martes, 15 de abril de 2008

Suave como las Dunas (5)

... me costó conciliar el sueño, mis hormonas se agolpaban en el cerebelo pidiendo paso hasta la zona de los sueños. Mientras, una barrera de neuronas maduras y conscientes de mi necesidad de reposo se prestaban a mantener cerrado el paso a tanta hormona desbocada. Creo que la línea Maginot fue mas resistente en 1940 que esas pobres neuronas debilitadas por algun sorbo excesivo de alcohol. Mi última imagen antes de que Morfeo derrotase por fin a ese puñado de hormonas salvajes fue la risa de ella durante la cena.

La mañana luminosa de ese verano en el norte de Pakistán nunca me había parecido tan perfecta. Una ducha rápida y un buen afeitado era todo lo necesario. Ante el espejo me di cuenta que seguía siendo el mismo tipo que suspiraba por un minuto de su atención en Madrid, el mismo que, a miles de Kilómetros más al oeste, ella me iba a dedicar un desayuno continental en una de las áreas mas “vip” de Islamabad. “Recuerda, Carlos. Eres el mismo de siempre, no la cagues”, aquella frase fue retumbándome la cabeza durante el trayecto del ascensor hasta la planta de acceso donde me esperaba ella.

- Buenos días, Carlos. ¿Con hambre?
- La verdad es que cada vez me comporto mas británico, me devoraría un buey a estas horas. Esto de vivir en un mundo dominado por los “anglos” hace que te adaptes a ellos.
- Bueno pero no me negarás que una buena paella enfrente de la Malvarrosa a eso de las cuatro de la tarde tiene su “aquél”...

Así fuimos sin darnos cuenta al restaurante cafetería de la esquina de los apartamentos, un lugar que en vez de llamarse “Gyros”, deberían haberlo bautizado como “Babel”, por la cantidad de lenguas que uno podía escuchar que nunca antes pensó que existieran. Nos sentamos en una mesa para cuatro que quedaba libre pegada a una de las esquinas.

- Two english breakfast, please!
- Ok, sir.
- Carlos, te harás mil preguntas sobre todo lo que te vaya a contar. No es tan importante, bueno para mi lo fue, pero creo que para el resto del mundo es una historia mas. Ahora, con este giro que ha dado todo necesito contárselo a alguien y creo que tu eres la persona perfecta; se que me... me tienes mucha consideración y te agradezco de antemano todo el “rollo” que te voy a dar. Intentaré ser breve.
Le cogí de la mano para intentar darle un poco de calor, sólo fue un enorme segundo que finalizó con su retirada adornada con una temblorosa sonrisa.
- Perdona, Elvira. Te escucho
La miraba mientras me contaba cómo estaba destinada en la embajada de España de Tailandia, cuando aquel terrible Tsunami arrasó con la costa este del golfo de Bengala. La provincia de Nan quedó muy afectada, por lo que desde el gobierno la nombraron para hacer de puente entre el gobierno de Tailandia y la Cooperación Española. Aquello fue el verdadero tsunami que aceleró su corazón como una locomotora desbocada. En el segundo avión fletado por el gobierno, su asiento de primera clase miraba al de Amien, el responsable de las medidas de urgencia en la zona devastada. Aquel hombre de poco mas de la cuarentena, moreno de facciones agraciadas, con un tono menos aceitunado que los demás asiáticos lo sedujo sin esfuerzo. Su voz fue lo que le atrajo, hablaba en un inglés propio de quién había vivido en la cuna de aquella lengua. Pronto establecieron complicidad, las musas se concentraron entre los dos uniendo sus pieles hasta que aquella relación cobró la intensidad y la pasión de dos grandes océanos que se encuentran desatando temporales imposibles de conseguir en el mismo mar. Su cabo de Hornos particular era un pequeño pueblo cercano a Bangkok, un poco hacia el oeste en el mismo mar interior del país, se llamaba Had Puek Tian. Las citas se multiplicaban, brotaban planes de huida juntos para siempre, los sueños propios de dos planetas que se encuentran y ven los brillos del otro reflejados en ellos mismos. Planetas que creían haber encontrado su sol definitivo, ese en el que orbitar hasta el fin de los tiempos, que no eran otros que la muerte de uno de los dos.

Las cosas fluyeron como ríos de montaña, violentas pasiones que los fundían gimiendo entre las húmedas noches acorralados por el calor de la bahía en el pecho y la frescura de la selva en sus espaldas, que los sellaban en minutos de tamaño infinito. Un día en medio de los monzones Amien llegó a su refugio con el gesto de alguien derrotado, de quien no es ya quien era sino quien debe de ser. Su mundo había sido descubierto, su religión, su gobierno, su futuro era la perenne realidad, la que siempre espera detrás. No hubo mas palabras, solo una invitación por parte del gobierno de Tailandia a la que el homónimo español acepto sin reservas, enviándola a casa. Bueno, como comprenderéis los que hayáis leido estos dos últimos párrafos, ella fue algo mas escueta. Es que a uno le gusta a veces dárselas de Corín Tellado.

Pequeñas lágrimas patinaban sobre aquel rostro, alguien a la que estaba descubriendo con la simple contemplación, con un poco de paciencia y de un corto viaje a su pasado entre las notas de su voz. Creo que si antes ya estaba rendido en sus manos, ahora ya no estaba en ellas, pagaría por deslizarme en los toboganes de sus suaves líneas.

- Elvira, no se que decir. Pero hoy puede ser un gran día. Hoy puedes romper lo que dejó el a medias con su golpe. Hoy puedes cortar tu, que todo lo que te rodee desde que lo veas, valga la pena ante él y contra él. ¡Vamos, tenemos todo el día hasta las cuatro que tenemos que preparar lo que nos falta en la legación! ¡Te invito a ver esta capital artificial de un verdadero país cuando cruzas sus límites!
Se cogió a mi brazo y salimos a un establecimiento de alquiler de coches dos esquinas mas abajo...

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