez que sentían sus cuerpos cercanos.

Muchas noches Ahmad le traía libros para que leyese mientras aquel cautiverio se mantenía, el último ejemplar fue el que relataba de propia mano herodoto de sus viajes, los viajes unidos a la descripción de los mundos griegos, Persia, Chipre, Egipto, Tiro, la victoria de un pequeño grupo de gentes frente al gran elefante Persa. Los días pasaban gráciles en aquel agujero sin percibir nada más que viejas y apasionantes historias que se veían intercaladas por apariciones entre los párrafos de imágenes de Zahía como relámpagos de una tormenta interior. A pesar de todo, su mente, ávida de conocimiento, se mantuvo en marcha y engrasada como el eje de un carro al que su arriero alimenta de sebo; el viejo Ahmad mantuvo así su consciencia sana evitando la locura de semejante encierro que iba a cumplir casi tres meses.

Una noche, tras varios días de marcha del nuevo Califa se presentó al oscurecer Ahmad.

- Tello, ya sé que es algo pronto y también que no es el timbre de mi voz el que esperabas escuchar, pero hoy es un día importante en el que debemos hablar de tu partida y de algunos menesteres que te he de pedir. Ahora baja y lávate, Zahía ha dejado preparado tu baño. No vendrá hasta la medianoche, pues la he enviado a casa de mis buenos amigos los Haranon.
Tello, sorprendido pero no asustado pues sabía que aquel momento tenía que llegar, con sigilo siguió a su maestro hasta el pequeño patio que como meses atrás golpeó sus sentidos con el frescor y el olor a pura naturaleza encerrada en tal bello cuadrado. Limpio, vestidos con ropas de las que brotaba un fresco olor a hierba buena que hacían sentir aún más bella aquella estancia pudo Tello observar el equipaje que presumía suyo. Sólo esperaba que su buen amigo y casi padre para él comenzase su discurso.

- Hijo mío, permíteme que así te llame pues de tal manera te siento. Ha llegado el momento de tu retorno al hogar que ya hace tiempo reclama ese alma profunda que aquí has pulido entre los libros que hemos podido leer juntos. Partirás esta noche vestido como un vulgar mercader en la caravana de los Sabrum; son gente de mi total confianza, los Sabrum obtuvieron grandes favores por mi persona ante el Califa, grandes favores que en buena lid y cambiando el sentido ahora devolverán. Será un viaje largo pues la ruta tiene como destino Orán. Desde allí uno de los mercantes de los comerciantes que trabajan con ellos os llevarán hasta Málaga, donde deberás acudir a la Alcazabilla junto a las murallas de la Alcazaba. Allí preguntaras por el viejo Abu Zacarías, no tiene pérdida pues es el dueño de la tienda de especias que suministra de tales tesoros al menos a toda nuestra comunidad allí. Entrégale estas dos cartas, una se refiere a vosotros, la otra es algo personal que deseo permanezca en el más absoluto secreto. A partir de ese punto será él quien te abra paso hacia tu Castilla.

- Mi maestro, no tengo palabras para expresar mi agradecimiento, no se como podré pagaros tal riesgo que asume vuestro gastado cuerpo, mas me atenaza una duda y es el plural que habéis empleado para explicar todo el periplo hasta la ciudad de Málaga.

Ahmad sonrió, sabía que lo que iba a pedirle en ese momento desgarraría su viejo corazón, pero era consciente de que era lo que debía hacer, su difunta esposa Raquel sabía que aprobaba aquella decisión, a él solo le restaba ya reunirse con ella. A pesar de sus cuarenta y siete años se sentía ya anciano por tantos hilos rotos por la enfermedad, la guerra y la incomprensión humana, deseaba dejar a su hija entre corazones nobles, le importaba poco su religión o su origen, tan solo aspiraba a lograr un futuro lo mas diferente al que había convertido la realidad el de él.
- Tello, eres observador y he de explicarte el por qué del plural en mi explicación. Contigo ira Zahía…

Un vuelco, un terremoto sacudió todo su interior, no supo articular palabra
-… Irá vestida de hombre, será tu compañero de nombre Isaac Benay, sois de Málaga y volvéis a vuestros hogares juntos después de vuestro trabajo como guías de caravanas. Los que os llevan, los Sabrum creen que son dos hombres los que llevan, solo mi buen Ismael Hananon sabe de este arriesgado plan y por eso, para no despertar sospechas, Zahía saldrá desde su casa. Sé, porque puedo percibir los sentimientos de una hija que he criado solo los últimos seis años, de sus sentimientos hacia ti, también se la clase de hombre que tu eres y eso me tranquiliza. No se lo que será el futuro de vuestros corazones, pero te ruego que la protejas hasta alcanzar Córdoba donde ella sabrá sobrevivir. A ambos os entrego estas dos bolsas con una parte importante de las riquezas logradas en este devenir cercano al poder califal. No es una venta por la protección, simplemente se que es a vosotros a quienes os hace falta lo que a mí no serviría más que para soportar a plañideras y falsos vientos de amores que desde aquí desprecio.
Unos golpes serenos con una cadencia de claro aspecto de clave convenida nos sacaron de aquella conversación trascendental.
- Ya es la hora, Tello…

2 comentarios:

Armida Leticia dijo...

Siempre que te visito y te leo, me voy con muy buen "sabor de boca". El nuevo video de Blas de Lezo, y las imágenes del slide, ¡¡WOW!!, perdón por el anglisismo.

¡Felices fiestas navideñas!

Mar Romera dijo...

Fue mi interés por la figura de Salah al-din la que me trajo hasta tu blog y ha sido un grato descubrimiento.
El poco tiempo que he tenido para leerte ha sido suficiente para cautivarme con tu historia y estoy deseando un hueco el fin de semana para sentarme plácidamente y leer con calma al son de esa magnífica música que has puesto de acompañamiento. Desde luego has creado un ambiente único para envolvernos con tus relatos...