jueves, 15 de noviembre de 2007

Smerwick (4)

... Con viento fuerte del suroeste fueron ganando barlovento a la escarpada costa irlandesa, el temporal se había aliado con el dios Eolo y, por mucha ceñida que obligaba a mantener Don Juan, la costa permanecía a la vista. Grandes olas parecían querer devorar los pataches que a su lado parecían minusculos. Seis horas después de tanta lucha infructuosa el Almirante dió aviso por su serviolas que daba libertar de rumbo a todos para encontrase mas al sur, en aguas mas propicias. Juan respiró, pues llevaba su pequeño navío al límite, cada ola encapillada mas y mas agua y su pequeña bomba de achique no era capaz a desalojar tanta cantidad.

- Antón, dos cuartas a babor, enfilando rumbo hacia aquel cabo.

El “San Diego” pareció agradecer aquel premio, su pequeña proa comenzó a emerger de entre las olas, los violentos cabeceos se trasformaron en un balanceo mas regular. El viento, ahora de través dio alas al patache y al fin pudo respirar toda la dotación.

- Capitán, a esta marcha aproaremos el cabo en poco tiempo.
- Ya lo veo, Antón. Pero habremos de resistir algo más a ver si amaina el viento. Réza a la Virgen, seguro que nos vendrá bien.
- ¡A estribor, dos cuartas!, ¡hombre en el agua!
Los que no estaban en labor miraron hacia estribor, se podía distinguir a un hombre pidiendo auxilio, parecían dos personas, solo que una no parecía moverse.
- ¡Mierda, Joder!. ¡Atención todo el mundo!. ¡Preparados para la maniobra!

Juan no podía seguir en un rumbo que se alejaba de aquellas dos vidas. Había que orzar y enfilar hacia ellos. Lo iban a pasar mal, mar casi a proa, encapillar por babor y ceñir al máximo. Los ingleses aunque sin mucha flota y menos bravos en un abordaje podían aparecer y apresarlos. Daba igual, había valores absolutos que no tenían razonamiento alguno que los anulase y este era un caso de estos.

La velocidad conseguida al navegar de través les benefició para poder orzar en aquella mar. Aún así los golpes en el costado de estribor antes de cambiar de banda el viento dañó el pequeño trinquete y alguno de los marineros se magulló de forma algo aparatosa. Parecía realmente que la mar estaba castigándolos por dejar a sus compañeros en aquella fortaleza. Con mucho esfuerzo lograron aproximarse a aquellas dos personas que ya parecían muertas, seguramente la hipotermia producida al estar bañados en aquellas gélidas aguas los habría matado o estaba a punto de hacerlo.
Dos marineros bien trincados por sendos cabos al palo mayor se lanzaron a su rescate, en unos minutos ya estaban a bordo donde se comprobó que estaban vivos. Con el mimo que podía permitir aquel temporal los acomodaron en el camarote de popa de Juan para reanimarlos. Mientras tanto, retomaron de nuevo el rumbo sur esta vez trasluchando volviendo a recuperar la costa por el costado de babor.

Con el rumbo recuperado Juan bajó a su camarote a ver a los dos náufragos. Su sorpresa fue mayúscula al acercarse a aquellos hombres derrotados. El hombre mayor era el pescador con el que había hablado en la playa hacia dos días y el niño, el que lo acompañaba en aquella ocasión.
- Esto debe de ser obra de nuestro Señor. Bienvenido a bordo...
- Ryan Glenn, este es mi hijo Patrick. Gracias por haberos jugado vuestra vida y la vuestros hombres Señor...
- Juan, Juan Mendeja para serviros. Ha sido lo mismo que vos hubieráis hecho por nosotros. Supongo que sabréis que navegamos rumbo a España.
El rostro de Ryan perdió algo del brillo que el aguardiente le había procurado.
- Capitán, se que es imposible lo que le voy a rogar, pero he de hacerlo pues me lo exige mi familia. ¿Podríais dejarnos en cualquier roca de la costa irlandesa?. Algún lugar que no fuese peligroso para vos y que nos permitiese volver con los míos. Ir a España en mi situación es como morir ahogado. Pensadlo. Aunque no pueda ser lo que os ruego, agradeceré vuestra acción durante toda la vida que nuestro señor me brinde por su mediación.
Ryan se giró hacía su hijo para darle un sorbo de aguardiente mientras Juan salía de su camarote pensativo. El temporal no amainaba y eso que le pedía el pescador era muy peligroso, incluso con buen tiempo podrían aparecer algún navío ingles y ser capturado. Prefirió esperar una hora a ver que deparaba el temporal.


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