…Trascurrieron los tres días en febril actividad a bordo de la “Minerva”. Materiales que manaban sin limitación por orden del Almirante desde los buques de aprovisionamiento dieron al palo de mesana una nueva vestimenta para su jarcia firme tan dañada tras el combate. Los estays de mesana y sobremesana que lo afirmaban al palo mayor y las burdas de perico que mas parecían suspiros del hilo divino con que tejer nubes fueron renovados, por su opuesta a proa la jarcia del botalón de foque bien aferrada y nueva dejó asegurada aquella parte también dañada; del velamen se recuperó la lona que con seguridad se podría contar para aferrar y engolfar el soplo de los eternos monarcas de los vientos reales. Aún así se ganaron como lona de respeto gavia y velacho bajo y un juego de petifoque, foque y contrafoque que se ofrecieron y sin dudar se aceptaron por el maestro velero. Pintura, carpintería y demás oficios devolvieron a la “Minerva” su orgulloso aspecto, el de quien se ofrece como verdadero lebrel de los mares. Nave donde cualquier marino desea verter sus miedos sobre olas y vientos hasta derrotar horizonte y tras su victoria, largar el ferro vestido con la arrogancia de la juventud derramada por sus líneas puras de mar como el puro placer de sentirse parte del Todo.
El atardecer del cuatro de febrero de 1733 vio doblar el cabo de Agujas la corbeta “Santa Olaya” tras tres singladuras de búsqueda. La reunión en el navío “Princesa” fue convocada dos horas después donde, además del Capitán Fueyo y el Teniente Cefontes, acudió el capitán de infantería Manuel Torralba con el que conformarían el quinteto junto a Don Blas de Lezo. Las informaciones tanto del Teniente Cefontes con lo que pudo avistar sin correr riesgos, como de los informadores que desde tiempo atrás ya contaba la corona a sueldo entre los propios hombres del bey fueron coincidentes.
- Bien, caballeros, al parecer ese navío donde se guarda el Bey parece abrigarse sobre la fortaleza de Mostagán. Creo que no hacen falta más argumentos para alistar las tres naves y poner proa hacia ese lugar al este del cabo de Agujas.
- Con el debido respeto, almirante. No es una fortaleza, sino dos, están bien armadas y si le sumamos los treinta cañones de la banda con que se defienda desde el navío el ataque no será una acción sencilla. Además nuestras fuerzas de tierra habrían de recorrer más de 11 leguas en territorio hostil y no llegaríamos a tiempo y en forma prudente para dar una carga que debilitase el flanco de la mar en vuestra ayuda. Lo siento Almirante, creo que la Real Armada deberá combatir en solitario por ese trofeo. Créame que lo lamento…
- ¡Don Manuel! Nada se acaba por saber tal cosa, que en nuestra España de las acciones navales de su propia armada tampoco se sabe, mas eso no es menester para que nos batamos a sangre y fuego por nuestro reino y nuestro rey. Mantened a raya al moro y si es posible ganad leguas al este mientras nosotros nos hacemos con el navío, con el Bey y con lo que guarde entre sus cuadernas. Caballeros, al alba sobre el cabo de Agujas. Vos, teniente, abriréis la estela al capitán Fueyo y a mi “Princesa”. Una vez a su barlovento plantearemos el ataque. ¡Por el Rey, por España y por la Real Armada!
Aquél brindis cerró la reunión. No hubo ágape y todo el mundo retornó a sus puestos con las órdenes claras. La mañana del 4 de febrero la caza daría comienzo sobre el orgullo del bey de Argel, y sobre él mismo si es que aún se encontrase allí...
- ¡Arriba y clara!
Con aquella voz dada con rotundidad desde la proa, la “Minerva” aferraba aparejo y velamen para cazar el viento al rumbo marcado por la “Santa Olaya”, mientras a popa de su estela los 70 cañones del “Princesa” poco a poco ganaban velocidad con el aplomo de alguien que se sabe grande y por ello de mayor enjundia en el viento a cazar. La pequeña escuadra en permanente zafarrancho de combate dobló el Cabo de Agujas donde la bahía se abría en carnes dejando a unas 25 millas la ciudad fortificada de Mostagán en puro rumbo este. El viento del nordeste, puro gregal cargado de agua no dejaba a las claras más que una opción.
- ¡Capitán, orden de la capitana!
Las señales no admitían duda, navegar de bolina frente al gregal cargado de agua para ganar barlovento frente a las dos fortalezas para llevar algo de ventaja frente a sus cañones sobre tierra firme.
- ¡Timonel, dos cuartas a babor! ¡Proa con la “Santa Olaya”! ¡Pegados a su culo, por las barbas del bey antes de que se las arranquemos! ¡La mitad del aguardiente a bordo por sacarle un cable a esa corbeta!
Entre la lluvia que los ocultaba de las fortalezas, aprovechaba el capitán Fueyo para dar rienda suelta a las ganas de sentir el vigor de la unión sin sangre de por medio y qué mejor acicate y solución para tal cosa que competir con un propio como la “Santa Olaya”. Nave ligera más que su fragata, pero con menos trapo con el que atrapar fuerza divina en forma de viento. Desde la corbeta no faltó un segundo en el que se diera orden de largar trapo en cuanto la proa de la “Minerva” comenzaba a hocicar por ajustarse al viento en pura ceñida cargando masteleros y mastelerillos donde los hubiera por poner. Dos rectas de espuma hirviente parecían querer ascender de la propia mar tras dejar que sendos codastes como cuchillos a popa las trazaran. La mar en pequeñas flechas vestidas de rociones se clavaban sobre las pieles de ambas tripulaciones por tratar de detenerlos en su afán de ganar una proa contra la del otro. La serenidad y limpieza de la fragata que parecía decidida a cortar el océano en dos mitades contrastaba con la corbeta que como cabra de mar salvaje saltaba sobre cada ola para enfundarse de mar hasta volver a despejar su cubierta vomitando mares en sus disimulados imbornales. Desde el ”Princesa” una sonrisa se dibujaba en el rostro de Don Blas, mientras su único ojo taladraba la inesperada regata a través de su largomira.
Ambas naves como si del mismo poder se sostuvieran mantenían sus bordas estribor babor respectivamente casi unidas entre golpes de espuma que refrescaban los rostros de sus servidores a ratos aferrados a los aparejos a ratos mirando con vehemencia y cargando los gestos entre obscenos y retadores sobre los de la nave contraria. La “Santa Olaya” luchaba con su levedad volando casi sobre la ola de corto recorrido tratando de ganar un nudo sobre la serena fragata, pero la verdad como siempre se impuso sobre la ilusión y el mayor trapo sobre la “Minerva” dio las alas suficientes para ganar el cable que diera la victoria al tener por el través de la aldea de Besri. Bien seguro se veía que ya no quedaría aguardiente en la Minerva, pues con la euforia estaba claro que la otra mitad sería para quemar el navío del Bey. Varias horas más tarde el navío del Almirante se puso en facha frente a ellos. No hubo tiempo a preparar consejo, ni siquiera a establecer una táctica pues las señales desde la capitana lo dejaban claro. Bajo la protección de fuego del “Princesa” sobre las dos fortalezas las dos naves menores darían el golpe de gracia sobre el navío argelino.
Serenas, en este caso con el gregal sobre la aleta de estribor y el barlovento dando su pequeña ventaja sobre aquellos dos “navíos en tierra” y la sorpresa apoyada en el gregal cargado de nubes y lluvia como arma que bloquease junto a la primera andanada la victoria parecía acariciar la tensión de sus corazones…
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