… - ¡Permiso para subir a bordo!
- ¡Permiso concedido! ¡Capitán de navío De las Cuevas a su disposición!
- ¡Capitán de Fragata Daniel Fueyo! El almirante me ha citado en vuestro navío…
- Si, capitán. Sígame por favor. Es un honor recibir a bordo del “Princesa” a un héroe como vos, señor. Permítame trasladar nuestro orgullo a vos y a toda su dotación que con tanto sacrificio y peligro por sus vidas han mantenido a raya a esos endemoniados piratas sarracenos azuzados por el Turco que Dios nuestro señor lo confunda.
- Nada que no hubieseis cumplido vos y cualquier marino bajo la bandera de nuestro Rey Católico.
La cámara era enorme como la de un navío de 70 cañones, este de mayor eslora que los de su misma clase britanos y de una estructura y diseño copiado tras su gloriosa captura por los britanos en un combate de tres contra él, en el que destrozó uno, hizo huir al otro y tras seis horas de duros combates tuvo que rendir el pabellón su comandante Don Pablo de Agustín Aguirre. Fueron los britanos quienes se maravillaron del diseño hispano de nuestro insigne Gaztañeta al que a partir de aquel momento trataron de copiar en gálibos y líneas de agua. Como les decía no era la cámara del "Princesa" comparable con la de la "Minerva", aunque los mamparos desmontables y sus respectivos cañones para servir contra el enemigo se presentaban de la misma manera. Quien no tenía igual, fuera el barco que fuera, era quien portaba su gallardete en el tope del palo mayor. Don Blas de Lezo y Olavarrieta. Con su brazo vivo lo estrechó entre su robusto cuadernal de piel y huesos al bueno de Daniel Fueyo, que por más que lo sintiera cercano nunca podría esperar semejante familiaridad para con él.
- Mi Capitán de Fragata Fueyo. Bravo como debe de serlo un comandante de la Real Armada. Habéis cumplido como se le exige a vuestro mando y tened por seguro que será llevado vuestro servicio a las instancias más altas que este jefe de escuadra pueda hacerlo en cuanto terminemos con esos malditos hijos de rabiza turca. Os quedaréis a cenar conmigo esta noche en la que espero nos relatéis vuestros combates contra nuestros enemigos a los que daremos con su medicina mañana en cuanto confirmemos la disposición de las tropas de la ciudad y el castillo. Para ello necesito un informe de situación de la costa al este y al oeste de esta posición, no deseo encontrarme con sorpresas que distraigan a mis naves de su principal objetivo. ¡Pase!
Con miedo mezclado de respeto el paje de Don Blas, algo entrado en años para tal fin, les sirvió buen jamón cortado con el mejor vino de la bodega del almirante. Daniel casi se olvida de los requerimientos de su superior con aquellos olores casi olvidados.
- Pero qué clase de jefe puede llegar a ser quien no mantiene a sus hombres con sus necesidades cubiertas. ¡Coma, por Dios! Mejor, comamos y bebamos algo y me vais describiendo la situación que os demando.
- Gracias mi comandante. Comenzaremos por el oeste. Esa zona la conocéis del anterior desembarco hace medio año. La playa de las Aguadas es un buen lugar para el desembarco pero no para defenderlo por mucho tiempo por lo que no hay allí fuerzas a excepción de pequeñas patrullas que tratan de controlar la retaguardia del castillo; no son amenaza para nuestras fuerzas pues no disponen de flota salvo algún lanchón con el que en ningún caso serán amenaza a cualquier cañón menor de alguna de nuestras unidades de trasporte si llegara el caso. Con permiso.
- ¡Sírvase, sírvase, capitán! Deme su vaso que le escancie de este vino antes de que se nos ponga recio.
- Gracias. Como le decía, por el oeste no hemos de temer reacción alguna. Por el este la cosa cambia, aunque salvo el navío que se nos fue dudo que presenten batalla con los que puedan disponer entre el cabo de Agujas y los puertos que acaban a mas de 200 millas al este con Argel. Convendría apostar algunos lanchones armados al este que pudieran dar aviso de alguna vela o galera que tratase plantar cara a los nuestros, creo que nada más mi comandante. Por lo demás tened claro que los situados están deseando salir bajo nuestra cobertura para devolver lo pasado. Y por gas a fe que lo harán bien.
- Si algo de todo esto que sucede tengo claro es que así será. Disponemos del código de banderas y estamos coordinando la batalla de mañana en la que tras nuestro fuego en el que los barreremos, serán primero ellos los que tras el desconcierto y los daños causados carguen sin piedad mientras procedemos al desembarco de los hombres que comanda el Conde de Bena Masserano, Don Guido Jacinto, a quien os presentaré en la cena. Ahora adelantadme algo de vuestros días de comandante de la pequeña división y vuestras venturas y desventuras frente a las galeras del Bey. ¡Paje, mas jamón!...
La cena se convirtió en una continuación de la velada, tan solo interrumpida por la llegada de informes sobre la situación desde los sitiados y las órdenes oportunas dadas a su estado mayor a bordo del “Princesa” para la jornada del combate del día siguiente. Tan solo faltaban en aquel espacio limitado de madera por los cuatro costados de unas damas que aliviaran el peso de tanto uniforme y alto mando militar que abarrotaba la cámara, pero no era el momento ni el lugar donde disponer de semejante bendición a la vista y la conversación. El vino dio paso al aguardiente tan severamente prohibido en la Real Armada y con este al relato de las decenas de combates y anécdotas pasadas en la dura misión como comandante de aquella exigua escuadra. Con mas mareo de tierra que de mar y la noche entrando en carnes sobre la mar se despidieron todos los mandos, no sin que cada uno felicitase a Daniel Fueyo por su actuación en tales condiciones. Como pudo, entró en su cámara donde una nota de su amigo Segisfredo le decía “te he robado a tu amiga espirituosa, no cuentes con su rescate porque ya es mía”. Ninguno de los dos participaría en el combate pues los suyos necesitaban descanso y recuperarse de lo vivido y la corbeta del Teniente Cefontes se mantendría en labores de protección del convoy al norte de este mientras se procediera al desembarco.
- ¡Arrieta! Al alba y con la señal de la capitana toque a zafarrancho y prevención para el combate. Aunque no seamos parte de la fuerza naval que lo haga estaremos pendientes y atentos a lo que suceda.
- ¡A la orden, mi capitán!
Como un niño al que le regalaron su primer juguete, agotado de jugar con él se acostó en su cámara por primera vez desde hacía muchos meses para dormir como un lirón lo que decidiera la bandera de zafarrancho de Don Blas de Lezo. “Siempre avante” fueron sus últimos pensamientos…
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