jueves, 31 de enero de 2008

Malmö (7)

...
Amanecía con el mismo sol débil del día anterior por la amura de estribor. Creo que nadie consiguió conciliar las pocas horas de sueño que nos permitimos después de tomar una decisión sobre qué hacer ahora. Los pobres hombres que como verdaderas “cosas” iban en las bodegas 2 y 1 aún no eran conscientes de su situación. Decidimos que por la seguridad de ellos y la nuestra no liberarlos hasta que fuera de día.


El momento fue inolvidable, aún se me contrae la boca del estómago al recordarlo. Rianxo y yo bajamos a la bodega nº1. Cuando conseguimos abrir la compuerta el hedor era insoportable. Siendo como eran muchos mas que nosotros dos no optaron por enfrentarse, incluso se apartaban en la medida que podían con las miradas dirigidas al plan de la bodega. Me subí sobre los hombros de Rianxo conteniendo las ganas de vomitar por aquel calor hediondo y les comunique su liberación.

- Mi nombre es Joaquín, aunque no lo creáis soy el capitán de este barco. Hace unas horas hemos reducido y eliminado a los soldados que os custodiaban y sois libres. Necesito que alguien de vosotros se haga responsable de vosotros para poder organizar todo este lío en el que estamos, para repartir la poca comida que hay, curar como sea a los enfermos y... despedir a los que ya no vivan. Por favor, creedme, la situación ha cambiado, sois libres, pero seguimos en medio de una mar infestada de nazis y con pocas posibilidades de huida.

Hubo un silencio, largo y terrible, solo interrumpido por los quejidos lastimeros de hombres que ya no recibían, ya no sentían nada mas que el dolor previo a su propia descomposición como seres vivos. No sabía que hacer y decir más.
- ...¡pero somos libres! ¡Libres!
Un grito de júbilo hizo que el vómito aquel de olor a humanidad en descomposición, cambiase por un momento a el fresco olor de la libertad sentida.

De la misma forma, esta vez ayudado por los mismos liberados, lo hicimos en la bodega nº2. Por cada una se presentaron dos, digamos “responsables”, con los que organizamos el reparto de comida, las curas de urgencia y fuimos entregando al gélido mar los cuerpos de los que no llegarían a saber que murieron libres. Había que plantear el siguiente paso. Con Francisco en la Sala de Máquinas nos reunimos todos en el puente añadiendo a Levi y Aaron por parte de los judíos.

- Bueno, empecemos con esto; la situación es complicada y hay que decidirse por algo. El Báltico este en el que navegamos es un mar alemán. Si no me equivoco los suecos son los únicos que no están en guerra o invadidos por ellos. Una posibilidad es desembarcar en Malmö y confiar en sus autoridades, aunque seguramente, en cuanto se enteren los alemanes querrán recuperarnos. Otra es atravesar el estrecho hasta salir al mar del Norte de noche. No se me ocurren muchas ideas más.
Las caras eran de preocupación, José, como siempre tenía las cosas claras
- Vamos a ver. Los nazis estos si nos cogen no darán cuartel. Para mi está claro que lo suyo sería atravesar de noche el estrecho y salir a mar abierto. Mas vale el intento y su posible fracaso, que fracaso sin el intento. Malmö y todos los puertos suecos estarán controlados de una u otra manera por los nazis. En dos días más extrañarán nuestro retraso a Kiel, así que habrá que dar madera a este trasto y partir la mar hasta triunfar. Y si perdemos, aún somos unos cuantos que venderemos caro nuestro pellejo.

Todo el mundo sonrió al mismo tiempo, estaba claro que lo que nos estaba contando José era una de esas películas bélicas de tarde de sábado que tantas veces se inventaba de tanto verlas, desde luego no se parecía a nuestra situación y posibilidades. Aún así no solo no desechamos la propuesta nadie de los que allí estábamos, sino que nos pusimos todos manos a la obra como resortes tensados por sus manos en forma de voz. De un salto me acerqué a la mesa de cartas y me traje a todos de una señal sobre la carta de la salida del Báltico.
- La cosa pinta fea. O pasamos frente a Copenague por el este o barajando la península danesa por el oeste. No hay muchas opciones.
- Perdonad mi atrevimiento, en mi opinión será mejor la salida al oeste, pues es una zona menos vigilada por los alemanes al no hacer frontera con Suecia.
Era Aarón, unos de los condenados, mas tarde nos contó que había sido marino hasta que le echaron de su barco por ser judío. No había realmente argumentos contra aquella opinión así que decidimos ponernos en marcha con el plan. José ayudado por algunos voluntarios liberados puso al viejo carguero por encima de sus posibilidades. Había carbón suficiente para alcanzar Inglaterra si les dejaban. Su mirada alternaba entre las temperaturas de los cojinetes en el cigüeñal y el manómetro de la presión en la caldera. Mientras en el puente habíamos puesto rumbo Norte Noroeste. El buque hacía los diez nudos golpeando violentamente aquel mar agreste y huraño con nosotros. Convinimos en que la gente se mantuviera oculta ante cualquier patrulla o barco cercano que pudiera delatarnos.

Sali al alerón de babor, necesitaba sentir el empuje de viento salvaje y helado, bañar mi rostro con los rociones a cada golpe del barco al caer sobre la siguiente ola desde el vacio que dejaba la anterior. Todo aquello hacía que me sintiera purificado, como si necesitara redimir mis manos manchadas de sangre y mi alma de humano hermano de tales criminales convencidos. Poco a poco volví a sentir alegría dentro de mí, la lucha del “Alpdrücken” era ahora la lucha del bien contra el mal y nosotros luchábamos con él; no sé de quién fue la idea de llevarnos a aquel infierno pero se lo agradezco.

La noche fue entrando por nuestra popa según divisábamos las dos orillas del estrecho paso hacia la libertad, hasta el momento no nos habíamos cruzado con nadie…


1 comentario:

Anónimo dijo...

Josu, noto un crecimiento en tí, algo que dejas entrever, alas nuevas... Me gusta el equilibrio, la forma en que me vas llevando hasta el final del relato.
Hace que espere con impaciencia el próximo.
Un abrazo.
Alicia