martes, 24 de julio de 2007

"Quien ande por la mar, aprende a rezar"

La furia del mar no se contentaba con golpear el costado de forma metódica, hasta cansina. El viejo bergantín peleaba por su jornal, por justificar que flotaba con razón de ello. Las manos del piloto intentaban mantener el rumbo firme, los dos palos crujían sin cesar a cada balanceo, cada ola encapillada hundía una cuarta mas el velero.
El pánico se apoderaba de sus tripulantes. La pesca del día, todo el jornal de aquellos hombres, lo que Poseidón exigía como suyo no hubo mas remedio que devolverlo a quien decía ser su dueño entre silbidos como lamentos y fogonazos como amenazas. Un reguero mezcla de restos y sangre de los peces fue quedando como el rastro de la supervivencia.
Cada diez minutos un hombre relevaba al que giraba sin cesar la bomba de achique. Daba igual, Poseidón tenía claro que les haría pagar su insolencia. Aquel día no estaba de bien y en su infinita arbitrariedad, esa que define las secuencias del mar, se decidió por el pequeño bergantín “ Mª Victoria” y sus ocho infelices marineros.

Se podía entrever a duras penas el destello del faro de Candás. Con ese temporal parecía imposible arribar, ni siquiera aproximarse a la Punta del Castillo. Las miradas entre ellos eran temerosas, sabían lo que tenían que hacer, capear, achicar, resistir como fuera. Tan sólo La Virgen del Carmen podría ayudarles...

1 comentario:

Buenos dias con Poesía dijo...

El mar, la mar...saldades.

Soy nuevo en esto de los blogs y me ha llamado la atención tu comentario sobre la mar y que se aprende a rezar.

POr cierto el Trafalgar que te gusta ¿es de Galdós o Reverte?